Ciudad Real: La parroquia de Santiago acoge la eucaristía de acción de gracias de la congregación adoratriz

Eduardo Muñoz Martínez.- Continuamos, los ciudadrealeños, las ciudadrealeñas, celebrando el 85 aniversario de la llegada a Ciudad Real, de las primeras Religiosas Adoratrices, allá por 1938.

Ayer, la Parroquia de Santiago, en el Barrio del Perchel, donde desde hace años tienen ellas su residencia, acogió la Eucaristía de Acción de Gracias, a la que asistió, aproximadamente un centenar de personas, presidida por Antonio Ruiz, en la que concelebraron Rafael Melgar, Antonio Guzmán, ambos sacerdotes de esta comunidad, además de Adriano Delgado, de la Parroquia de la Merced; Antonio Esgueva, superior de la comunidad salesiana; Enrique Aceña, sacerdote marianista; y Javier Aceña, sacerdote claretiano.

El acompañamiento musical con cantos como «Nadie te ama como Yo», «El Señor es mi Pastor», «Qué te puedo dar», «Por amor «, o «Para ellas», aparte de los propiamente litúrgicos, corrió a cargo del coro infantil de esta parroquia «perchelera».

Tras la liturgia de la Palabra, con textos sacados del profeta Ezequiel y del apóstol y evangelista Juan, el presidente de la Eucaristía, tras los lógicos saludos, , trazó en su homilía una bien cuidada glosa sobre la vida y la obra de la fundadora de la congregación adoratriz, Santa María Micaela, -en el día que nos recuerda la fecha de su profesión-, que vivió marcada, decía el sacerdote, por la caridad, por el amor a Jesús Sacramentado, por la ayuda a las mujeres vulnerables…

Poco a poco, decía él, fueron creciendo, estando la congregación, a día de hoy, en más de 25 países. Nos animaba a rezar por ellas, por las Religiosas Adoratrices, ya que Dios y la fe mantienen la «casa» en pie, y cuando se reza al Señor, se ejercita la caridad.

Concluía Antonio su alocución exortandonos a confiar en el Señor, pidiéndole que surjan vocaciones. En el ofertorio, dos religiosas presentaron el Pan y el Vino eucarísticos, el Cuerpo y Sangre de Cristo, una vez consagrados, mientras una de las mujeres que atienden, y su hija, ofrecían una planta casi recién nacida, como símbolo de que lo que se cuida, crece y permanece.

Al inicio de la Santa Misa, la hermana Rosario García hacía un loable panegírico de la fundadora, -la ya citada Santa María Micaela-, y al término de la celebración, que finalizó con la bendición solemne, la también adoratriz Antonia Pérez, venia a decir que es la hora de «recoger la antorcha» que las ha de guiar, con nuestro apoyo, hacia adelante, además de agradecer una vez más, a todos los presentes, y a quienes con ellas, y por ellas, trabajan.

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