Por José Belló Aliaga
El Conjunto Monumental de El Real Monasterio de Santa María de El Paular, está declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento Nacional desde 1876, es de titularidad estatal y adscrito al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
La Iª Cartuja de Castilla fue Fundada por la Casa Real de los Trastámara en 1390, se convirtió pronto en unos de los más importantes monasterios de España, reflejo del poderío social y económico de la orden de los cartujos. Dan fe de ello los tesoros artísticos que lo componen, como el monumental retablo mayor, tallado en alabastro o el tabernáculo de desbordante imaginación barroca. Actualmente, en El Paular, reside una comunidad de monjes benedictinos, de la Congregación “Sublacense”.
Ajado por las inclemencias de los siglos: sólido ante el terremoto de 1755, cuartel general de Napoleón, capricho de la desamortización y blanco de los rayos, sobrevive a los avatares de la historia. Inspiración de poetas como Jovellanos o Enrique de Mesa y escenario intelectual de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Pintores Paisajistas desde 1918; ha cobijado bajos la sombra de sus muros cada efeméride de la crónica del tiempo. Cuya impronta, ha dejado sobre la obra arquitectónica prodigios de estilo, desde el gótico de reminiscencias mudéjares, renacimiento, pasando por el barroco, hasta nuestros días, que, tras un proceso de restauración, recupera todo su esplendor en armonía con el majestuoso paisaje de cielo azul, densos pinares e imponentes cumbres que le rodean, en pleno corazón del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Los “Carduchos” del Monasterio de Santa María de El Paular
Un maravilloso tesoro del siglo XVII, formado por 52 cuadros realizados por el toscano Vincenzo Carducci – Vicente Carducho para los españoles- que habían permanecido dispersos a lo largo y ancho de la geografía española durante más de siglo y medio, fue restaurado, hace ya algunos años, por los expertos del Museo del Prado y restituido a su lugar de origen: el monasterio cartujo de Santa María de El Paular, situado en el municipio de Rascafría a 80 kilómetros al noroeste de Madrid.
Visita al Real Monasterio de Santa María de El Paular, en Rascafría
Introducción
De la serie original de 56 obras pintada por Carducci, 52 telas han llegado hasta nuestros días, tras la pérdida de los escudos que flanqueaban la entrada al claustro, que habían perdido por completo el color, y las dos obras depositadas en el Museo Municipal de Tortosa, destruidas durante la Guerra Civil, que dejó la ciudad catalana convertida en una inmensa ruina por cuyas calles resultaba imposible transitar.
Afortunadamente, gracias al interés y buen hacer de algunos funcionarios, restauradores, religiosos y algún que otro político, 52 de las obras lograron llegar hasta nuestros días en unas condiciones razonablemente buenas, lo que permitió al equipo dirigido por Leticia Ruiz, a la sazón restauradora del Museo del Prado, efectuar una eficaz labor de restauración, posible gracias en parte a una jugosa compensación económica concedida al Museo del Prado en el año 2000 a cambio de una exposición de arte español titulada “The majesty of Spain”, que se celebró en la ciudad estadounidense de Jacksonville, y al esfuerzo conjunto del historiador alemán Werner Beutler, el Museo Nacional de El Prado, la Asociación de Amigos de El Paular, la comunidad benedictina y la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura.
La recuperación de la serie cartujana del Paular de Vicente Carducho
El coste total del proceso de recuperación que el Museo del Prado inició en el año 2002 y que concluyó en el 2006, consiguiendo reparar el grave deterioro de las obras, junto con la recuperación del formato original de los lienzos, ascendió a 770.000 Euros. La última parte de este largo y costoso proceso incluyó el regreso de las obras a la Cartuja de Santa María del Paular, recuperándose así la secuencia narrativa de la serie que ahora se puede admirar en todo su esplendor.
Medidas
Cada uno de los lienzos mide 3,45 metros de base por 3,15 de altura, y están rematados por arcos de medio punto. Entre 1626 y 1632 representó estas escenas de la vida y la muerte de los monjes cartujos fundadores por encargo del prior del monasterio Juan de Baeza. Del Monasterio de El Paular salieron los cuadros, cargados en carros, hasta llegar al convento de la Trinidad, situado en la calle Atocha de la capital, donde pasaron a formar parte del Museo Nacional de Pintura y Escultura, que abrió sus puertas en 1838.
Allí, almacenados más que conservados, permanecerían poco tiempo, aunque el suficiente como para que algunas de las obras se restauraran sin demasiado acierto, cambiando su formato original, montándolos en bastidores rectangulares para lo que fue necesario hacer añadidos en las esquinas superiores, pintados en verde, limpiándolos en exceso, retocándolos y por si fuera poco aplicando una capa de barniz coloreado, antes de ser repartidos por diferentes puntos de España como Madrid, A Coruña, Valladolid, Córdoba, Miraflores, Jaca, Zamora o Sevilla entre otras.
Vicente Carducho, florentino de nacimiento y madrileño de adopción
Florencia, ca. 1576 – Madrid, 1638
El pintor italiano que desplegó una fecunda e influyente actividad en la corte madrileña, sobre todo con obras de asunto religioso en la línea del clasicismo contrarreformista evolucionando hacia un naturalismo a veces muy intenso, llegó a San Lorenzo de El Escorial en 1585 con tan solo ocho años junto a su hermano mayor Bartolomé, contratado por Felipe II para decorar El Escorial donde fue ayudante de Federico Zuccaro, formándose bajo su influencia y aprendería el oficio en el taller de su hermano.
Tras la realización de algunos trabajos menores para la corte española, su primera gran obra conocida fue el retablo Predicación de San Juan Bautista, pintado para el Monasterio de San Francisco de Madrid. En 1599 participó en la preparación de las arquitecturas efímeras, destinadas a engalanar las calles madrileñas con motivo de la llegada a Madrid de la Reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III.
En Valladolid
Pasó con la corte a Valladolid, donde trabajó para palacios y conventos por orden del duque de Lerma. En Madrid en 1607 contrató los frescos del Triunfo de la Eucaristía para la bóveda de la capilla del Palacio de El Pardo y tras la muerte de su hermano, en 1609, fue nombrado pintor de cámara del Rey que entonces ya era Felipe III, encargándose, con Juan Gómez de Mora, que era su amigo además de Maestro Mayor de la Villa, de la decoración de la galería del mediodía del Palacio Real de El Pardo, de la que solo se conservan dibujos preparatorios, donde plasmó con indudable maestría escenas de la vida de Aquiles de la galería del mediodía de dicho palacio, de la que sólo se conservan dibujos preparatorios. Además de 26 obras que decoraban el oratorio de la Torre de la Parada, un pabellón de caza que se encontraba en el Monte del Pardo.
De su fructífera colaboración con el igualmente pintor real Eugenio Cajés , en los años sucesivos llevó a cabo pinturas por encargo del condestable de Castilla (Briviesca) y del rey (Encarnación de Madrid y capuchinos de El Pardo); a medias también con Eugenio Cajés, hizo los frescos y lienzos de la capilla del Sagrario de la Catedral de Toledo por encargo del cardenal Sandoval, el retablo mayor de Guadalupe costeado por el Rey y el túmulo de Felipe III en San Jerónimo el Real de Madrid en 1621. Entre sus numerosos discípulos destacó sobre todo Francesco Rizzi. La producción de Carduccio fue asombrosa, si tenemos en cuenta el tiempo que debió dedicar a la creación de la serie cartujana de El Paular.
La extraordinaria protección de que gozó Velázquez en la corte de Felipe IV no impidió que los encargos de asunto religioso fueran más abundantes para Carducho, pues el pintor sevillano fue reservado para los retratos por el carácter icástico de su arte, ajeno al florentino. También se requirió su concurso en obras históricas para los palacios reales y desempeñó funciones en defensa de los pintores que demuestran su prestigio. Tuvo numerosos discípulos entre los que destacaron Castello, Román, Francisco Fernández, Ximeno y, sobre todo, como decimos Francisco Rizi.
En 1633 publicó «Diálogos de la pintura», texto ejemplar sobre los conceptos de academicismo a la italiana vigentes en su tiempo y de las reservas ante el realismo caravaggista.
Su obra principal
Después de pintar el retablo de las jerónimas -vulgo Carboneras- de Madrid, y la Anunciación de las Descalzas, de la que existe réplica en el Prado, donde también se conserva el retrato póstumo de La beata Mariana de Jesús de 1626 a 1632, se ocupó de su obra principal: la serie de cincuenta y seis lienzos monumentales para la cartuja de El Paular con diversas historias de santos, que pertenecen al Museo del Prado y de los que se conoce una veintena de bocetos y otros tantos dibujos preparatorios, habituales en su método de trabajo y de los que nos han llegado alrededor de ciento cincuenta de distintas épocas. Demuestra Carducho su madurez en el dominio del espacio, la habilidad para las composiciones complejas llenas de equilibrio, la capacidad narrativa y la moderación en la expresión de los sentimientos, la riqueza y variedad cromática teñida de venecianismo, la atención a los detalles secundarios en ambientes de interior o de paisaje y la corrección anatómica.
Para el Alcázar de Madrid realizó una pareja de reyes (1625) como modelo de los que se pintaron más tarde para el salón dorado y la alcoba del rey, una Historia de Escipión (1626) y una Expulsión de los moriscos (1627), todos desaparecidos (del último hay un dibujo preparatorio en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid); seguramente también es suya la Cabeza de gigante que se guarda en el Prado. De los años siguientes abundan los lienzos para retablos, la mayoría conservados: Braojos (Madrid), ermita del Ángel de Toledo, franciscanas llamadas de Constantinopla, franciscanos de San Gil y San Antonio de los Portugueses de Madrid, «Sagrada Familia» de origen ignorado (Prado), mercedarios descalzos de Madrid (Prado) de 1631, agustinas recoletas de Pamplona. En 1632 contrató los retablos y doce historias para los trinitarios descalzos de Madrid, que posee en su mayoría el Museo del Prado, que adquirió en el año 2000 Ordenación y primera misa de San Juan de Mata; en estas obras continúan las características de la serie cartuja con gran valoración de los segundos términos.
Felipe IV llamó en 1634 a Carducci, tras la finalización de los lienzos destinados a El Paular, para realizar tres grandes lienzos destinados a decorar las paredes del Salón de Reinos del Palacio de Buen Retiro, el conjunto decorativo de mayor contenido simbólico del reinado de Felipe IV, siendo el único el único artista que realizó tres obras inspiradas en batallas (Fleurus, Constanza y Rheinfelden), ganadas por las tropas españolas en la década de 1620.
Durante los últimos años de su vida volcó su actividad en lienzos para los palacios reales) para el Salón de Reinos en 1634 (Prado) y Ataúlfo, rey godo en 1635 (Prado, depositado en el Museo del Ejército) para el Buen Retiro y toda la decoración -veintiséis pinturas- del oratorio de la Torre de la Parada («Desposorios» y «Visitación» en el Palacio Real) en 1636-1638.
Llegó a ser uno de los artistas más respetados y prestigiosos de la corte madrileña de los últimos Austrias, y el más capacitado para acometer un trabajo tan complejo como el que desarrollo en El Paular, donde se requería un gran domino de la composición, el espacio y la capacidad narrativa, a la vez que una gran habilidad en el manejo los grupos de personajes y la paleta de colores.
Su imagen se muestra en un autorretrato de *91.9 x 85 cm *circa 1633/1638” en el Museo Nacional del Prado
Soneto de Lope de Vega
Florentino de nacimiento, Madrid le acogió con los brazos abiertos, como siempre ha sido costumbre en la capital de España. Entre sus amigos estaba Lope de Vega, que le dedicaría uno de sus sonetos, y en la Villa y Corte contrajo matrimonio con Francisca de Benavides el día 3 de febrero de 1608, siendo su hermano Bartolomé uno de los testigos.
Ella era propietaria de unas casas en la zona del barrio de las Letras y allí viviría el matrimonio, muy cerca del antiguo domicilio de Bartolomeo Carducci, situado en la calle Atocha junto a la plaza de Antón Martín. Se sabe que en 1611 vivía en la esquina de las calles de Huertas y Echegaray, para trasladarse en 1614 a la calle del Prado, donde una placa situada en el actual nº 4 nos recuerda su vida en el barrio madrileño.
Iglesia de San Sebastián
Es seguro que enviudó de su primera esposa ya que, por documentos conservados en la iglesia de San Sebastián, se sabe que, entre 1626 y 1638, vivió en la calle de Atocha, en la manzana 235, casas 9 y 10, junto a la mencionada iglesia con su segunda esposa, Francisca Astete, que también murió en noviembre de 1630. Hombre piadoso – fue miembro de la “Seráfica y Venerable Orden Tercera de Penitencia de Nuestro Padre San Francisco”- falleció en Madrid en 1638 a los 62 años de edad, siendo enterrado en el Monasterio de San Francisco vestido con el hábito de la orden.
El encargo para la Cartuja de Santa María de El Paular
El 29 de agosto de 1626, Carducho firmó un contrato para realizar la serie pictórica más completa y ambiciosa jamás realizada sobre la orden de los cartujos: un conjunto de cincuenta y cuatro lienzos de grandes dimensiones y los dos más pequeños con los escudos del monarca y el de la orden religiosa que realizó el encargo, estos últimos tan deteriorados que se dieron por perdidos.
Las 54 telas principales se dividen en dos grupos: las 27 primeras ilustran la vida del fundador de la orden, San Bruno de Colonia, desde que decide abandonar la vida pública para retirarse a los montes de la Chartreuse (Francia), hasta su muerte y primer milagro póstumo.
El segundo grupo muestra algunos de los acontecimientos más notables de los cartujos en diferentes lugares de Europa, en un recorrido que abarca desde el siglo XI al XVI reflejando su vida de humildad, mortificación y penitencia, sus retiros en paisajes solitarios, y su infatigable dedicación al estudio y a la oración.
El ciclo se cierra con un grupo de escenas sobre la persecución y el martirio padecidos por algunas de sus comunidades en los siglos XV y XVI, destinadas a reforzar la fe de los cartujos, al tiempo que ilustraban los conflictos religiosos y territoriales de la Europa del Renacimiento.
Colocación
Concebidas como pinturas murales, fueron colocadas sin bastidor sobre los muros, apoyadas en tableros y enmarcadas con una moldura de escayola. La humedad y la exposición fueron la causa de la mala conservación de algunas d las telas, que aun tendrían que sufrir mayor deterioro durante su desmontaje y traslado a Madrid tras la Desamortización de Mendizábal de 1836. Sin duda una serie de obras de gran belleza plástica en las que, en palabras del Museo Nacional del Prado:
«Carducho demuestra su madurez en el dominio del espacio, la habilidad para las composiciones complejas llenas de equilibrio, la capacidad narrativa y la moderación en la expresión de los sentimientos, la riqueza y la variedad cromática teñida de venecianismo, la atención a los detalles secundarios en ambientes de interior o de paisaje y la corrección anatómica»
Los lienzos. Distribución y descripción
Comenzando por la panda- en cada lado del claustro galería o corredor cubierto y limitado por arcadas- norte del claustro y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, los lienzos están colocados en este orden:
Panda norte
La Virgen María y San Pedro se aparecen a los primeros cartujos
San Bruno reza en La Torre, Calabria
Encuentro de San Bruno con el conde de Sicilia y Calabria
Aparición de San Bruno a Rogerio Guiscardo, conde de Apulia y Calabria
Muerte de Landuino en los calabozos
La muerte de San Bruno
La fuente milagrosa de la tumba de San Bruno
San Bernardo de Claraval visita a Guigo I en la cartuja
Aparición de la Virgen a un hermano cartujo
El padre Bernardo rezando en la cartuja de Portes
La aparición de Basilio de Borgoña a su discípulo Hugo de Lincoln
La observancia cartujana más allá de la muerte
La humildad del conde Guillermo II de Nevers
Panda este
La muerte del Venerable Odón de Novara
El papa Alejandro III consagra a Antelmo de Chignin como obispo de Belley
Esteban de Châtillon, obispo de Die, predicando al pueblo
El prior Boson resucita a un albañil
Aparición de la Virgen y el Niño a Pedro Faverio
Reconocimiento del cartujo y cardenal San Nicolás Albergati
Incendio en la Cartuja de Praga y persecución a los cartujos
La visión de Dionisio Rickel, el Cartujano
Martirio del padre Andrés, prior de la Cartuja de Seiz
Martirio de los cartujos de Mauerbach
Martirio de los priores de las cartujas inglesas de Londres, Nottingham y Axholme
Prisión y muerte de los diez miembros de la cartuja de Londres
Martirio de los padres John Rochester y James Walworth
Panda sur
El martirio de tres cartujos en la cartuja de Londres
El martirio de los cartujos de Bourg Fontaine
El martirio de los cartujos de Roermond
Martirio de cuatro monjes en la cartuja de Roermond
El martirio de Roermond de Vinzenz Herck y Jan van Loewen
La conversión de San Bruno ante el cadáver de Diocres
San Bruno y sus seis compañeros se retiran de la vida activa
La visión de San Hugo, obispo de Grenoble
San Bruno y sus seis compañeros visitan a un ermitaño
San Bruno y sus seis compañeros se presentan ante San Hugo
San Hugo acompaña a San Bruno y a sus seis compañeros al macizo de la Chartreuse
El éxtasis de Jean Birelle
La Virgen se aparece a Juan Fort
Aparición de ángeles músicos a San Hugo de Lincoln
Panda oeste
La Virgen, acompañada de San José y San Juan Bautista, ampara bajo su manto a la orden cartujana
El milagro del manantial
El obispo Hugo toma el hábito de cartujo
Humildad de San Hugo y de San Guillermo, abad de San Teodofredo
San Bruno despide a San Hugo
Visión del papa Víctor III
El papa Urbano II llama a San Bruno a Roma
San Bruno se despide de San Hugo antes de su viaje a Roma
San Bruno y sus compañeros ante Urbano II
San Bruno se despide en Roma de sus compañeros
Urbano II delibera con San Bruno
San Bruno renuncia al arzobispado de Reggio Calabria
Poder disfrutar del ciclo cartujano en el Real Monasterio de Santa María de El Paular, en Rascafría, de Vicente Carducho es un privilegio, puesto que desde que el pintor toscano lo pintara en 1632 por encargo del prior Juan de Baeza, tras su dispersión en 1836 con la desamortización de Mendizábal, el ciclo no había regresado a su emplazamiento original.
José Belló Aliaga