Ricardo de Gregorio Martín cumplió ayer sus primeros cien años de vida, primeros cien porque, con esa sorna y alegría que lleva por bandera vital, refería rodeado de varias generaciones que “yo todavía tengo que llegar a los trescientos, por lo menos”.
En una celebración en la que estuvieron las concejalas en funciones Carmen Santos y Lidia Paz, este otro vecino centenario de Almodóvar del Campo, recibió ayer tarde la felicitación escrita del alcalde reelecto, José Lozano, una tarta y otro presente consistorial.
Dedicado al campo desde bien pequeñito por las necesidades que había en la familia, tras terminar su servicio militar, que le llevó tres años a Melilla, Ricardo ejerció de minero en dos etapas sucesivas en Puertollano
“Estuve primero en Peñarroya 25 años hasta que cerraron los pozos y nos dieron cuatro perras y luego entró Encasur que volví, allí hasta la jubilación”, comenta este vecino a quien le quedan en vida dos hermanas, de los cinco hermanos que vinieron al mundo.
Reconoce estar muy bien rodeado en Almodóvar del Campo por parte de sus seres queridos, desde su hija, nieta, visnietos y hasta un tataranieto ya, quienes le profesan un gran cariño pese a que, como él mismo reconoce, jocoso, “soy un poco impertinente”.
Es viudo desde hace trece años, cuando fallecía su esposa Josefa, con quien Ricardo contrajo felices nupcias a los 25 años de edad para compartir, desde entonces, vida conyugal durante 62 años.
Su estado de salud es envidiable, tanto mental como físico para alguien que se le ha solido ver con un pitillo durante años, aunque el secreto que desvela es que nunca se ha tragado el humo, ha sido pose más que otra cosa.