Natividad Cepeda.- A la Villa de Campo de Criptana hay que llegar con pasión porque vivir sin pasión es no sentir los aconteceres de la vida en plenitud. Y en ese contexto se encuentran los llamados Patrimonios inmateriales. Aquellos que no son tangibles pero si nos conmueven y apasionan y por todo ello hay que protegerlos. Pisar la sierra criptanense por primera vez es una experiencia única porque nos sentimos sublimes y algo en lo más profundo de nuestro ser intuimos que en esa elevación sucedieron misterios insondables, tan profundos que nos quedamos en silencio como si ese lugar nos detuviera y atrapara sin poder evitarlo. No estamos preparados para vivir ese impacto emocional a causa del ruido que nos rodea y aturde para escuchar el eje invisible de la tierra. Y se olvida; olvidamos, que la tierra se mueve constantemente. Como se olvida la magnitud y fuerza que emana de las piedras, su grandeza y su sonido.
Quedarse a ver caer el sol por el horizonte en su ocaso, en la sierra de Campo de Criptana, es sentir en sus cambios de color el poder del planeta en nuestro mismo corazón. Y es entonces cuando el misterio nos cerca en su silencio de siglos, de milenios y millones de años los que hicieron elevarse gracias al magma volcánico, rocas incandescentes del interior y que al asentarse nació la sierra. Abertura materna de Gea o Madre Tierra. Aquella diosa mitológica de los griegos. Los nuestros, de ellos somos los nacidos en Occidente.
Gea, olvidamos su nombre y nos olvidamos de ella, diosa femenina, de ella nacieron los dioses y nosotros, hombres y mujeres pobladores de la tierra. Y es en el silencio cuando sentimos la búsqueda que llevamos dentro en lo alto de los montes: de nuestra sierra milenaria, alzada al cielo, sin cobijo alguno, para que hasta ella llegue la música de las esferas celestes. Después vinieron los molinos, pero antes de los molinos esta villa ya era tierra de gigantes. Tiempo y profecía, esa extraña secuencia de creer en lo que se necesita para compartir el presente con el pasado. Así es como seguimos el hilo conductor de la vida que nos lleva hasta nuestra dimensión o relevancia. Y bajo este trazo de sierra hallamos un pueblo asentado en ella permanentemente.
Campo de criptas; silencio para los que se van en el recinto subterráneo de una cueva. Circulo de piedra para no olvidar a los nuestros. Y así han perdurado los pueblos desde antiguo. Cripta para el culto divino, en lo más alto, la Señora de estos campos, la que protege y ampara, la que bajo su amparo el pueblo se congrega; Nuestra Madre la Virgen milagrosa de Criptana. Creer es ver, sin ver lo inaudito y maravilloso del alma. Aquello que sentimos y nos brota a pesar de no querer escucharlo. La tierra alzada al cielo en su gigantesca sierra desde donde se divisan los pueblos tendidos al sol de la llanura. Asomada en esa plataforma me he sentido pequeña, porque estaba en los brazos poderosos de un gigante. Piedra, matriz de lo que perdura, energía que nos inunda por su conexión con Gea; Madre Tierra.
Y aquí estamos bajo las aspas de molinos centenarios y sus conos de piedra admirados, amados, cantados en poemas, modelados en barro, pintados y esculpidos en hierro, como lo hicieron sus hijos Eloy Teno, Francisco Balbuema… Como lo hace su hijo Miguel Balbuena. Y con ellos tantos otros, Isidro Antequera, Ángel Morales, José Díaz, José Manuel Cañas, Andrés Escribano, Valentín Arteaga, Raimundo Escribano, Carmen Manzaneque,, Ana Iris Simón… Patrimonio de esta villa alzada al sol manchego que la hace imperecedera en la música de Luis Cobos, en la maestría de Maribel Beltrán y las voces de su maravillosa Coral. Con María Zaragoza, María Manjavacas, Carlota Violero, Sara Montiel, Lola Madrid, a la que le debemos su pasión inmemorial de amor a sus molinos y a su gente, por encima de sus tristezas y de su edad…
Nombres admirados a los que hay que recordar, Manuel Angulo Sepulveda, Rafael Calonge, Manuel Angulo Lopez-Casero, Bernardo Gomez, Ángel Arteaga. Los Manzaneque, Purificación Ortiz… y el Caballero Hidalgo Enrique Alarcón, alma de cineasta y Profesor de la Escuela Oficial de Cine. Domingo Miras Nombres de hoy enlazados con los de ayer, Jose Antonio Diaz Hellín, José González Lara, José Aureliano de la Guía José Antonio Sánchez Manjavacas, Micaela de Peñaranda y Lima… Aquí están esta noche con nosotros. En ellos está el espíritu cervantino, Nicolás Ramos Pintado, Miguel Ángel Mellado Fernández, otro Hijo Predilecto y Maestro de la Información apasionado por el periodismo y su tierra y la poetisa Isabel de Perillán y Quirós
Quedan nombres, de mujeres y hombres de ayer y de hoy, ninguno anónimo, políticos, maestros, albañiles, modistas, tenderos, agricultores, bodegueros… Gracias a ellos Campo de Criptana es tierra de gigantes porque en sus hombros se sostiene este hermoso lugar manchego. Gigante en su Historia de casas Nobles y escudos que vemos sin recordar a quien pertenecieron. Retratos claves del hechizo de un lugar por donde todavía el encanto de sus calles se percibe sobre el fondo azul del cielo criptanense, que es su patrimonio inmemorial de siglos.
Necesito creer que por los caminos llega Miguel de cervantes con su universal personaje Don Quijote de la Mancha a defendernos de tantas injusticias actuales. Nacimos para amar y lo olvidamos. Nacimos para sentir la lluvia en nuestra piel y se nos secan las lágrimas. Nacimos para olvidar las heridas y nos empeñamos en que no cicatricen. Cuantas veces me he sentido amada en estas calles, por sus gentes… Todas ellas regueros de luz en mi corazón. No busquéis criptanenses la belleza y el amor fuera de vuestras paredes. Recordar que en la sierra se tocan las estrellas, y el cielo todavía es vuestro, para beber el misterio que os circunda y os hace diferentes y únicos en la estela del tiempo.
Buen artículo, pero con unas cuántas faltas de ortografía, parece mentira….