Sarai Martín-Grande Morales.- En un reciente artículo del diario El País, se destaca un aumento alarmante en las llamadas de mujeres jóvenes afectadas por la violencia machista. Este fenómeno se basa en un estudio de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo). Los expertos señalan que la única forma efectiva de abordar esta problemática es a través de la educación. Sin embargo, es crucial comprender que el abordaje de este gran problema debe comenzar mucho antes de la adolescencia, ya que la construcción de la imagen de uno mismo y la percepción del lugar que ocupa en la sociedad se establecen desde la infancia.
Desde el momento en que llegamos a este mundo, comenzamos a moldear nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Durante la primera infancia, son nuestros padres y madres, hermanos y hermanas, y entorno cercano quienes influyen significativamente en esta formación. La educación y el ambiente en el que crecemos desempeñan un papel crucial en la construcción de nuestra identidad y valores. Los roles familiares, el nivel cultural y las actitudes predominantes en nuestro entorno temprano contribuyen a dar forma a nuestra percepción de lo que es «normal». En otras palabras, desde una edad temprana, comenzamos a internalizar estereotipos y expectativas que pueden influir en
nuestras actitudes y comportamientos futuros.
Lamentablemente, la violencia machista no es una excepción a este patrón. El germen de las actitudes que en el futuro serán comportamientos machistas se gesta en la infancia a través de comportamientos aparentemente inofensivos que gradualmente encasillan a niñas y niños en roles de género limitados. Los estereotipos en torno a las niñas y niños, como los roles de género preconcebidos y las expectativas sociales, son las semillas de la violencia machista que crece en la adultez. Debemos enseñar no solo a evitar estereotipos de género, como los juegos relacionados con los cuidados o los juguetes de niños o niñas, sino también a inculcar en los adultos la importancia de respetar la autonomía de los niños. Respetar las opiniones y decisiones de los niños y niñas es un punto de partida.
Por ejemplo, si obligamos a los niños a dar besos a adultos cuando no lo desean, les enseñamos que las necesidades de los demás son más importantes que las suyas. Del mismo modo, si reaccionamos ante la desobediencia de los niños con gritos, insultos o violencia, estamos legitimando estas conductas y aceptándolas como válidas y , a su vez, estaremos mostrando a nuestros niños y niñas que son comportamientos válidos. Como padres y madres, sin darnos cuenta, perpetuamos estos estereotipos y actitudes que refuerzan la desigualdad y la violencia. Nuestros pequeños van poco a poco construyendo su imagen según su entorno más cercano los va etiquetando.
Para prevenir la violencia machista desde la infancia, es fundamental educar en igualdad de género y evitar actitudes y comentarios que refuercen roles de género desactualizados.
En lugar de decir a las niñas que son frágiles o que su valor se basa en su apariencia, debemos promover su autoestima, independencia y capacidad de decisión. Al mismo tiempo, debemos enseñar a los niños que las niñas son sus iguales, con las mismas capacidades y poder de decisión. También es importante no fomentar actitudes dominantes o la represión de las emociones en los niños, sino inculcarles empatía, respeto y la igualdad en todas sus relaciones. Sin embargo, esta no debe ser una labor únicamente de los progenitores y educadores, porque sería un trabajo inútil; esta función educadora debe partir desde todos los ámbitos de la sociedad. Poniendo como ejemplo los dibujos animados, es muy difícil como madre/padre criar a un hijo o hija en la igualdad y el respeto por los demás si paralelamente el contenido audiovisual supuestamente apto para su edad perpetúa estereotipos de género en los que el hombre es el dominante y el que toma las decisiones incluso pasando por alto los deseos de las mujeres.
Podría poner mil ejemplos de esto, pero me viene a la mente la serie de dibujos animados de “el gato con botas” que estaba viendo ayer mi hija, calificada para todos los públicos. En una de sus escenas una gatita frágil y delicada que se encuentra en un mercado de ladrones decide irse a su casa, y el protagonista “El gato con botas” dice que puede ser peligroso irse sola y que la acompaña, la gatita le dice que NO y que se marcha sola, pero “El gato con botas” desoyendo el deseo de la gatita la persigue. ¿Qué mensaje están percibiendo los niños y niñas?
Es cierto que la educación se presenta como la herramienta más poderosa para desafiar los estereotipos de género y prevenir la violencia machista. Debemos promover una educación que estimule el pensamiento crítico y la reflexión sobre las desigualdades de género en nuestra sociedad. En 1990, la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) promulgada por el gobierno del PSOE reconoció la discriminación por género en la educación, promoviendo la igualdad de oportunidades. Aunque amplió la enseñanza obligatoria hasta los 16 años e integró la coeducación en los currículos, los esfuerzos no lograron eliminar completamente las desigualdades en el entorno escolar, a pesar de iniciativas valiosas. Desde el principio de la democracia, el Partido Socialista ha luchado por construir una sociedad más justa e igualitaria entre hombres y mujeres, es una de nuestras señas de identidad, y entendemos que solo desde la educación podremos terminar con esta lacra que es la violencia machista.
En conclusión, la erradicación de la violencia machista no puede depender exclusivamente del sistema educativo. Los medios de comunicación, la publicidad y la cultura popular también desempeñan un papel esencial en la formación de actitudes y valores en las nuevas generaciones. Es responsabilidad de toda la sociedad contribuir a la creación de un entorno donde la igualdad de género sea la norma, no la excepción.
