Julián Maldonado.- El pasado sábado, el cielo se abrió de par en par para recibir a una gran madre, y ese día se convirtió en uno de los más dolorosos de mi vida. Con profunda tristeza e impotencia, fuimos testigos del adiós de nuestra amada madre, Dª Aurora López Gutiérrez, después de una batalla de dos meses contra la enfermedad. Fue, sin lugar a duda, una mujer excepcional y la mejor madre del mundo. Que Dios la tenga a su lado y que su ejemplo, su fe y su determinación para luchar y vivir hasta el último aliento nos guíen siempre. Gracias, madre, jamás te olvidaremos. Descansa en paz.
Siempre la recordaré con cariño, como una mujer dinámica y sonriente, y no puedo olvidar su inconfundible acento andaluz. Nacida en Añora (Córdoba), se casó en 1957 con D. Clodoaldo Jiménez Izquierdo, y juntos se mudaron a Puertollano, donde llegaron al mundo sus dos hijas: Rosa María y Encarnación. Tras la trágica muerte de su esposo el 24 de abril de 1973 en un accidente laboral que no fue reconocido como tal, Aurora se enfrentó a las dificultades de criar a sus dos hijas sola. Comenzó trabajando como planchadora en el Hospital de Santa Bárbara y luego desempeñó el cargo de celadora en sus últimos años de empleo.
Aurora, con su carácter y personalidad, se ganó el cariño de todos los que la conocimos. Para mí en particular, Aurora fue como una segunda madre. He tenido a mi madre biológica, a mis dos abuelas, y Aurora. Ahora, solo me queda mi esposa. Como hija mayor, asumió la responsabilidad de cuidar del hogar cuando su madre tenía que ir a trabajar. Aurora me enseñó lo que significa ser madre y, además, una madre valiente que nunca se amedrentó ante las adversidades de la vida.
A pesar de la maldita enfermedad que la aquejaba, siempre mantuvo una actitud valiente y la esperanza de mejorar. Aurora sabía que estaba muy enferma y en ocasiones expresaba su preocupación. Sin embargo, nunca perdió su sonrisa y agradecía a todos quienes la rodeábamos por su cariño. Afrontó el sacramento de la unción de los enfermos con gran entereza, participando en cada uno de sus rituales.
La enfermedad que se detectó en agosto pasado y que no tenía posibilidad de superarse, nos brindó la oportunidad de demostrarle todo el cariño que siempre mereció. Tanto su familia más cercana, incluyendo sus hijas, hijos, nietos, bisnietos, su hermana melliza, cuñados y sobrinos, como sus amistades más íntimas, se unieron para acompañarla en este difícil trayecto.
En 2012, ARQUICMA reconoció el valiente esfuerzo de Aurora para sacar adelante a su familia después de la pérdida de su esposo, tomando su historia como un ejemplo para todas las familias que se han visto afectadas por accidentes laborales.
Querida madre Aurora, estoy seguro de que ya estás rodeada de tus seres queridos que te precedieron en este viaje. Cada día que pase, recordaremos tus «buenos días con alegría». Sé que no nos olvidarás y seguirás haciendo el bien como siempre lo hiciste en vida, de manera perfecta.
Hasta siempre, querida REINA, hasta siempre, MADRE.