Ramón Castro Pérez.- Es al tercer paso cuando advierto que hace frío de verdad y que los cuatro grados que anunciaba el parte meteorológico en la radio eran, en realidad, dos. Así que meto las manos en los bolsillos del viejo abrigo que vuelvo a estrenar este noviembre y me encuentro contigo. Supe al instante que eras tú y que sería difícil que te marcharas de mi vida. Ha pasado tiempo desde entonces y creía haberte olvidado. Te había olvidado. Ahora has vuelto. Bueno, has intentado volver.
Me dejaste claro que la vida, sin ti, sería un infierno. Lo fue durante un tiempo, aunque finalmente logré aceptar el pulso y, poco a poco, fuiste desvaneciéndote. Primero, fueron los encuentros, venidos a menos. Hasta tal punto que, un día cualquiera, dejé de cruzarme contigo, dejé de verte. Después, las redes. Se acabaron los grupos en común, los pantallazos de terceros y los audios de tus amigos, que habían sido los míos. Un día creí verte. No había nadie alrededor tuyo. Aceleré la marcha hasta que te convertiste en una figura desdibujada.
Encontré una de tus últimas notas amenazantes en el viejo abrigo que estreno todos los años, justo en noviembre, siempre en noviembre. Me llamabas «hija de puta» entre risas. Escrito de puño y letra, quise guardarlo, supongo que para hacerme aún más daño. Debió ser casi a las puertas de la primavera. El abrigo fue a la percha y, con él, una de tus últimas miserables amenazas. Acabo de hacer una bola con ella y has acabado en una papelera del parque. Ni siquiera pienso reciclarte.
Pertenezco a ese diez por ciento que alguna vez ha sido acosado. Todo empezó cuando éramos amigas y algo, de repente, se torció. Tal vez fue un retraso en una cita, una disputa absurda o alguien que nos gustaba al mismo tiempo. Tal vez no fue ni eso. Yo qué sé qué fue. No. Sí lo sé. Fue acoso. Fue. Ya no. Ahora luzco mi viejo abrigo, libre de ti. Queda pendiente despojarme de este rencor que aún tardará un poco más en marcharse.
El pasado 2 de noviembre se celebró el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar. Aproximadamente, el diez por ciento del alumnado siente haber sufrido acoso (o ciberacoso) en algún momento de su vida escolar.