Manuel Valero.- Servicio cumplido. Isabel Rodríguez deja la abrasadora portavocía del Gobierno y se va por encargo del presidente Pedro Sánchez al Ministerio de Vivienda, un departamento de carácter social en estos tiempos de hipotecas usureras, precios alocados, alquileres leoninos y movimiento okupa. La portavocía ha eclipsado la otra responsabilidad que ha ejercido Rodríguez en el Ministerio de Política Territorial donde su trabajo apenas ha sido visible.
La portavocía quema pero tiene como contrapartida una enorme presencia mediática porque no sólo es la voz, es el rostro. Las críticas que ha recibido le han llegado por el uso alegre de ese marco institucional como púlpito político contra el adversario sin que el análisis de su gestión territorial haya acaparado apenas la atención de los medios. Para marrón la de Pilar Alegría, la nueva ministra del ramo que deja Rodríguez. Política Territorial quiere decir exactamente eso y la legislatura que empieza lo hace con un territorio irredento y otro al acecho, aunque esto es pura gasolina, política de profundidad y por tanto asunto personalísimo de Sánchez y de Félix Bolaños, ministro de Justicia, y de María Jesús Montero, ministra de Hacienda.
A la exalcaldesa de Puertollano le venía bien el foco semanal y según los medios de Madrid que están en primera línea caía bien entre la canalla (prensa), sobre todo la afín al Gobierno. Pero una portavocía por muy televisiva que sea -sonrisa, pelo a lo garçon y vestimenta cuqui-quema mucho. Sobre todo si tienes que dar cuenta de lo acordado por el Consejo de Ministros (y Ministras) que en el caso del pasado mandato era darle voz a acuerdos que han puesto a España a hervir y a media, al otro lado del muro. Siempre acompañada del ministro/a del asunto relacionado con su departamento, Isabel Rodríguez ha estado bien arropada. Pocas preguntas y con la respuesta sabida.
El caso de nuestra exalcaldesa es digno de atención y prueba de que el destino (político) da muchas vueltas. Como el del presidente del Gobierno, que después de varios batacazos que hubiera mandado al hospital a cualquier otro por una buena temporada, Isabel Rodríguez se vino de los madriles y del Congreso en plena crisis orgánica, apoyó abiertamente a Susana Díaz y fue borrada de la agenda de Sánchez que la rescató cuando apenas llevaba dos años al frente del Ayuntamiento de Puertollano. Antes, Sánchez se fue también del Congreso, abandonó su escaño por no apoyar a Rajoy, fue defenestrado en el Comité Federal más abrupto que se recuerda, cogió su coche y con su palmito rodó por España para convencer a las bases que a pesar de todo él era el mejor. Luego de una moción de censura contra el mismo Rajoy y de intentos infructuosos de pacto con Albert Rivera (Ciudadanos), pasó de ser literalmente defenestrado por su mismo partido a ser la segunda autoridad del Estado.
Sin embargo, la amplia carrera política de Isabel Rodríguez ratificada ahora con su permanencia en el nuevo gobierno, contrasta con lo que dejó en la ciudad que pudo gobernar pero no lo hizo. ¿Quién se resiste a la llamada del presidente para ser ministra? Con ello esquivó la difícil gestión municipal que le quedaba, se despidió a la madrileña. Lo demás todo el mundo lo sabe, excepto qué hubiera pasado de haber sido otros los acontecimientos y la excaldesa se hubiera enfrentado a las elecciones municipales que perdió su sucesor, Adolfo Muñiz, el pagador de los platos rotos. En aquella ocasión, como Sánchez el 23 J, Rodríguez ganó las municipales cuando había una posibilidad real de cambio en el gobierno municipal. Sánchez no ganó el 23 J pero no se desnucó electoralmente y logró sumar con Sumar y los otros.
Para el historiador queda una evidencia: la de que Rodríguez pertenecerá a un Gobierno cuyos ministros -y ella misma- negaron más que San Pedro hasta mil veces que no habría amnistía por que no cabía en la Constitución y porque dejaba al tercer poder del Estado, prácticamente en bragas. Ha sido y será ministra en un gobierno presidido por un Sánchez albañil, levanta muros, de principios varios para vender, y ha participado en un gobierno plagado de polémicas y contradicciones entre sus propios miembros, especialmente las ministras podemitas, con quien su jefe dijo que no pactaría para que España durmiera tranquila. La lógica política no tiene nada que ver con la lógica del común.
Isabel Rodríguez, exportavoz del Gobierno, ha estado en un discreto segundo plano en el día a día, una vez celebrada su periódica comparecencia. Como ministra de Política Territorial, ya digo, habrá gestionado los fondos europeos, transferencias a autonomías y demás, pero su labor ha pasado como el aire, invisible. Hubo un episodio cuando saltó la noticia de la unificación de La Serena y Don Benito en un mismo municipio que contó con la presencia de la ministra. Fue relativamente fácil hasta que tocó bautizar a la nueva ciudad. Se la llamó finalmente Vegas Altas y fin de la historia. Las circunstancias han hecho que Rodríguez forme parte de un ejecutivo que afronta una política territorial de órdago sin que por ahora se vislumbre la quimera de que Cataluña decida seguir en España. Al contrario. Hay en marcha un proceso de separación -según repiten una y otra vez los indepes– que ha generado la crisis institucional y política más profunda desde el golpe de estado de Tejero. Será una legislatura endiablada de la que forma parte Rodríguez como ministra repetidora.
PD.- La ciudad que gobernó cayó en manos de quienes están al otro lado del muro. Su carrera política está en la cumbre. Paradojas de la vida. En cualquier caso, suerte. Hará falta a toneladas.