“Discurso sobre el-hijo-de-puta”, este sábado en el Teatro de la Sensación

Sábado 20 de Enero 21:00 H

“Discurso sobre el-hijo-de-puta”

De Alberto Pimenta.

Cia. Los botellines de Flandes

Madrid

https://www.facebook.com/search/top?q=discurso%20sobre%20el-hijo-de-puta&locale=bs_BA

El hijo-de-puta existe y no contento con existir, se encuentra en todas partes. Pese a ello, no sabemos mucho sobre él y ésta es una de las lagunas más penosas que tiene nuestro conocimiento científico. El

Discurso sobre el hijo-de-puta, resultado de una observación rigurosa, concienzuda y extendida en el tiempo, pretende drenar estas lagunas, divulgar su estudio, aprender a identificarlo, a clasificarlo, conocer su origen, sus anhelos, sus preocupaciones y sus ocupaciones.

Conocer al hijo-de-puta es hoy más crucial que nunca.

Antropología

del hijo-de-puta

Cuando uno se acerca al Discurso sobre el hijo-de-puta del poeta portugués Alberto Pimenta, uno no puede esquivar su preocupación y, cuestionando el incuestionable sentido de su vida, se pregunta: ¿Seré yo, acaso, un hijo-de-puta o, por el contrario, no lo seré?

Publicado originalmente en 1977, el Discurso sobre el hijo-de-puta de

Alberto Pimenta (Oporto, 1937) supone el mayor acercamiento científico

a una verdad que ya intuíamos: el hijo-de-puta existe. Existe y, a nada que

nos fijemos un poco, se encuentra en todas partes, ya sea impidiendo que

la vida transcurra despreocupada o, por el contrario, fomentando que la

vida sea una fuente inagotable de ocupaciones preocupantes.

El hijo-de-puta baila y sabe que su tamaño no es lo importante, que lo

que importa es el volumen de sus preocupaciones, de las propias y de las

que consiga provocar en sus vecinos. «Líbrenos el cielo —se dice— de la

despreocupación de quienes van  por la vida como si fuera suya, pues

no solo ponen en riesgo las ventajas de nuestra vida civilizada, demócrata

e industrial, sino la propia posibilidad de que esas ventajas se mantengan

el día de mañana. Líbrenos el cielo de quien olvida que quien bien te

quiere te hará llorar y que el amor sin dolor es pura superchería».

El país no está para pagar los desmanes de vagos y despreocupadas que

nada aportan al bien común, no está para pagar la factura del egoísmo de

quien pretende agotar los recursos en vida, en vez de reservarlos para la

muerte. Se acabaron los tiempos en los que la inútil búsqueda de lo bello,

lo nuevo o lo agradable podía terminar con parte de nuestros activos. Los

medios se deben equiparar con los fines.

 El país debe generar negocios públicos con fines privados y, como compensación, aportar fondos públicos que hagan florecer los negocios privados. Solo así avanzará la sociedad en el sentido correcto. Solo de esta manera conseguiremos poner en valor al ser humano y humillar la vida de los otros sin elevar la nuestra.

La escuela, el lugar predilecto del hijo-de-puta nos enseña que la

vida, esa enfermedad de transmisión sexual, es un riesgo innecesario,

un valle de lágrimas, un penoso camino que hay que sufrir para llegar al

objetivo: la muerte liberadora que nos reconciliará con la vida. Una vida

que, sin duda, es algo que merece la pena morir.

Cuando uno concluye el Discurso sobre el hijo-de-puta de Alberto Pimenta,

uno no puede ya esquivar su preocupación y, apelando a la cultura,

se pregunta desasosegado: ¿Seré yo, acaso, un hijo-de-puta especializado

en hacer o seré, por el contrario, un hijo-de-puta especializado

en no dejar hacer?

Carlos Plusvalías

FICHA ARTISTICA

Carlos Plusvalías

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