Ramón Castro Pérez.- Una competencia es algo muy serio. Y difícil de conseguir. Ser competente implica saber, saber hacer y querer hacer. Así que, si alguna vez se siente usted un incompetente, respire. Nos pasa a muchos. La sombra de la incompetencia es alargada. Sucede hasta en las mejores familias.
Como días hay muchos, ocurre que no en todos estamos para querer hacer. También los hay en los que no nos salen las cosas. Si yo esto sabía hacerlo y ahora no hay manera. Qué me dicen de la desmemoria y del olvido. Sé que hay conceptos y teorías que antes dominaba y a duras penas podría recordar alguno de sus postulados. No siempre se es competente. Es más, la competencia viene con fecha de renovación.
Así que, bien porque no nos apetezca, bien porque las manos (o la cabeza) nos fallen, hoy podríamos ser unos incompetentes. O mañana, quizá. Pero nunca, nunca no. No existe quien ha sido, es y será, siempre, competente. Y, aun así, parecemos empeñados en devaluar el concepto, creyendo que, por el mero hecho de intentarlo, somos competentes.
Si tal desgracia fuera cierta, deberíamos preguntarnos ¿y ahora? ¿qué viene después de la competencia? La estupidez. Desmedida y colosal. Tanto que nos impide darnos cuenta de cuánto ignoramos al pensar que hemos logrado alcanzar todas las competencias. Seamos de los incompetentes que dan pasos para dejar de serlo. Eso nos mantendrá vivos y críticos.