Allá por los años 800 un rey, con amplía sabiduría, poder e inteligencia, llamado Carlomagno fue coronado emperador de los francos y una de las múltiples iniciativas que tuvo para expandir la cultura y la educación en sus vastos territorios fue la de contratar al sabio monje inglés Alcuino de Hork, para que elaborara un amplio programa educativo basado en el saber clásico, a partir de las siete Artes liberales que componían el TRIVIUM ( gramática, retórica y dialéctica) y el CUATRIVIUM ( aritmética, música, astronomía y geometría).
Las universidades fueron instituciones educativas de la cristiandad latina que se constituyeron en la baja edad media teniendo como basamento las escuelas palatinas, monásticas, episcopales y municipales encargadas de preparar a los escolares para su acceso a la universidad. El alumno comenzaba a la edad de catorce años a estudiar en una de estas escuelas, donde permanecía seis años y si todo iba bien conseguía el título de Studium Generale concedido por la Iglesia si el estudiante había realizado sus estudios en una escuela monacal o episcopal, por los reyes emperadores si se había estudiado en una escuela palatina y por las autoridades municipales si se había estudiado en una escuela municipal.
Cuando el estudiante había conseguido el título de bachillerato, alrededor de los veinte años podía acceder a la universidad. Es sabido que éstas nacieron como una imitación de los famosos gremios medievales que agrupaban a carniceros, tenderos, orfebres etc. Las universidades se formaron cuando profesores y estudiantes ( magistri y scolares) decidieron organizarse en asociaciones profesionales para defender sus intereses ante las autoridades de las ciudades y así formar personal para la iglesia y para el estado fundamentalmente. Posiblemente la primera universidad que empezó a funcionar fue la de derecho de Bolonia fundada por Federico I Barbarroja allá por el año 1088. En España nos consta que la primera universidad se fundó en Palencia por el Rey Alfonso VIII a solicitud del obispo Tello Téllez de Meneses el año 1212 y Alfonso X la otorgó su estatuto en 1254.
Las universidades, como ocurre hoy, estaban gobernadas por decanos de facultad y rectores, de los que dependía el perfecto funcionamiento de toda la universidad que a su vez se dividía en cuatro facultades fundamentales, siendo la más importante la facultad de Artes o de Artes Liberales en la que se estudiaba el arte de escribir y hablar correctamente, lógica y filosofía y el arte de saber pensar o discurrir. Las otras facultades en importancia eran la de Teología, Medicina y Derecho. Por el contrario las artes mecánicas, enseñanzas técnicas eran despreciadas y consideradas indignas de un sabio.
La vida en la universidad era muy disciplinada y muy exigente para el estudiante de tal manera que pocos terminaban felizmente sus estudios. En sus tiempos libres se asemejaban mucho a lo que hacen nuestros estudiantes los días de asueto o de descanso. Eran muy importantes los colegios mayores donde estudiaban los estudiantes becados por nobles, iglesia y ciudades, porque en ellos, no solamente pasaban mucho de su tiempo sino que también recibían la ayuda al estudio necesaria.
Desde su fundación la universidad ha sido y debe seguir siendo el foco de creación de ciencia, divulgador de lo creado y, algo muy importante, centro superior de docencia. Estos elementos, a mi entender, hoy se han cambiado porque en la universidad, y muy especialmente en la española el aspecto de docencia es el que ha perdido más enteros y más consideración en beneficio de la investigación y algo en la divulgación de lo investigado. Las facultades han perdido casi toda su autonomía en beneficio de los departamentos, de tal manera que los decanos, antes supervalorados, ahora vienen a ser como los bedeles de los centros superiores.
En la actualidad, nuestras universidades están mucho más preocupadas porque lo miembros de los departamentos, que en la mayoría de los casos pertenecen a diferentes centros y facultades, adquieran los necesarios y obligados campos de investigación y algunos elementos docentes para alcanzar la acreditación ante la ANECA y así engrosar, en muchas ocasiones, las listas de posibles ascensos en la maltratada carrera universitaria, que la impartición de una docencia de calidad aspecto éste fundamental en la universidad.
Es verdad que la universidad, en sus principios de existencia, era un ejemplo para todos posiblemente porque se cuidaba muchísimo su acceso y sobre todo el aspecto de la concesión del título de licenciado de tal manera que para conseguirlo los estudiantes aparte de aprobar todas las asignaturas de la carrera también debían superar un examen de vida y buenas costumbres. Solamente pensar en esta exigencia, en este momento, sería algo que todos y la mayoría de la sociedad desecharía por anacrónico, pero ciertamente hay profesiones que requieren una conducta diferente y digna de ejemplaridad siempre, por ejemplo la de docente o la de médico etc.
Las artes mecánicas o enseñanzas técnicas, antes un tanto despreciadas y consideradas como indignas para el sabio, hoy son las más demandadas por los estudiantes y las que han adquirido un prestigio muy superior a las carreras de letras. Recuerdo a un vicerrector de la Universidad de Castilla la Mancha que en una ocasión me dijo que un doctor en ciencias tenía más valor que siete de letras y yo le respondí que ante la sociedad del dinero posiblemente sería así pero ante la cultura y la educación un doctor en letras era una persona culta mientras el de ciencias era un verdadero analfabeto.
El profesor universitario hoy sigue a la universidad, recuerdo aquellas palabras de Charles H. Haskins cuando decía: En el año 1100 la escuela (Universidad) seguía al maestro, en 1200 el maestro sigue a la escuela (Universidad) si es cierto hoy ocurre lo mismo que en 1200 el profesor tiene como referencia a la universidad y a la burocracia que se ha creado para llegar, si se llega algún día, a tener una plaza como profesor titular o catedrático. Está mucho más pendiente de los cambios administrativos que de los avances docentes e investigadores. Se considera más integrado en su departamento que en su facultad. Le importa mucho más, porque así le obligan, lo que se dice y se comenta en el departamento que en la facultad en la que desarrolla la docencia. En definitiva las facultades han perdido su autonomía y ésta ha sido asumida por los departamentos cuyo objetivo fundamental consiste en crecer y crecer para tener más poder. Este modelo es caduco y está falto de contenido y sobre todo es muy difícil de evaluar y perjudica el normal desarrollo de la docencia en los centros.
Es necesario cambiar el modelo de acceso a la universidad por un sistema nacional transparente de verdaderos méritos académicos; es preciso implantar la carrera docente clara y sería y no dependiente de voluntades departamentales endogámicas que tanto daño están haciendo a la credibilidad universitaria y a su deber de crear ciencia, divulgarla y enseñarla.
Sin lugar a dudas, a pesar de tantos medios técnicos y científicos que hoy tiene la universidad, no es mejor que aquella en la que se reconocía al profesor con un valor intrínseco por la sociedad. No era entendible que profesores mediocres como hoy ocurre en la política, pudieran dar clase en la institución más noble de un país como era la universidad. El ayuntamiento entre profesores y alumnos era un aspecto muy considerado y esta unión servía fundamentalmente para investigar en los procesos científicos y docentes y no como ocurre hoy, no en todos los casos, pero sí en algunos muy significativos como todos sabemos, que este ayuntamiento solamente sirve para ideologizar las mentes de los estudiantes hacia caminos muy equivocados.
El cambio es posible y necesario y debe partir desde dentro de la Institución Académica y apoyada por la sociedad para que revierta en ella todo lo que ella invierte en la universidad. Cuanto antes se produzca ese cambio más pronto acortaremos la distancia que existe entre nuestra universidad y aquellas que, hace ya tiempo, apostaron por la creación de ciencia, divulgación de la ciencia en la sociedad y una apuesta decidida por la docencia, pieza fundamental del sistema universitario europeo.