Una afirmación fuertemente retórica, en los procesos electorales en curso, es la de advertir que una determinada lista electoral –de un determinado partido, formación o coalición, que en el límite pudiera hacerse extensivo a todos los contendientes que aspiren a lo mismo– es una exacta y precisa representación de la sociedad. ¿Se convence y se atrae el voto por el Programa o se hace por la Representación y la Identidad? ¡Eh ahí la cuestión! Por ello, es fácil escuchar que un partido X o Y, es el que más se parece a la sociedad y, consecuentemente, con ello, las listas –sobre todo a las elecciones municipales, que suelen ser más numerosas en candidatos– son una muestra escalada de la sociedad en su conjunto. Un modelo o maqueta escalada de la sociedad, en clave electoral y de ahí su validez representativa. En otras listas de estamentos superiores –con menos escaños en liza y reparto–, es más difícil atribuir el valor de representación a un quinteto o un septeto de elegibles candidatos. Y por ello, habrá que recurrir a otra argumentario de diferente calibre y formato.
De ello –de esa representación del cuerpo social en su conjunto– ya dan cuenta los atribuidos criterios de género –con las listas cremalleras: un hombre y una mujer, como la película de Claude Lelouch de 1967–, igual que se hace ya con la inclusión de algún inmigrante bien visible: alternar un nativo y un inmigrante, incluso alternando lo polos de origen: Sudamérica y África. Hace tiempo yo había oído esa alternancia modélica por procedencia profesional: un obrero y luego un profesional; un industrial y después un agrario; un autónomo y un asalariado. Todo un cuerpo laboral. O de un/una representante de alguna minoría reconocida y próxima al activismo LGTBI: un cisgénero y después un transgénero, un padre de familia y un divorciado. Y así componer un retrato robot de compleja identificación, pero altamente propagandístico.
Y de aquí, y por ello, la idea precisa y exacta de representación social ajustada en una lista partdaria. Como hace el PSOE en la campaña de proximidad: “Como tú”, a lo León Felipe o la propuesta del PP: “Entre todos”. También la afirmación de Ciudadanos: “Por los tuyos”, o la de VOX, “Cuida lo tuyo”. Si la Iglesia católica, es y representa el Cuerpo Místico de Cristo, igualmente podremos decir, con seguridad, que las listas de algunos –en el límite de todos o casi todos– partidos son y quieren representar el Cuerpo Social Mismo. Como el partido mismo, quiere ser y representar ese Cuerpo Social en sus listas. Aunque ya sabemos que pocos parados comparecen –o lo hacen de forma marginal– en las listas de los partidos de derecha, y que pocos empresarios lo hacen en los partidos de izquierda.
Por más que haya omisiones bien perceptibles en estas sociologías representadas. En las listas electorales con esa pretensión representativa ni viajan viejos ni lo hacen niños. Igual que hay otros colectivos excluidos por razones penales, o por razones médicas y jurídicas, como los inhabilitados, los tutelados y discapacitados. Los primeros, por razones evidentes de edad –y ello a pesar del peso creciente de la tercera edad en la sociedades envejecidas– y los segundos por carecer de la mayoría de edad que los hace inelegibles. Con esa suerte de triage electoral –fundado en unos casos y razonado en otros– se verifica una suerte de simplificación electoral que deja excluidos de sus listas a más de un tercio de la población real. Por lo que el andamiaje de la representación se tambalea. Y de aquí la falacia de la mismidad de la representación. Pura retórica.