San Antonio de Padua en El Villar de Puertollano

Herminio Sobrino López.- La Fiesta de San Antonio de Padua en El Villar de Puertollano es una celebración tradicional que honra al santo patrón de la localidad. San Antonio de Padua fue un fraile franciscano italiano nacido en el siglo XIII. Es conocido como el santo de los pobres y es venerado por su don de encontrar objetos perdidos y por ser un intercesor en la búsqueda de empleo y en los problemas amorosos. San Antonio es muy popular en todo el mundo y su festividad se celebra en muchos lugares.

                En El Villar de Puertollano, la Fiesta de San Antonio de Padua se celebra con una serie de eventos y tradiciones que atraen a locales y visitantes. suele celebrarse el fin de semana anterior a su día, pero La festividad generalmente tiene lugar el 13 de junio, día en que se conmemora la muerte de San Antonio.

                La festividad comienza con una misa donde se reúnen los devotos para participar en la ceremonia religiosa. Se realizan lecturas y se entonan cánticos en honor a San Antonio. A continuación, se celebra la clásica procesión en la que se lleva una imagen de San Antonio por las calles del pueblo. La imagen es acompañada por músicos de los alrededores y danzantes tradicionales, sobre todo con las insignias de la Hermandad creando una atmósfera festiva. Durante la procesión, los fieles lanzan pétalos de flores y se realizan oraciones en honor al santo.

HISTORIA:  La historia de esta festividad se remonta hacia el año 1595 donde ya recibía grano los fieles, en este siglo el santuario de San Antonio de Padua ya estaba construido y en pleno funcionamiento. y se ha convertido en una parte importante de la identidad cultural del pueblo y de la comunidad.

                A finales del siglo XIV ó principios del XV, se había fundado una pequeña ermita en el caserío de “Arroyo de la Higuera”, ( hoy llamada “Finca de la Higuera” situada en la carretera de Puertollano/ Villanueva de San Carlos), bajo la advocación de San Andrés. En el año 1510-1569 se hace un inventario de todas las ermitas y cofradías de nuestro entorno, la ermita de San Andrés de la Higuera se dice que está en el paraje conocido como Fuente de la Peña. Se trataba de un edificio sin pretensiones, tosco y sencillo, de una nave, sus paredes estaban construidas de tapia y con un portal techado en la puerta delantera, estando resguardado su acceso con unas sólidas rejas de pino.

Haciendo un recorrido por las Ermitas de nuestros entornos, tenemos que en el año 1562 ya estaba la ermita de Santa Ana (Puertollano), en posesión de recibir diezmos de sus tierras.

                La de San Antonio en el 1595.

                La de San Juan 1649.

                La de San Gregorio 1632.

                La de San Andrés en el 1634.

                La de Nuestra Señora de Gracia 1694.

                 Entre 1617-22, se fundó el Convento de Franciscanos descalzos en Puertollano y a partir de entonces la popularidad de San Antonio por toda la comarca no cesa de crecer. Los sermones eran los más apreciados de la comarca, nuestros mayores vislumbraron la conexión entre San Antonio de Padua y los Franciscanos de Puertollano, sabemos que había oratorios particulares en Puertollano y sus aldeas.

                En el 1647 un sacerdote llamado Juan Carrasco, convence a sus superiores para servir la ermita de San Andrés, cuyo alrededor había muchas quinterías y caseríos como son las del Villar de Puertollano y Arroyo de la Higuera, donde no se decía misa los domingos y fiestas.

                La epidemia de 1785/86, ( hablaremos de ello en próximos relatos) daría el golpe de gracia a la aldea más antigua, tenida por insana, desplazándose su escasa población a El Villar o al mismo Puertollano, buscando la caridad municipal, a fines del siglo XVIII (1797), se da la trágica circunstancia se quema el santuario de Arroyo de la Higuera y su imagen titular es trasladada por un devoto al más moderno templo de la zona, puesto hacía tiempo bajo la advocación de San Antonio de Padua, hay que tener en cuenta que la ermita de El Villar de Puertollano sería una fundación de los Quinientos, pagando impuestos incluso antes de San Andrés de la Finca de la Higuera.

                En el año 1797 hay un incendio en la antigua ermita de San Andrés, El último matrimonio que habitaba en “Arroyo la Higuera”: Manuel González López y Antonia López, los mismos trasladaron los santos al oratorio que había en el Villar de Puertollano, llevándolos en un burro y liados en unas mantas. Sólo se libraron del fuego San Andrés y San Roque (abogado contra la peste), así como una talla de la Virgen que desconocemos.

                En Junio del año 1752 ya estaba construido un santuario en El Villar, poco antes de celebrarse la festividad de San Antonio de Padua, el día 16 de Junio informa el prior de Calatrava a Madrid que estaba finalizada la nueva ermita en la aldea.

POR FIN LA ONOMÁSTICA DE SAN ANTONIO DE PADUA, 1753 se celebró con toda solemnidad el Santo Patrón. Al acontecimiento acudieron las autoridades civiles y eclesiásticas de Puertollano y sus aldeas, junto a la mayoría de los habitantes de El Villar, La Higuera y fincas de alrededor. Tampoco faltarían los vecinos de Puertollano y nos consta que fueron a los actos litúrgicos habitantes de Almodóvar del Campo, Mestanza, Belvís, El Pardillo, Aldea del Rey, Argamasilla y Villamayor de Calatrava, e incluso algunos ganaderos de Fuencaliente y un puñado de arrieros conquenses de Almodóvar del Pinar. El Santo fue velado en la víspera, se instalaron varios tenderetes donde se vendían rosarios y exvotos de cera, hubo bailes, se tocó la música y corrió vino junto al chorizo, la berenjena aliñada. El queso y el famoso puñado de garbanzos tostados.

                La labor evangelizadora y catequizadora de la fundación franciscana de Puertollano. Eran reclamados sus Frailes para dar sermones en los lugares tales como: Villamayor, Cañada el Moral, El Pardillo, Hinojosas, Cabezarrubias, Almodóvar del Campo, Argamasilla, Caracuel, Torrenueva, Fontanosas y como no la de El Villar.

                En el año 1831 se produce un incendio en la Iglesia de El Villar destruyéndose en su totalidad, poco tiempo después fue reconstruida a costa de los lugareños, así como algunos donotivos de los mismos no fueron tan generosos. El techo tuvo que hacerse de retama. Esta humilde techumbre fue fatal para su destino; un mal día, unos devotos a San Antonio procedentes de Puertollano encienden unas velas al Santo y por accidente, se prende la retama, quemándose la ermita entre el 1868/70. La esposa de Damián González López salvó del fuego la imagen de San Antonio, cuando su hijo Adrián González Velasco apenas tenía 2 ó 4 años. Pasados unos años se volvió a levantar el Templo sobre sus cimientos. La ermita fue inaugurada en 1882. (Cuando se quemó la ermita hacia el 1868/70) Los santos se libraron del incendio, llevando las imágenes a la capilla que había en el cementerio y que era propiedad de un tal Ángel López (El Albarquero).

Con los datos que disponemos, la imagen antigua de San Antonio data de hace unos 200 años, siendo comprada por los habitantes de El Villar en tiempos de la familia González López. Seguramente que la decadencia de la aldea del Arroyo de la Higuera y el paulatino crecimiento de El Villar fue determinante para que los de esta última quintería se decidieran a contar con algún Santo protector que estuviera más cercano a su lugar habitual de residencia y trabajo.

                La imagen de San Antonio de Padua antigua, se diferenciaba bastante de la actual. Nuestros mayores recuerdan que llevaba el niño a la izquierda, pero en realidad lo llevaba a la derecha como hoy en día. La vestimenta del santo era marrón agrisado (el típico hábito franciscano) y portaba un escapulario bordado y un rosario de madera en la parte izquierda (cruz de caravaca), el niño llevaba un vestido blanco con puntillas doradas, antes de la guerra civil eran vestidas las tallas por Santa Nieva y luego ocupó su puesto Antonio González.

                La Hermandad de San Antonio de Padua existía muy anterior a la Guerra Civil. El distintivo tradicional de esta cofradía era una banda de diversos colores (Blancas, encarnadas, etc.), en cuyo centro se cosía de manera también artesanal una estampa de San Antonio; normalmente eran bordadas por las señoras del lugar. La banda de Fulgencio González Nieva  en el año 1925 (cuando volvió de la mili le tocó hacer el “gasto”) fue encargada a una casa de modistas de Puertollano y le costó 50 Pesetas de las de entonces.

                La memoria colectiva de la familia González ha rescatado del olvido los remotos inicios de la Hermandad allá por el año 1870. En el año 1936 cuando estalló la guerra civil debía ser Hermano Mayor Ignacio González Nieva, sin embargo los dramáticos sucesos acontecidos durante esta contienda y el clima anticlerical de algunas organizaciones políticas radicales, tuvieron efectos desastrosos para los bienes de la Hermandad.

                En el año 1939 cuando acabó la Guerra Civil, las fuerzas vivas del pueblo se pusieron manos a la obra para reanudar y nuevamente fundar la Hermandad de San Antonio. Se reunieron los antiguos Hermanos, dieron cuentas de las insignias salvadas y organizan la inminente fiesta de San Antonio. Como el hermano mayor no había cumplido el gasto en el año 1936 fue persuadido para que afrontase dicho gasto, en una coyuntura de penuria general, custodiando el libro de la cofradía.

                Como no tenían imagen titular, Doña Rosa Gil García-Minguillán, la esposa de Samuel Palomo (Finca Villa Rafael, cercana al pueblo), ofreció una pequeña imagen de San Antonio de Padua de su oratorio particular para poder hacer la primera procesión de la posguerra, hasta comprarse una nueva imagen.

                Solventada la primera fiesta de San Antonio, quedaba mucho por hacer, para reconstruir la hermandad se confió en Ignacio González Nieva durante los 27 años siguientes.

                Lo más importante era adquirir una nueva imagen de San Antonio de Padua. Los 20 Hermanos que nuevamente fundaron la Hermandad pusieron 4 ó 5 duros cada uno, Patón comerciante de Puertollano pero con hacienda en la aldea, colaboró con 5 duros y otros puertollaneros también contribuyeron a esta labor piadosa.

                A inicios de Mayo del año 1940, pensaron en un principio ir a Madrid el Hermano Mayor y el Alcalde Pedáneo (Lupicinio Barba). Igancio González desistió hacer el viaje personalmente, la siega había empezado, siendo inexcusable atender sus labores agrícolas. Por ello fue el Alcalde pedáneo con el maestro de escuela, Manuel Camacho. Se depositaron 1000 Pesetas, donadas por los vecinos, en el tesorero que era el Alguacil Benigno García Zamora. La imagen actual era de serie, comprada en una antigua casa de objetos religiosos de Madrid, no llegó a costar las 400 Pesetas.

                Al poco tiempo se pensó en comprar insignias nuevas. Lo primero que se trajeron fue unas medallas por valor de 1000 Pesetas., costaron 5 duros cada una, eran grandes y de plata, en total fueron 40 medallas compradas, no se terminaron de vender hasta dos años después.

      Hoy en día, la fe y  confianza a este Padre de los pobres no deja lugar a dudas en las fachadas de algunas casas donde se encuentran hornacinas con su diminuta imagen, una capilla pequeñita itinerante con su talla circula por todas las viviendas del pueblo, todos tienen alguna imagen piadosa en sus casas, calendarios, estampas, etc.

                Dicen que la antigua campana de San Antonio tenía un sonido tan fuerte que se escuchaba a varios kilómetros de El Villar, además, se tenía tanta confianza en este símbolo eclesiástico que incluso se tocaba para deshacer nublados y tormentas y todavía hoy en día si tocamos la campana tres veces seguidas proporciona un buen novio/a.

                Actualmente La Hermandad de San Antonio cuenta con 7 insignias, estas son: Banderín y bastón del Hermano Mayor, Bandera Blanca, Bandera Naranja, Bandera Morada, Bandera Azul y Cetro. La procesión recorre las calles de la pedanía, los fieles no cesan de cantar durante el recorrido el himno de San Antonio y los hermanos llevan en la procesión sus bandas, y algunos en la solapa de la chaqueta portan una medalla de plata con la imagen de San Antonio ó una estampa con la imagen del Santo.

                Todos los Hermanos que llevan el día 13 de Junio estas insignias, convidan al vecindario (lo que se denomina “EL GASTO”),  consiste en el “puñao” de garbanzos “tostaos”, acompañado de limonada y refresco. Al final de la fiesta el hermano que porta la Bandera Naranja es el último en convidar y en el mismo acto la Junta Directiva y los Hermanos realizan el “ajuste de cuentas”, donde se sortea los nuevos hermanos que portarán las insignias para el próximo año. Al final de este acto en un recorrido largo y ante la expectación de la muchedumbre se hace un emotivo intercambio de las insignias a los nuevos hermanos, ante la presencia del párroco y las autoridades.

          En el Villar, la fe en San Antonio de Padua tiene unas connotaciones espirituales singulares, que la particulariza del resto del calendario festivo anual y que la hace resaltar por encima de otras celebraciones.

En Junio del año 1935 (antes de la guerra civil) la prensa del diario “El Pueblo Manchego” relataba lo siguiente:

En el laborioso y pacífico pueblecito de El Villar de Puertollano, formado en su totalidad por honrados labradores anejo a esta Ciudad, con mas animación y entusiasmo, si cabe que en años anteriores se ha celebrado esta mañna con numerosísim asistencia de fieles, tanto indígenas como de esta población y otras inmediatas que llenaban totalmente la Iglesia, solemne acción religiosa en honor a su santo Patrón San Antonio de Padua. Ha dicho la santa misa el joven sacerdote coadjutor de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Puertollano Don Audaz Serrano de la Cruz, quien también con su habitual elocuencia ha hecho el panegírico del Santo Milagroso pronunciando una hermosísima oración sagrada, por lo que ha sido muy felicitado. A cuya felicitación unimos la nuestra  muy cordial y sincera.

Despues de la procesión de la venerada imagen alrededor de la Iglesia y terminados los actos religiosos, la gente en las eras próximas al pueblo, alegremente se dedicó el dulce yantar, teniendo por espaciosa masa el santo suelo que cubierto estaba con verde y natural mantel, reinando durante tan simpático como necesario acto las más sana y franca alegría pues los diversos manjares fueron copiosamente regados con el sabroso jugo de la uva que al efecto llevaba en sendas calabazas de cuello vuelto y que tanto contribuye a ahuyentar las penas.

Seguidamente, sin miedo al calor el elemento joven en el inmenso salón del campo, sin paredes ni techos, a cielo descubierto admirando el intenso y limpio azul del firmamento ha rendido culto a Terpsícore (musa de la danza), hallando incansablemente.

Algunas parejas que han llamado poderosamente la atención para preservarse de los ardientes rayos solares que a plomo caían a las doce de la mañana, llevaban atadas a las cinturas fantásticas sombrillas hechas con espinas de besugo y alas de murciélago blanco invento modernísimo, que causará seguramente gran revolución en la forma de satisfacer los tributos. También ha habido difíciles juegos malabares, carreras de caracoles en bicicletas, concurso de natación en el rio Ojailén, acrobacia subterránea y otros muchos festejos que sería por demás propio enumerar. A la hora de cerrar esta crónica de 12 de la noche del día 13 de Junio de 1935 ha entrado en esta población el último coche sin que afortunadamente hayan ocurrido desgracias personales, solamente hay que lamentar la pérdida de un bozal que se ha perdido desde la Huerta de Martín hasta la plaza de toros de esta población rogando encarecidamente a la persona que lo haya encontrado lo entregue en don Marino margoso en su domicilio calle ,mostillo N1 y se le gratificará espléndidamente por ser un  recuerdo de familia.

Además de la procesión, la festividad incluye actividades lúdicas como ferias, conciertos, bailes y juegos tradicionales, como rrelataba el autor de la anterior crónica. El pueblo se reúne para disfrutar de comidas típicas, como el pan de San Antonio y otros platos locales.

En resumen, la Fiesta de San Antonio de Padua en El Villar de Puertollano es una celebración arraigada en la tradición local que honra al santo patrón. La festividad combina elementos religiosos y culturales, creando un ambiente de alegría y devoción entre los habitantes de la pedanía.

Dedicado a mi Hermano Angel Sobrino (tercer aniversario de su muerte) como gran devoto de San Antonio de Padua desde los años sesenta.

                                                                                         Herminio Sobrino López

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