Relato para el verano: La última voluntad del señor Pinkmoon (9)

Por Toni Borton

Caminaba por el jardín cuando me topé con Thomas tras el recodo de un seto. Como buen británico y sobre todo como todo inglés genuino andaba igualando los cabellos sueltos del arbusto mural. Pero no me dio la sensación de que estuviera ocupado en su tarea de jardinero, una de las múltiples que hacía en Crazy Winds, sino que me estaba esperando. Traté de disimular mi sorpresa porque al fin ya cabo el huésped era yo y él estaba en su territorio y en su trabajo. Me limité a darle los buenos días y me interesé por la propiedad. Thomas con cierta distancia que corroboré a medida que avanzamos en nuestra conversación me contó que Crazy Winds había sido adquirida por el tatarabuelo de sir Arthur a un noble arruinado por el juego. Recordé entonces el gran retrato del pariente de sir Arthur que presidía la sala de la gran biblioteca. Se trataba del barón James Pinkmoon cuya línea de sucesión había llegado intacta hasta sir Arthur, que tuvo durante unos años un aburrido papel en calidad de Lord en la cámara noble de la Corona. No había nada especialmente relevante en la línea de sucesión. Debo decir que eso me extrañó pues dada mi afición a la lectura y a mi condición de simple súbdito de origen humilde me hice a la idea de que la aristocracia y su forma de vida constituían una verdadera cámara de los horrores así como los grandes palacetes que habitaban. Corrupción, hipocresía, infidelidades y hasta asesinatos era lo que me venia a la cabeza en todo lo referente a la nobleza británica. Al parecer, no era ese el expediente genealógico de sir Arthur… hasta los sucesos que me ocupaban.

Thomas puso el mayor énfasis en contarme que los Pinkmoon siempre habían sido muy cuidadosos en preservar sus títulos sin escándalos e incluso habían mejorado la hacienda y enriquecido la mansión con objetos artísticos de obras de gran valor. No fue una vez sino varias las que Thomas habló de deshacerse de alguna de ellas y  cederlas al Museo Nacional y no fueron pocas las veces que la señora Pinkmoon organizaba subastas en York con fines altruistas.

-Y te diré una cosa más, muchacho, que supongo ya sabes. La inocencia de sir Thomas en todo lo que concierne a la muerte de su esposa y su amante está fuera de toda duda. No lo digo yo que puedo tener la obligación de encubrirlo por necesidad o en mi caso por agradecimiento, porque el trato recibido en Crazy Winds siempre ha sido exquisito por parte de los señores…

-Desde luego Thomas, nadie dice lo contrario. Mi presencia aquí solo tiene una finalidad: escribir sobre la vida de sir Arthur después de aquello, cómo ha llevado la carga de sentarse en el banquillo y sobre todo su reclusión casi carcelaria aquí, sin apenas vida social…

– Pues precisamente por eso. Te entiendo. Los malditos periódicos siempre están metiendo las narices en todo cuanto suponga sensacionalismo o escándalo. Y esa deriva llegará con el tiempo, te lo puedo asegurar, a convertir la prensa en un grandísimo salón amoral de cotilleros y mentiras.

Thomas se puso serio, dejó caer las enormes tijeras de podar y me espetó sin que le temblara la voz:

-Así que supongo que ya tendrás suficiente para tu reportaje…

-¿Me estás diciendo que me vaya?- Lo encaré con cierta altanería.

-Exactamente, chico…

-¿No cree que lo correcto es que sea el propio sir Arthur quien ponga fin a mi hospedaje?

-Aquí, el amo es sir Arthur, pero sus ojos, sus oídos y su voz soy yo. Por cierto… tengo entendido que el otro día tuvo usted un encuentro con la hija del señor Harris a la salida de la catedral…

-¿Cómo lo sabe?

-Vaya, al menos te agradezco tu sinceridad ya que lo podías haber negado, pero como te he dicho soy los ojos y los oídos de sir Arthur. En el páramo y en York no se mueve una hoja sin que lo sepamos. A pesar de que la gente y seguramente tú, crea, que la reclusión del señor Pinkmoon conlleve un aislamiento total del mundo, y que yo apenas salgo de la propiedad salvo para hacer trámites indispensables…

Me quedé anonadado, no sabía qué responder, ni siquiera explicarle que mi profesión se basa en la búsqueda de información e incluso la verdad, aunque tal cosa, pareciera vanidosa y rimbombante…

-Está bien, Thomas, supongo que es a través de tu voz que el señor Pinkmoon me está diciendo que mi tarea en Crazy Winds se ha terminado.

– No, no es así, en esta ocasión, mi fiel Thomas se ha propasado un poco. Lo comprendo, está a mi servicio desde… ¿cuánto tiempo hace? Bueno, para el caso  es lo mismo…

Quien así habló fue el propio sir Arthur que apareció de repente del recodo del seto y por lo que dijo había escuchado sino toda parte de la conversación.

-Perdone, señor Pinkmoon, yo…

-No te lamentes, fiel Thomas. Anda déjanos solos un momento. Ya le diré personalmente a Jeremy cuando hemos acabado con su trabajo…        

Relacionados

1 COMENTARIO

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img