El término aporía (del griego, dificultad para el paso y el entendimiento), hace referencia tanto a razonamientos diversos, en los que surgen contradicciones como paradojas irresolubles. En tales casos, las aporías se presentan como dificultades lógicas casi siempre de índole especulativa. E irresolubles. Hoy en día, la aporía significa la imposibilidad de resolver un problema si se comienza a partir de ciertas premisas mal planteadas. Si se desea refutar una teoría, precisamente, se tiende a demostrar que tal teoría es contradictoria o que genera contradicciones insolubles.
Como ocurre con el debate de las listas electorales en el País Vasco para las próximas municipales. Ya sean las denostadas listas de la coalición independentista, Sortu-Bildu EH, o las unidireccionales y monolíticas en 18 municipios de Navarra –menos aireadas en el debate de la oportunidad y de la decencia–, con sólo una lista de esta coalición abertzale por municipio. ¿Se podrá decir que unas elecciones son democráticas cuando se presenta una sola lista? Cuyos candidatos ya están proclamados por incomparecencia de los rivales. Hay quien expone problemas técnicos en esa falta de concurrencia, por no subrayar la más sospechosa naturaleza política del monopolio electoral. Monopolio electoral propio de los totalitarismos: hay elecciones, pero con una sola lista. A la cubana o a la nicaragüense.
Aquellas otras primeras, con la presencia de terroristas de la banda ETA condenados y sentenciados judicialmente, incluso algunos de ellos con delitos de sangre sobre sus fornidas espaldas. Que ahora emergen con nitidez como salvadores del pueblo. Un gesto que algunos – como Irene Montero, por cuenta de Podemos– ven perfectamente democrático, en una aporía redonda. Si Bildu es un partido democrático [sic], las listas emanadas de su jefatura y organización lo serán igualmente. Por lo que deben ser inatacables, desde la legalidad, desde la política y desde la ética. Un razonamiento sospechosamente próximo al podemita, es el realizado por Gabriel Rufián –portavoz parlamentario de Esquerra Republicana de Catalunya–. Quien advierte que ETA desapareció “hace diez años, mientras que el fascismo está aquí presente”. Lo cual resulta otra aporía evidente. Primero, porque ETA se autodisolvió en 2018 –no son diez años– y, segundo, porque el espantajo del fascismo es un mete-miedo tan viejo como inútil. Si se quiere ser preciso y exacto, el fascismo italiano se extinguió en 1945 con la caída de Mussolini. Los movimientos posteriores –en esa onda política radical de derecha– serán otra cosa. Entre lo que no está, estando, y lo que no está por desaparición, se producen las aporías y los sofismas.