Jordi Margalef. Secretario de Comunicación del STR.- Que los temas que afectan a la industria, a su competitividad y, por tanto, a su supervivencia desaparezcan del debate público no es un fenómeno nuevo. Es alarmante comprobar cómo quedan fuera del debate cuestiones en las que nos jugamos gran parte de nuestro futuro, nuestra calidad de vida y nuestra prosperidad como territorio.
Haciendo un repaso a los mensajes electorales de los diversos partidos llama poderosamente la atención la falta de propuestas para asegurar la competitividad de lo que es el principal motor económico de nuestras comarcas: el sector químico y del refino.
Es una alarmante falta de responsabilidad política que un tejido industrial que da empleo a miles personas en nuestras comarcas solo sea materia electoral para hablar de seguridad, que es un tema vital que los que formamos parte de esta industria llevamos en nuestro ADN y ejerce de prioridad en todo lo que hacemos.
Pero a los políticos les conviene avivar el fuego de la seguridad erigiéndose como grandes vigilantes del sector para que algunas cosas que lamentablemente han ocurrido no vuelvan a suceder, aunque en la práctica hayan hecho muy poco también en este delicado ámbito. Fast food, en definitiva.
El sector químico y del refino afrontan en los próximos años el que seguramente es el reto más importante desde sus inicios: la descarbonización. Un cambio de paradigma global que supone la transformación de gran parte de sus procesos y operaciones.
Es una alarmante falta de responsabilidad política que un tejido industrial que da empleo a tantas personas solo sea materia electoral para hablar de seguridad.
Un reto que es, también, y hay que subrayarlo, una oportunidad. En España hay regiones que son referente en la química, el refino y en la industria y tienen ante sí la oportunidad de serlo también en este campo, como demuestran proyectos como los Valles del Hidrógeno.
Si las cosas se hacen bien, este reto puede suponer, y no es poco, que el sector químico pueda seguir siendo en los próximos años la gran palanca de desarrollo económico y social de nuestro territorio.
Los sindicatos velaremos para que, si esto ocurre, el primer término de esta afirmación provoque el segundo, como siempre hemos hecho. Pero para que esto sea posible, las empresas y los trabajadores necesitamos el apoyo de las administraciones, también de las locales, que son las que se renuevan en unos días.
Los ayuntamientos, a diferencia de otros gobiernos, no viven de espaldas a esta realidad, porque gran parte de los vecinos de sus municipios trabajan en estos sectores y porque las fábricas están en sus términos municipales, con todo lo que ello conlleva a nivel de relaciones administrativas y también de ingresos para las arcas municipales.
Por eso, de la misma manera que hacen de altavoz de los intereses de los ciudadanos en otros ámbitos ante administraciones superiores, deben hacerlo también para reclamar con contundencia lo que la industria necesita.
Para poner algunos ejemplos: para migrar hacia el hidrógeno verde en el territorio será necesario desplegar más parques de generación de energía renovable; también es necesario mejorar la red de infraestructuras eléctricas para que pueda soportar la electrificación de procesos; grandes proyectos como los que están sobre la mesa necesitarán ayudas públicas y agilidad administrativa para materializarse en los plazos que exige la situación; los costos energéticos deben disminuir, ya sea a través de la esperada directiva europea de las redes cerradas o mediante otras medidas de contención de los precios; tenemos pendientes de terminar infraestructuras ferroviarias y viales decisivas para la competitividad del sector.
Nuestro sector, pues, también se juega en las urnas el 28 de mayo. Porque si estas cuestiones no avanzan, no podrá seguir siendo competitivo mientras aún enfrenta estos retos que son, no lo olvidemos, de interés general.
Porque será desde la química y el refino que llegarán gran parte de las soluciones que necesitamos en los ámbitos de la descarbonización, la transición energética, la economía circular y, en definitiva, de la sostenibilidad. Y aquí es donde la política debería hacer un esfuerzo también importante: el de la pedagogía.
Explicarle a la sociedad esta evidencia también puede ganar votos, porque la industria también vota, y su peso específico en nuestra área no es pequeño, pero sobre todo es un ejercicio de responsabilidad. Pero seguramente no es fast food. ¿Sabremos preparar platos más elaborados en las cocinas políticas de nuestro territorio? Nos conviene mucho a todos.