El prestigioso científico español, Manel Esteller, estudioso de los mecanismos biológicos que desencadenan el cáncer y otras enfermedades relacionadas con el envejecimiento, ha comenzado un estudio genético a la mujer más longeva del mundo. Se trata de María Branyas, que tiene 116 años y que vive actualmente en una residencia de Olot, en Gerona. Se esperan los primeros resultados en menos de un año.
Esteller, director del instituto de investigación contra la leucemia Josep Carreras, investigador ICREA, y catedrático de genética de la Universidad de Barcelona, busca las claves que aporta la genética de esta mujer y lo que la hace tan longeva. Según cuenta, María tiene su cabeza completamente lúcida y solo presenta problemas de movilidad y de audición. Mantiene recuerdos nítidos de episodios ocurridos cuando tenía cuatro años.
El investigador trata de determinar que parte de esta longevidad tiene que ver con su genética y que parte la aportan sus hábitos de vida. Aunque es evidente que la genética influye en su caso, ya que varios familiares directos superan los noventa años. Ella ha tenido una capacidad de supervivencia extraordinaria, sobreviviendo a un gran terremoto y a un gran incendio en los EE. UU. —país en el que nació en 1907—, y a nuestra Guerra Civil.
Según cuenta el investigador, esta mujer tiene una curiosidad de adolescente y es una persona muy abierta que está encantada de colaborar, porque entiende el beneficio que puede aportar a la ciencia su estudio genético.
Los resultados del estudio se compararán con los de una de sus hijas. Se pretende inmortalizar sus células sanguíneas en el laboratorio y tratarlas con fármacos para comprobar si se revierte el envejecimiento. El objetivo final de la investigación, es el de avanzar en la búsqueda de fármacos capaces de combatir la senescencia.
Esperan que este estudio les dé claves nuevas sobre cómo abordar las enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares asociadas a la edad, de las que ella carece en estos momentos. Y quieren establecer cuál es la edad biológica de esta mujer, que debe ser muy inferior a la de su edad real.
Los centenarios han sido objeto de admiración dentro de las comunidades a las que pertenecen. En muchos casos, son personas que mantienen una lucidez admirable, poseen una amplia experiencia, tienen empatía y una sabiduría impagable. Son personas a las que el grupo recurre para aclarar dudas sobre hechos y personas conocidas de la comunidad o para recabar alguna información casi olvidada.
Hace algunos años, llegaron a mis manos unas fotografías de un viaje que hizo un numeroso grupo de toboseños al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Francia, allá por los años cincuenta. En ellas aparecían familiares míos, por lo que indagué y empecé a preguntar a los ancianos más lúcidos del lugar. Pero pasadas varias semanas, solo había identificado a un tercio de los que aparecían en aquellas fotos de color sepia.
Entonces visité a una señora de 101 años que también hizo aquel viaje. Y ella, muy lúcida y sin gafas, fue capaz de reconocer, en muy poco tiempo, a la práctica totalidad de los que participaron en aquella celebrada excursión. Y, lo más importante, aportó detalles sorprendentes y muy sugerentes sobre lo que para ella fue todo un acontecimiento social en los difíciles años de postguerra en aquella localidad de La Mancha toledana.
Años antes, una mujer también centenaria me preguntó quienes eran mis padres. Cuando se lo dije, me contó cosas de mis abuelos paternos de los años veinte. Me dijo que ella fue vecina suya y me dio detalles inéditos para mí. Luego, la Guerra Civil, truncó su vida. Estuvo en prisión varios años, vivió en Valencia y, con la llegada de la democracia, regresó a su pueblo, donde vivió autónoma y lúcida, hasta los 105 años, convirtiéndose en la más longeva de la localidad desde que hay registros.
Toda esta gente tuvo una vida llena de experiencias excepcionales. De algunas alegrías y de muchas tristezas. De periodos de necesidad y de otros, en los que tuvieron menos estrecheces. A todos ellos los respetaron las enfermedades y tuvieron una existencia más que digna, con una excepción. Sobrevivieron a todos los familiares y amigos de su generación y vieron terminar la vida de muchos familiares miembros de las generaciones posteriores.
La genética y la vida extraordinaria de María Branyas, puede servir para realizar estudios con los que se pueden aportar mejoras en la calidad de vida de la población en general. Esta es su gran aportación que, canalizada por el doctor Esteller, puede conseguir avances importantes en la prevención y en el tratamiento de las enfermedades asociadas con la edad, a las que María, ha sido afortunadamente inmune.
Esta mujer me recuerda a mi abuela materna que, como ella, era hija de emigrantes españoles; nacieron el mismo año; y ambas vinieron al mundo y vivieron en el continente americano; una en San Francisco y otra en Buenos Aires. Pero mi abuela padeció enfermedades vinculadas a la vejez y murió con apenas sesenta años. Cosas de los genes.