No puedo ver en televisión las imágenes de la ocupación israelí en Gaza. Me superan. En plena era del predominio de la imagen sobre la palabra, la fuerza de la imagen de un niño muerto aparecido en una playa turca, vestidito y calzado, procedente de una barcaza hundida repleta de emigrantes sirios, tuvo más impacto sobre la población europea que cualquier dato estadístico sobre desastres humanitarios derivados de las guerras, por demoledor que fuera. Incluso supimos el nombre de aquel niño: Aylan Kurdi. Así pues, a mayor número de muertos, mayor normalización, mayor deshumanización. El remedio solo consiste en contar los muertos pausadamente. Del cero al uno; con eso bastaría. Y luego, seguir sumando si se quiere.
Tampoco quiero escuchar las atrocidades que está sufriendo el pueblo palestino, pero no puedo evitar enterarme de algo: cómo lleva la población civil palestina semanas y semanas sin agua, asilada, desabastecida, sin suministro de energía y sin alimentos; cómo convierten en objetivo militar a médicos y cooperantes, sin prensa ni organismos internacionales que puedan verificar las informaciones de estas atrocidades; cómo tienen que hacer amputaciones sin anestesia, incluso a los bebés, porque los pocos hospitales que quedan están desabastecidos; cómo encuentran cagada a la población civil fallecida por los ataques israelíes, por el miedo que pasan antes de morir … Todo esto hiere mi sensibilidad. Necesito mirar a otro lado para recuperar mis pulsaciones. No pretendo con ello mostrar un comportamiento ejemplar ante nadie; más bien al contrario, no puedo estar orgulloso de haber estado callado tanto tiempo, de compartir mi vergüenza, mi cobardía.
Los crímenes de guerra que está cometiendo el ejército israelí no tienen ningún paliativo. Confundir su condena con el antisemitismo es el chantaje emocional recurrente cuando se critica a Israel. Pero Benjamin Netanyahu no representa al judaísmo, sino a lo peor del pueblo israelí. Se ha cumplido recientemente el trigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz de Oslo, en un contexto internacional favorecido por el final de la Guerra Fría, por el que se crearon y reconocieron mutuamente los estados palestino e israelí. Al año siguiente, al representante israelí, Isaac Rabin, le premiaron con el Premio Nobel, pero poco después fue asesinado; no por antisemitas, sino por sus propios compatriotas.
El secuestro de civiles que perpetró la organización terrorista Hamás fue la excusa perfecta que necesitaba el criminal de guerra Netanyahu para subir otro peldaño más en la aniquilación de la población palestina que se viene produciendo desde hace décadas, a través de “guerras relámpago”, breves pero de un daño muy intenso. Israel hace lo mismo que Rusia en la Guerra de Ucrania, evitar llamarlo “invasión del territorio”. Israel justifica su invasión como un acto de legítima defensa, pero cualquiera con sentido común sabe que la invasión de Gaza, tal como se está produciendo, no es un acto de legítima defensa, sino un genocidio desproporcionado. El objetivo es acabar definitivamente con Hamás. En consecuencia, al Identificar a la organización terrorista con toda la población civil, lo que se pretende es su exterminio, un genocidio. Y así, primero se advierte a la población de la frontera Norte que abandone el territorio y se dirija al Sur, para después aniquilarla brutalmente.
De momento, a 14 de diciembre, desde el inicio del conflicto en Gaza, “nada más” que han muerto 285 palestinos en Cisjordania y Jerusalén Este, las otras islas a la que se ha reducido el Estado palestino; y en lo que va de año, el número de muertos se aproxima a 500. Números insignificantes frente a los 18.600 muertos en Gaza (y con cerca de 51.000 heridos), de los cuales cerca del 40% (unos 3.500 en total) son niños, como Aylan: el promedio estimado es de un niño muerto cada 10 minutos en Gaza. El número de palestinos muertos por la guerra en Gaza en poco más de dos meses supera ya al total de ucranianos muertos en la guerra de su país. Por parte del ejército israelí, hasta ahora han muerto cerca de 100 soldados en Gaza, algunos de ellos por fuego amigo. La desproporción de datos se debe lógicamente a que el todopoderoso ejército israelí se enfrenta a un Estado sin ejército, el palestino, que se defiende con milicias.
La actuación de Israel ha superado todo lo visto hasta ahora, y ha dejado esta vez en una posición extremadamente incómoda a sus aliados internacionales tradicionales, incluidos los EEUU. Al fin y al cabo, Israel le debe mucho en su nacimiento y mantenimiento como bastión en esa zona. Era necesario un gesto que aliviase las conciencias en los países aliados. Toda tregua es bienvenida. La que hubo a finales de noviembre, sirvió tanto para el intercambio de rehenes judíos por prisioneros palestinos (Israel tenía 800 menores encarcelados) y proporcionar el paso de una ayuda humanitaria internacional más simbólica que real, como para preparar la siguiente fase del conflicto.
No es la primera vez que ocurre un genocidio en el mundo, pero ser conscientes de que estamos viviendo uno en el presente es aterrador. Porque los genocidios ocurridos en Norteamérica, Australia, Ucrania o Armenia, por ejemplo, sucedieron en tiempos en que en el Derecho Internacional no existían los Derechos Humanos. Un Estado que no respeta el Derecho Internacional, como Israel, que ha incumplido sistemáticamente todas las resoluciones de la ONU y que sistemáticamente ha sido condenado (moral, pero no efectivamente) por sus actuaciones, no va a cambiar su posición hasta que sufra un escarmiento serio. Sin embargo, tampoco parece que éste sea el momento.
La impunidad de estos crímenes apocalípticos, en un conflicto que a fecha de hoy no ha terminado y que no quiero imaginar cómo puede acabar, es un terrible paradigma en los tiempos de intolerancia que corren. Fulminar el adversario ya no es un desafío intelectual, sino una amenaza cierta que ya está demasiado presente en nuestro modelo de sociedad. Vergüenza. Y un poco de miedo.
Me quito el cráneo , Sr. Fernández. Gracias.
Sí, hemos evolucionado para esto: para ver la guerra en directo mientras comemos o dormitamos en el sofá. Y sobre toco… los niños. Yo tampoco puedo ver esas imágenes. El genocidio israelí sin paliativos alguno es la respuesta a Hamas que sabía el modo en que Israel iba a responder. Y con el pueblo palestino como escudo humano. No, no es una defensa de Israel es la putrefacción de la condición humana. Saludos
Felicidades. Comparto.
La ciudad de Belén está ubicada en el Area A de Cisjordania Palestina, en donde a los judíos se les prohíbe ingresar.
Y aunque cueste creerlo la pena para los judíos por ingresar a ese sector es la MUERTE por linchamiento.
Iros a la mierda. Genocidio es que no quedarán judíos en Gaza antes de los salvajes asesinatos de judíos en los kibutzs y que apenas queden cristianos en los territorios musulmanes de Palestina.
Sin embargo, hay un millón de musulmanes con pasaporte israelí y minorías cristianas con ciudadanía también israelí y viviendo en un Estado democrático y de Derecho como el israelí donde hay miembros de la Corte Suprema que son musulmanes.
Este antisemitismo que se gasta la izquierda es asqueroso y neo nazi.
Sabemos lo que es un genocidio, pero nunca se ha retransmitido en directo como lo estamos viendo. Realmente no tiene nombre.
El terrorismo hay que combatirlo, se llame como se llame, pero proporcionalmente.
Me resisto a pensar que los israelíes compartan el aniquilamiento del pueblo palestino.
Se han dicho tantas cosas, que ya faltan palabras.
Una cosa es abatir a los terroristas, y otra muy distinta, matar a un Pueblo.