Juan Ángel Amador Fresneda. Exalcalde de Villanueva de la Fuente.- Había pasado casi dos siglos desde que a mediados o últimos del XV el edificio de la ermita de San Cristóbal se ubicara y construyera en lo alto “del Calar”, divisándose Villa Nueva a lo lejos y llegaba el 1650 y había decrecido sustancialmente la devoción a la imagen del Santo en su ermita. Por entonces reinaba Felipe IV en España y en el Ayuntamiento-Concejo Municipal gobernaba el alcalde Pedro de Coca y Arrabales, familiar del Santo Oficio, uno de los miembros “De Coca”, asentados en la localidad durante más de un siglo.
Así mismo, tiempo atrás otra familia “Los Balencia” se había asentado en la ciudad con una desahogada economía, suficiente poder religioso y destacada posición social. Esta última familia ocupaba un lugar predominante en la jerarquía de la iglesia y uno de ellos, Bartolomé de Balencia Márquez, nacido en la localidad el 27 de marzo de 1571, había estudiado en la Orden de Predicadores para posteriormente desempeñar su labor religiosa, como comisario del Santo Oficio, en el céntrico barrio de “Antón Martín” en Madrid. Bartolomé, junto a su familia, había destacado por su devoción mariana a la Virgen de los Desamparados, popularmente conocida como la “Geperudeta” por la inclinación de su cabeza, que se veneraba desde el año 1414 en el Reino de Valencia y como patrona de la importante ciudad, extendiéndose su culto por algunos lugares de la península por los siglos XVI-XVII.
Por eso, es oportuno recordar que en aquellos tiempos, y a través de la historia, los actos de donación de imágenes, a parte de su componente de fe, como motivación religiosa prioritaria en los donantes, llevaba aparejado un factor de poder, prestigio e influencia social. Y por supuesto, en el siglo XVII la elaboración de las tallas de imágenes de hecho eran de estilo barroco y lógicamente la de la imagen de la Virgen de los Desamparados, donada a Villa Nueva, debió realizarse en alguno de los muchos talleres de imaginería, preferentemente de Madrid o Valencia. Ello nos lleva al documento acreditativo de la donación de la Imagen de la Virgen de los Desamparados a Villa Nueva de la Fuente, el año 1650, la Encuesta del Cardenal Lorenzana de Toledo de 1782, cumplimentada y contestada por el sacerdote Francisco Romero Verdexo, párroco de Iglesia de Ntra. Sra. de la Paz situada en el antiguo casco urbano. Según consta en la pregunta II del cuestionario donde se escribía sobre Ntra. Sra. de los Desamparados lo siguiente: “(…) cuya ermita por los años de 1650 fue advocada de San Cristóbal, hasta que por cierto devoto se colocó la gran Reina de los Ángeles en el altar mayor de este santuario, habiéndose aumentado tan excesivamente la devoción de los moradores de Villanueva que en todas sus necesidades y dolencias no hallan más refugio ni amparo que acogerse al patrocinio de esta Señora, especialmente cuando se experimenta falta de agua para los campos. En cuyas ocasiones y conflictos con la mayor veneración, procesionalmente conducen a esta soberana Reina a su iglesia parroquial en que le tributan reverentes cultos”.
Por otra parte, resulta una cuestión muy llamativa observar en dicha encuesta la ausencia del nombre concreto del devoto, que se encuentra omitido. Las causas son desconocidas. Pero ello supone que quizás pudo ser por haber desaparecido o extinguido el apellido de la familia donante en el pueblo o por algún otro tipo de reserva o cautela que convenía que permaneciera en el anonimato. Pero enseguida, a partir de ese momento, la familia “Balencia” fundaba la Cofradía-Hermandad de Ntra. Sra. de los Desamparados. A este respecto, poco después, Bartolomé Márquez en su avanzada edad, encontrándose enfermo, antes de su fallecimiento, otorgaba testamento en Madrid el 11 de enero de 1654, reflejando la constitución de una capellanía, posiblemente de la Virgen, haciendo constar en su sucesión testada lo siguiente: “(…) declaro, asimismo, que la capellanía que gozo en la dicha villa de Villanueva de la Fuente, en falleciendo yo, toca y pertenece a los nietos del dicho Alonso Márquez, mi hermano, y por cuanto hay otros para poder obtener dicha capellanía, hijos de primos hermanos míos: y aunque los nietos del dicho Alonso Márquez, mi hermano, están en más remoto grado tienen la ventaja y justicia que es el ser parientes del fundador por dos partes”.
Además, es un hecho que cada año se incrementaba la devoción en la Virgen y las donaciones de los devotos, como el ejemplo de Juan Gómez, que lo hacía en testamento en su inscripción de defunción en 1658: “una vaca y su cría”. Mucho tiempo había transcurrido y para 1753, redactándose el documento del Catastro del Marqués de la Ensenada en Villa Nueva, se escribía que la Hermandad de la Virgen había tenido en el siglo anterior dos casas como propiedad, adquiridas o recibidas quizás como donaciones. Estas viviendas, y tantas otras, luego aparecían convertidas en solares en el proceso de abandono del casco urbano antiguo reflejado en este catastro. Las casas estuvieron situadas a 14 metros de distancia una de otra en la desaparecida calle del Padre Hidalgo, cercana a la antigua Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Paz, con la apariencia de que la cofradía pudiera haberlas utilizado como ofertorio, almacén o con otra finalidad.
Con el incremento de donaciones y limosnas, pasados unos años, en torno a las dos últimas décadas del XVII, aproximadamente, a partir de 1680, comenzaba a proyectarse la ampliación de la antigua ermita de San Cristóbal, ya advocada a la Virgen, que por entonces debía presentar problemas de adaptación y conservación. No siendo posible precisar el momento exacto de la ejecución de estas obras, sin embargo si se pueden confirmar hechos evidentes observables en el edificio como prueba. Este dispuso de su puerta principal orientada a Villa Nueva y a Alcaraz, con el acceso por el camino de “las Cuevas”, por donde habitualmente, a través de una escalinata, se subía al pequeño patio y al interior. La estructura del edificio; de una sola nave, su pequeño original retablo con su altar y la sacristía. Todos estos elementos en el lado opuesto a su original puerta, donde al principio se ubicaría la Imagen de la Virgen de los Desamparados hasta que finalizaba dicha transformación del edificio.
Con todo lo anterior, era necesario trazar y emprender el costoso proyecto que se llevaba a cabo en la parte del inmueble, que arquitectónicamente tenía más posibilidades técnicas y constructivas en el lado de las antiguas escaleras de acceso y bajada, en el lado noreste. La financiación procedía de las limosnas que los devotos depositaban en las ermitas; de los Desamparados, del Santo Cristo del Consuelo, y en los baños “Del Cristo”, situado a nueve kilómetros. Estos baños, como el entorno circundante al santuario de la Virgen “el coto de San Cristóbal”, fueron propiedad del Concejo Municipal como bienes de propios hasta el periodo desamortizador. Dicha gran transformación suponía, primeramente el cambio de la antigua puerta, que tenía orientación noreste, a la pared lateral en el norte. El objetivo era seguir utilizándose el edificio por esta última entrada, mientras duraban las reformas instalándose un reducido pórtico para aliviar las inclemencias del tiempo, que sirvió durante varios siglos de embellecimiento. Siguieron dichas obras; con el trazado de su crucero, con tres arcos de refuerzo, ábside, techumbres, camarín para la Virgen y nueva sacristía. Debajo del camarín, aprovechando el desnivel del terreno, también se construía un pequeño recinto habitacional, en la posición que tenía el espacio por donde habían estado situadas las antiguas escaleras y muy posteriormente, avanzado el siglo XVIII, se construía la vivienda de los santeros para el cuidado y atención al santuario. Es decir, todo ello, para adaptar el recinto sagrado a las necesidades del momento, con la fábrica de nuevas estancias, para albergar con comodidad y relevancia a la nueva imagen de la Virgen que había despertado mucha devoción en los habitantes del pueblo y de otros lugares cercanos.
La gran reforma conocida de la ermita había finalizado en los primeros años del siglo XVIII con la anotación e inscripción “1705”, encontrada en los primeros años del XXI, en el yeso del camarín de la Virgen. A estas obras le seguirían otras, posiblemente, en el siglo XIX, con un enfoscado o enlucido interior que cubría sus pinturas originales, con representaciones de vidas de santos y motivos religiosos, siendo rescatadas en parte, con posterioridad a las últimas obras de embellecimiento del templo en los años 2004-2006. Casi al tiempo, a principios del XVIII, cuando finalizaba la ampliación del Santuario de la Virgen, se realizaban reformas en la ermita de San Nicasio, pero no teniendo evidencias del contenido de ellas sí sabemos que se terminaban con el cambio de advocación al Santo Cristo del Consuelo en 1725. Esto sucedía al tiempo que se terminaba de dorar el retablo del Santo y en la puerta del templo se gravaba con primorosos caracteres: “Aquí está la medicina para todos los accidentados y afligidos”. Con todo, el trasiego de fieles y gentes, como peregrinos de las comarcas vecinas, se incrementaban siendo tan importante para la localidad que estos se acercaban a orar, ofreciendo sus donativos, solicitando indulgencias y depositando los exvotos que representaban su enfermedad, dolencia o lesión física junto a la talla del Santo Cristo, recibiendo como obsequio la imagen impresa del Santo en una estampa, como resultado de la indulgencia, recuerdo y testimonio de sus visitas. Cabe decir que la original talla del Cristo que presidía el recinto religioso de dicha ermita, debió ser realizada por alguno de los artistas-imagineros que trabajaban habitualmente para las parroquias de la ciudad de Alcaraz durante los siglos XVI-XVII.
Por aquellos años todavía los mercados por San Lucas, más o menos anuales, se celebraban en las inmediaciones de la parroquia antigua de Ntra. Sra. de la Paz, desde los últimos años del siglo XV o principios del XVI, con las celebraciones de las “funciones de toros y pólvora” en enero para las fiestas patronales de la parroquia, según se escribía en la Relación de Bienes de la Encomienda de Villa Nueva de la Fuente de 1731. Pero para mediados del XVI, dichos mercados debieron ubicarse entre la nueva plaza Pública y el Santuario de San Nicasio durante décadas. Cuando avanzaba el siglo XVII, la pretensión tanto del Consistorio Municipal como la Hermandad de la Virgen fue tomar la decisión del cambio de fecha de los mercados de octubre por San Lucas para convertirlos en la Feria del día 1 de septiembre, con la titularidad de la Virgen de los Desamparados. Sin embargo, en el momento que estos eventos feriales se estabilizaban e incrementaban, debido a la necesidad de organizar «La Cuerda» de animales y la concurrencia de puestos de los feriantes, se construía el Corral-Cercado de la Feria, aproximadamente, entre 1755-65, con el patrocinio del Ayuntamiento y la propiedad de la Virgen, dado que las ferias ya venían celebrándose y acomodándose en otras latitudes y ciudades manchegas a los periodos marianos para el verano, como así ocurría en el caso de Villa Nueva.
Siguiendo con la información que aporta la Encuesta del Cardenal Lorenzana de Toledo de 1782, esta era contestada tardíamente por el mencionado sacerdote Francisco Romero, quien relataba los hechos y los cuales habían acontecido tiempo atrás, en el capítulo 2 del interrogatorio de la siguiente forma: “(…) y está tan extendida y radicada la devoción, que transitan de muchas partes de la Mancha a tributar obsequios a esta soberana Imagen, en términos, que con las limosnas, así este santuario (ermita del Santo Cristo del Consuelo) como el de Nuestra Señora de los Desamparados han adelantado su fábrica aunque no en demasía si bien para la congrua suficiente a su debido culto”. Y retomando la transformación y cambio de los mercados medievales en la Feria de Villa Nueva, no se sabe si la conexión fue inmediata, al no disponer de documentos fehacientes que lo atestigüen, pudiéndose extraer variadas interpretaciones si analizamos los datos que nos proporciona la referida Encuesta. No siendo posible deducir ni concretar la información en el sentido que nos proponemos con este documento histórico, cuando se formulaba en dicha encuesta la pregunta X sobre “Quales son las ferias o mercados, y los días en que se celebran: que géneros se comercian, extraen y reciben en cambio: de donde, y para donde: sus pesos y medidas, compañías, y casas de cambio”, donde el sacerdote escribía en este capítulo 10º lo siguiente: “No hay que expresar en él cosa alguna pues no hay comercio alguno”. Pero parece ser que en esta contestación tan escueta cabría la posibilidad de interpretar la existencia de interrupciones en las ferias por algún motivo que se desconoce, por la falta de datos e información de quien lo escribía. Y no sería factible dar por absoluta ni adecuada esta respuesta comparada con la realidad histórica de las ferias en la Villa Nueva, si tenemos en cuenta lo que escribía dicho sacerdote al final del documento, donde afirmaba para justificación de sus posibles errores, olvidos y corto entendimiento lo siguiente: “(…) si también las erratas de mala pluma, voces, método y conceptos de que he usado, pues cuantas haya y se adviertan son defectos de mi corto entendimiento y no de mi abrasada voluntad”. Y dado que transcurrían años de incertidumbre y el abandono del casco antiguo y del edificio parroquial eran tan evidente, por el crecimiento del nuevo casco urbano, que dicha iglesia para el 1795 ya se encontraba cerrada por ruina y la parroquia se trasladaba a la ermita del Santo Cristo del Consuelo:«(…) en 1798 se decía que la torre y retablo mayor estaban tan ruinosos e indecentes, que por esto y los peligros de ruina de las capillas está la iglesia cerrada de tres años a esta parte, aunque la construcción del nuevo retablo, órgano y demás reparos está encomendada a Antonio Cavallero. Lejos de ejecutarse estas obras, la iglesia fue demolida hasta sus cimientos para aprovechar los materiales, todo a la sombra de los trastornos sociales y para dar alimento a la codicia; y la parroquia trasladada a la pequeña ermita de Sto. Cristo del Consuelo (…)”.
A pesar de todo ello, a mediados del siglo XVIII, la Feria de Villa Nueva estaba cobrando fama nacional y era autorizada y acreditaba, por última vez, en 1797 por el Rey Carlos IV, en la ermita del Santo Cristo junto al Cercado de la Feria en honor de Ntra. Sra. de los Desamparados. Ello sucedía porque el Ayuntamiento durante décadas o largos años había consolidado la feria para obtener dicho título. Resulta extraño que la Encuesta, un documento histórico de primer orden, no hiciera referencia al “Cercado-Corral de la Feria” que para esas fechas el Ayuntamiento de Villa Nueva y la Hermandad de la Virgen, en su cometido religioso, llevaban bastante tiempo administrando dichos eventos feriales. Aunque en principio no tuvieran periodicidad anual con alguna interrupción, siendo esto lo más probable que ocurriera en los albores de los mercados medievales y en los de la época moderna por San Lucas, esto fue menos probable luego con la aparición de la Feria de Villa Nueva de la Fuente, donde solo tenemos constancia de sus aplazamientos e interrupciones por la Guerra Civil española y por las pandemias del Cólera y la Covid-19.
Bibliografía.- La Feria a través de los siglos-Villanueva de la Fuente- Crónica de los últimos 200 años. (Pendiente de publicación).- Juan Ángel Amador Fresneda