Gastrocultura: Torreznos de Soria

Jesús Millán Muñoz.- Es marca de garantía desde 2010, su fórmula es simple y sencilla y casi conceptual y minimalista: freír tocino con su piel hasta dorarlo y quede crujiente a los ojos y labios.

Es obvio que suele ser un aperitivo, pero últimamente se está añadiendo a algunos otros platos o alimentos como complemento. Es cierto que corren tiempos difíciles para las calorías, el tocino y el aceite, porque ya sabemos que existen las campañas primaverales del bikini. Pero no cabe duda, que tomado de forma moderada, de vez en cuando, es un tesoro del sabor y del color y, de ese ruido que se hace en la cueva de la boca y dientes y lengua.

Todo lo que sea bueno en sí y moral, debemos degustarlo con prudencia y racionalidad y mesura. Porque necesitamos que los corazones también se alegren y sonrían, con pequeñas alegrías. Quizás, usted, ni yo, podamos, ni debamos pagarnos un viaje por el espacio, con esos nuevos artilugios, pero podemos disfrutar de pequeñas cosas, un pequeño vaso de cerveza fría en verano, con unas tapas de torrezno de Soria, puede ser un confort, en el cansancio de los viandantes por los caminos de la vida. Porque al día, siguiente, tengas que volver al tejado del tejido del tajo de las propias obligaciones.

Los torreznos fritos están extendidos, como alimento, por toda la comunidad peninsular, pero no cabe duda que los de Soria ha alcanzando un renombre especial. Quizás, el frío que produce buenos embutidos y buenos jamones, también, produce buenos tocinos, que fritos, son un pequeño manjar, una pequeña tarta o trozo de pastel salado y cárnico, no dulce…

Sé que mi tiempo se está terminando, no sé si la luz que percibiré en esta tierra, serán unos años o unos lustros, pero sé que estoy ya en el último tramo de la carrera. Desearía, quizás, dejar algunas frases, a aquella ciudad, Soria, que hace ya unos años, una década al menos, que los cuatro viajeros descansaron unas horas, y entraron en el vientre de la Catedral, y percibieron la exposición de las Edades del Hombre, siempre tenemos asociado a Soria y en Soria, a dos escritores, Machado, y, últimamente, Dragó, fallecido hace unos meses…

Me digo y pregunto, a mi mismo, porque tantos escritores, siempre que han comprado una segunda residencia, casi todos se han ido hacia la Castilla Vieja y no hacia la Castilla Nueva… Quizás, todos querían huir de la capital y la villa y corte… y, la Mancha está muy cerca, y, quizás, los de la Mancha, no han sabido vender, su silencio que ofrecen, su clima de frío y calor, su manta de terreno como un horizonte que se va alejando hasta lo ilimitado, quizás, no hayamos vendido la ascética y mística, que la naturaleza y el paisaje crean en el corazón…

Dragó, que yo como escritor, hablo de todo, y, de mucho me equivoco, Dragó, que ya ha entrado en el purgatorio de los escritores. Dragó que recomendaría a sus gestores y herederos, que ese pueblo de Soria, donde tenía casa o casas unidas, y, gran biblioteca, piensen hacer una Fundación en su nombre, de y sobre la literatura… la suya y la de otros…

Con panceta y aceite y fuego y aire y espera y mirada y dientes y lengua para saborear disponemos de los ingredientes básicos para introducirnos, en un misterio profundo de la historia –imaginamos que los prehistóricos, cuando asasen su carne, degustarían las pieles junto a trozos de carne, quizás, empezarían a secarlas y ahumarlas, para que se mantuviesen más tiempo, unos días-. Algunos los torreznos los sirven con una jarra de cerveza, otros con un pequeño vaso de vino, pero siempre con un trozo de pan.

Con lo cual, miren ustedes la simplicidad de los ingredientes, como casi en todas las comidas populares, que el diseño lo ha ido haciendo los siglos y el hambre: panceta, aceite, cerveza o vino, pan… Opino, si se me permite ofrecer mi comentario, no de gurmet, porque no lo soy, ni tampoco quiero pasar ante sus ojos, que soy un gran crítico culinario, un gran entendedor de recetas y de sabores.

Soy un simple articulista de opinión o literario… Pienso y opino, que este plato, puede pasar, con un poco de enriquecimiento, a ser un plato de la comida normal, no solo tapas en restaurantes o bares o tascas o cantinas, si por ejemplo, se le acompaña, de alguna patata, algunos tomates fritos, algunos espárragos, algunos pimientos fritos…

Opino que un primer plato, ofrecido en restaurantes como menu, con unos trozos de torreznos de Soria, acompañado de algunos trozos de patatas y algunos pimientos, podría ser un plato exquisito, podría ser perfectamente un segundo o un primero…

A veces, desde la lejanía recuerdo a Soria, viene a la cabeza, a la memoria, algunas personas que conmigo, en la misma compañía o cuartel del servicio militar obligatorio, eran de esta zona. Quizás, nadie se ofenda, geografía, que está un poco alejada, de mis trayectos normales por la Península, pero creo que merecería ser más visitada.

Ahora, muchos esperamos, con impaciencia, que por fin, se cree el Centro Nacional de Fotografía en Soria, quizás, si esto fuese real y visible y material, dentro de unos meses y unos años, tendría una razón más para visitar esta urbe, y, probar los torreznos de Soria. Esperemos que ese Centro de Fotografía sea realidad, sea ya realidad pronto, y, no se aleje en el tiempo, ni vuele hacia ningún otro lugar y espacio…

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