Natividad Cepeda.- Venimos de la precariedad de ayer y de las leyes que se nos dieron. Por eso indagar en esa trayectoria es mirarnos en el espejo de hoy Socuéllamos y Tomelloso. Y para ello hay que ir hasta donde se lee…
El licenciado Diego de Piña, teniente de gobernador en esta villa de Alcázar y su partido por el ilustre señor licenciado Mieses, gobernador y justicia mayor en esta dicha villa y su gobernación por ilustrísimo señor don Antonio de Toledo, prior de San Juan del partido de León, mi señor. Hago saber a vos el concejo, justicia y regimiento de el lugar Tomelloso, jurisdicción de la villa de Socuéllamos, que para la descripción que Su Majestad manda hacer en estos reinos para la historia y grandeza de ellos recibí una cédula de Su Majestad firmada de su mano real, refrendada del secretario Juan Vázquez con cierta memoria de pueblos en que se ha de hacer la dicha descripción. Su tenor de lo cual es el que se sigue: Tomado del libro de “Los pueblos de Ciudad Real en la Relaciones Topográficas de Felipe II del autor Javier Campos y Fernández de Sevilla”.
Ir a las fuentes fundacionales de los pueblos es bucear en sus orígenes y escribir sobre Socuéllamos es primordial a los nacidos en Tomelloso a pesar de los escasos contactos mantenidos entre los habitantes de las dos poblaciones. La Historia de los pueblos de España recogida en las Relaciones Topográficas por orden de del Rey Felipe II es una fuente detallada de los asentamientos, y fiables, por lo que en mi opinión es imprescindible traer a este Congreso algunos datos escritos en esas Relaciones; en las que se sigue diciendo en otro párrafo:
“Fecho en la villa de Alcázar, a cuatro días del mes de octubre de mil y quinientos setenta y ocho años. Diego de Espinosa (rubricado). Por mandado del señor gobernador, Pedro de Vargas Almerna, escribano (rubricado).”
Estudios posteriores han documentado la trayectoria humana de Tomelloso a través de los siglos, no separada del acontecer de los pueblos limítrofes, sobre todo por la dependencia del pueblo matriz; Socuéllamos, la aldea que creció y se hizo independiente teniendo que renunciar a ella a su pesar. Pero el silencio aquietado de los siglos ha olvidado tantos avatares vividos en esta tierra manchega tan dura que ha hecho, y sigue haciendo, que sus gentes continúen sacándole a la tierra su sustento y su orgullo.
La vid nos une y signa en nuestro vivir diario junto a la tradición cristiana y las fiestas patronales heredadas por aquellos cristianos viejos que con luces y sombras de convivencias nos han legado. Así quedó recogido en el Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real escrito por Don Inocente Hervás y Buendía al escribir sobre Socuéllamos relata lo siguiente:
“Al mismo tiempo que el territorio de la Orden de Santiago se llenaba de aldeas y caseríos con los pobladores que venían de toda Castilla atraídos por el cebo de los privilegios y franquicias, que la misma concedía con larga mano, en los términos de la encomienda de Vejezate, una legua corriente arriba del Zancara, en el sitio llamado Socuéllamos y en una hondonada e establecían y levantaban sus pobres casas los primeros pobladores de este pueblo, que corriendo el tiempo había de absorber á las aldeas levantadas á so alrededor. El infante D. Enrique, que con sus numerosos privilegios y generosas franquicias tanto contribuyó al fomento de la población y al aumento de prosperidad y riqueza de la Orden, de que era Maestre, concedió tanto á los vecinos y habitantes de Socuéllamos, como á los pobladores que á él vinieren, el que todo aquel que hiciese una casa y plantase dos aranzadas de viña fuese libre de todo pecho y tributo, sin pagar otra cosa que el diezmo. Fue confirmada esta concesión por el Capítulo General de Tordesillas, tenido en tiempo de los Reyes Católicos. (1) Tan beneficiosa fué esta concesión y de tan sorprendentes resultados para el crecimiento y desarrollo de este pueblo, que de aldea pobre y reducida convirtióse como por encanto en pueblo rico y crecido, pues su justicia declara en 1575 ser el número de sus vecinos 700, de los cuales eran hidalgos 25.”
(1) Relación Topográfica
Venimos pues de aquellas aranzadas plantadas de vides además de esos privilegios que hizo de Socuéllamos territorio poblado. Y es cierto que el misterio de aquellos siglos nos llega hoy a razonar y a preguntarnos que no fue nada temporal ese asentamiento desde la experiencia profunda de la continuidad actual. La viña ha perdurado a pesar de tantas vicisitudes, ruinas, plagas y pandemias sufridas en este ámbito rural donde el misterio de la permanencia generación tras generación es una fidelidad sucesiva en esta población. Quedaron atrás las alquerías desperdigadas de comunidades agrarias y exceptuando a los historiadores casi nadie conoce sus orígenes pero he aquí de nuevo vuelvo a leer en el libro Tomelloso pobladores y fundadores, Tierra del Quijote; libro escrito por Javier Escudero Buendía, Isabel Sánchez Duque y Juan Luis Segura Cobo, que analizando el nacimiento de Tomelloso explican como a Socuéllamos le convino repoblar aquella parte de su término y adelantarse a Pedromuñoz: así lo explican.
Entonces, aquí al menos tenemos parte de la respuesta de porqué Tomelloso se fundó en el oeste del término de Socuéllamos porque en esta parte pensamos que sólo habría un despoblado que reunía condiciones: El Lavajo Rubio, situado en plena cañada, y con camino directo a Tomelloso [con curva], del que desconocemos sus posibilidades de agua, tierras y demás condiciones… Y evidentemente el pozo de Tomelloso y su cruce de caminos.
Por lo que el acierto ha perdurado hasta hoy. El camino iniciado de aquél pasado ha continuado en los dos municipios. Ni que decir tiene, que con los avances de la agricultura actual con estructuras y renta similares y la simbología del vino en sus mitos y contextos literarios y artísticos. Aunque separados en sus convecinos, quizá por ese individualismo manchego estoico y hacía a dentro.
Recuerdo que la primera vez que viajé hasta Socuéllamos fue en mi temprana adolescencia con un grupo de jóvenes que veraneaban con sus familias en el Balneario de La Hijosa, al igual que yo. Allí íbamos durante veinte días en mi infancia, para que mamá se curara de “un ataque de reuma” –así lo llamaban – en sus aguas medicinales sulfatadas. Para los adultos y niños teníamos dos piscinas y fue allí donde aprendí a nadar en la piscina grande, gracias a un joven socuellamino llamado Antonio, alto y guapísimo que parecía un actor de cine y que hizo amistad con mis padres porque al ver que no tenía miedo al agua se encargó, voluntariamente, de enseñarme a nadar.
En el último verano que fuimos coincidió con las fiestas patronales de agosto de Socuéllamos y una pandilla de chicos y chicas de varios pueblos que veraneaban allí, con el permiso maternal y patriarcal, organizaron ir hasta Socuéllamos esa mañana del 15 de agosto a comer chocolate con buñuelos y regresar al mediodía. Me invitaron a ir, a pesar de mis doce años, y mamá me dio permiso, rogando encarecidamente a los jóvenes, me cuidaran bien. La distancia del balneario a Socuéllamos era pequeña, apenas cuatro kilómetros, por lo que llegar no era problema. Recuerdo que al poco de ir caminando por el arcén de la carretera se detuvo un tractor con un remolque invitando a subirnos. Se le agradeció y así llegamos a Socuéllamos descansados y felices.
Pasamos a la chocolatería y nos sirvieron el chocolate y los buñuelos. La mañana se nos hizo corta aunque yo empecé a sentirme algo molesta a causa del chocolate. Regresamos al balneario algo más tarde de la hora de comer y Socuéllamos me pareció grande, sobre todo su iglesia y su ubicación. Por la noche un cólico terrible hizo que a la mañana siguiente viniera un médico a verme y ya no obtuve permiso alguno para volver con la pandilla a Socuéllamos. Aquel fue nuestro último verano en los baños de La Hijosa, mamá se puso bien y se sustituyó el mar levantino por el balneario manchego. Aquellos veranos en La Hijjosa fueron maravillosos. Jamás los he olvidado.
Volví a Socuéllamos en la década de los años noventa con la asociación “Albores” de las Amas de Casa de Tomelloso, de la que era presidenta, en una jornada donde visitamos la Cooperativa y Bodega Cristo de la Vega, por su trayectoria e importancia en Castilla la Mancha. Nos recibió y acompaño su presidente en la visita a las instalaciones y conferencia sobre el vino siendo obsequiadas con sus vinos Yugo. Después volví a La Biblioteca Pública Municipal “Casa Carmen Arias” años después donde dejé mi libro “Poemas para un hombre”. Por diferentes circunstancias no regresé a la biblioteca donde se habló de volver. Una amiga nacida en Socuéllamos me invitó a ir a ver las cruces de mayo por lo celebradas que son y también la invitación de Marisol se esfumó y jamás he visto sus cruces de mayo. Socuéllamos ha estado ahí, cerca y lejos, incluida su estación ferroviaria y el tren cuando íbamos hacia levante.
Compartimos la misma Historia por esos asentamientos humanos alrededor del pozo del Tomilloso y sus casas de labranza o quinterías, que crecieron hasta convertirse en calles de un pueblo que peleó por su independencia, primero en el año 1589, reuniendo los difíciles maravedíes como pago al rey Felipe II, que de nada sirvieron, porque la apelación de Socuéllamos fue escuchada siguiendo los tomelloseros unidos a Socuéllamos. Hasta 1769, reinando Carlos III, las dos poblaciones firman acuerdos y Tomelloso queda independiente de Socuéllamos.
Nos identificamos con Socuéllamos como municipios de la Mancha Norte y por lazos familiares recíprocos a través de los siglos partiendo de los textos históricos y mencionados en mi ponencia. Compartimos la misma naturaleza geográfica y el patrimonio inmaterial cultural y, hasta el desgarro impotente de cuando la economía no nos es propicia. Somos una realidad en la tradición religiosa y folclórica, junto con la sanitaria, lo que nos hace valorar nuestro pluralismo en el marco social actual.
Creo que redescubrirnos es encontrarnos en ese pasado del que formarnos parte desde hace milenos y al que no debemos renunciar por egocentrismos locales absurdos. Tenemos un gran desafío por delante para perdurar en nuestro ámbito manchego, para ello es imprescindible aunar esfuerzo ante la globalización y su concepto de engullir los pequeños núcleos urbanos diseminados en nuestra geografía, tan despoblada; un sistema de frías estadísticas que desconoce el alma de los pueblos. Somos dimensión humana heredada de los antepasados, los cuales tampoco lo tuvieron fácil. Perdurar es no eludir nuestros orígenes porque gracias a ellos hoy estamos aquí.
Natividad Cepeda
Ponencia del XIX Congreso de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha celebrado en Socuéllamos 15 y 16 octubre 2022