Dulcinea 1957, in memoriam

Después de la pérdida de Carmen Sevilla, nos queda el recuerdo de la actriz, cantante y presentadora televisiva que fue. Pero sobre todo, el de la mujer atractiva, alegre y simpática que se ganó el sobrenombre de novia de España y que logró mantener el cariño del público hasta sus últimos días.

En el año 1957, se rodó una película en varios pueblos de la Mancha que posibilitó que el cine español de postguerra obtuviera el reconocimiento internacional que merecía, además de relanzar la figura de esta artista sevillana, como estrella de cine.

La película se titulaba La Venganza, de Juan Antonio Bardem, y estuvo muy vigilada por la censura. Tuvo que cambiar el título original —Los segadores—, para que no tuviera connotaciones políticas. Y, por el mismo motivo, se modificó el periodo en la que se desarrolla la acción. Bardem recogía en su guion la España de los años cincuenta; le censura quería que se retrotrajera a 1935; y el director consiguió que la trama se desarrollara en el año 1931.

Los actores protagonistas eran, además de Carmen Sevilla, el polifacético actor italiano Raf Vallone y el actor español, afincado en Méjico, Jorge Mistral. Aunque cabe recordar la participación de Conchita Bautista —la única superviviente que queda del reparto de este filme—, en el que también intervinieron grandes actores de la época, como Fernando Rey, Francisco Rabal, José Prada o Manuel Alexandre, entre otros.

Los problemas con la censura retrasaron su estreno, pero no impidieron que fuera la primera película española nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1958 y que, ese mismo año, consiguiera el Premio de la crítica internacional en el Festival de Cannes. Y, por fin, en febrero de 1959 se estrenó.

Antes y, sobre todo, después de esta película, Carmen Sevilla participó en varias producciones internacionales: estadounidenses, mejicanas, francesas e italianas, debido a su imagen como estrella de cine en aquellos tiempos. Y llegó a compartir escena con Jorge Negrete, Pedro Infante o Charlton Heston, entre otros personajes conocidos.

Pero volvamos al rodaje de la película en 1957. Los escenarios fueron casi todos manchegos. En la provincia de Ciudad Real se rodó en Membrilla, Manzanares y Alhambra; en la de Cuenca, en Mota del Cuervo y en Las Pedroñeras; en la de Albacete, en Minaya y en la propia capital; y en la de Toledo, en El Toboso, cuna de Dulcinea.

El diario Lanza de Ciudad Real, en su edición del 26 de julio de 1957, recoge una noticia sorprendente de este rodaje. Cuenta que un admirador de Carmen Sevilla, mecánico de profesión y residente en Baracaldo, llegó a Membrilla cuando rodaban, dispuesto a casarse con ella. Y le dijo: “serás para mí o para nadie”, lo que obligó a la actriz sevillana a denunciar a su enamorado admirador.

Siguiendo con la grabación de esta película en El Toboso, podemos decir que en la primera quincena de agosto de aquel año, las gentes del lugar se volcaron con los actores y con el equipo de dirección, facilitando el rodaje. Este evento acabó convirtiéndose en una espontánea fiesta popular aquel verano. Se colocaron, junto al Pozo de la Torre, varios puestos y atracciones de feria que aparecen en una escena en la que, al fondo, se ve la imponente torre de la iglesia parroquial difuminada por la oscuridad de la noche.

Para grabar esa misma escena, eligieron a varios músicos de entre los numerosos miembros que integraban la banda municipal. (En esta fotografía, aparece Carmen Sevilla acompañada por miembros de la banda de música municipal de El Toboso).

Los músicos seleccionados aparecen también en un pasacalle tocando un pasodoble titulado “García Sanchiz”. Se rueda un baile de verbena en el Pozo de la Gascona. Se transforma en taberna, una panadería colocándole un rótulo en la puerta. Y, en una era de las afueras de esta villa, se apiló abundante cantidad de paja y se provocó un incendio que aparece en otra de las escenas de este filme.

En un diario escrito de la grabación se recogen estas incidencias y otras relacionadas con problemas técnicos del rodaje, como las numerosas averías que sufrieron las cámaras. Además de los problemas de salud del director, que acabó tumbado en una mesa de billar; y el de los actores y sus dobles.

Algunas de las mujeres que participaron, como “extras”, recuerdan lo bien que se lo pasaron y que les pagaron cincuenta pesetas.

Pero si hay que destacar algo de este rodaje es la amabilidad y cercanía que Carmen Sevilla mantuvo con todos los toboseños. Y que ella fue el amor platónico de muchos hombres jóvenes que residían en la localidad.

Aquellos toboseños han recordado aquel verano durante el resto de sus vidas. Para ellos, ella fue el mito de mujer aparentemente frágil, pero de belleza y simpatía sin igual, a la que nombraron, emotiva y cariñosamente, Dulcinea 1957.

Sin duda, Carmen Sevilla dejó una huella imborrable en la memoria, pero sobre todo en el corazón, de muchos toboseños.

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