“El agua es el alma madre de la vida y la matriz, no hay vida sin agua.”
ALBERT SZENT GYORGYI
En otros tiempos se hablaba de pertinaz sequía, cuando los gobernantes transmitían a la población su preocupación por la falta de lluvia y las graves consecuencias que ello ocasionaba en todos los ámbitos de actividad que, directa o indirectamente, se veían afectados por la escasez del líquido elemento. Aunque esa expresión dejaba claro que eran causas naturales las que provocaban la falta de agua.
Pero hoy, la sequía que padecemos, para muchos de nuestros políticos, se justifica culpabilizando —casi exclusivamente—, al calentamiento global provocado por la actividad humana, como el uso de productos contaminantes, que, según ellos, es el causante del cambio climático y sus graves consecuencias, como las inundaciones que se producen en determinadas zonas durante algunos periodos o esta prolongada sequía.
Para poder tomar las medidas necesarias que permitan resolver, o por lo menos paliar esta grave situación, es necesario conocer los usos actuales del agua en nuestro país. La agricultura consume el 80 por ciento de nuestros recursos hídricos. Un 14 por ciento se destina al uso domestico o urbano y un 6 para uso industrial.
En el Análisis de los Regadíos en España, 2021, según los datos obtenidos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos, elaborada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se indica que la superficie de regadío en nuestro país es de 3.877.000 hectáreas en 2021. Hay que tener en cuenta que en los años cuarenta en España esa cifra era de un millón de hectáreas y que a mediados de los setenta —cuando finalizaron las grandes obras hidráulicas— llegaron a los dos millones.
Con estas cifras podemos concluir que, en apenas cuarenta y cinco años, se ha casi duplicado el número de hectáreas de regadío que había en 1975. Esto se ha debido a que se ha completado la puesta en servicio de las últimas obras del franquismo —como el trasvase Tajo-Segura—; a la introducción de sistemas de riego más eficientes —como el riego por goteo—; y a la sobreexplotación de los acuíferos subterráneos, hoy ya casi agotados.
Aunque se ha mejorado el aprovechamiento de los regadíos en general, sigue habiendo una superficie de cultivo importante que se riega con sistemas poco eficientes. El MAPA, estima que hay más de 850.000 hectáreas, en esta situación. Sorprende, por ejemplo, que haya más de 62.000 Has., de frutales —tanto de fruto seco como de hueso o pepita—que no utilizan el riego localizado, mucho más eficiente que el resto de sistemas.
Pero en España aplicamos la picaresca a casi todo, y en el uso del agua, no podía ser menos. Se legalizan pozos históricos que nunca existieron; se declaran como regadíos tierras de secano; o se utiliza fraudulentamente el agua trasvasada, regando campos de golf, mientras en los territorios que la proveen, se restringe su consumo o se secan sus humedales.
Cuando en 2005, se derogó el Plan Hidrológico Nacional de 2001 por el gobierno del señor Zapatero, muchos entendieron que fue una decisión insolidaria con más de la mitad de la población española que se veía beneficiada con aquel plan que incluía el trasvase del Ebro y que, por razones políticas, no se aplicó. Los territorios más perjudicados por esta decisión fueron, sobre todo, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía.
El Plan inicial mitigaba el grave problema que se generaba en Castilla-La Mancha y en todos sus humedales —sobre todo en el del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, que se encontraba casi seco—, por la bajada del nivel de agua almacenada en los pantanos de la cabecera del Tajo, debido al trasvase Tajo-Segura que, según establecía dicho Plan, se hubiera reducido considerablemente. Hoy, sigue siendo una cuestión sin resolver.
Para abordar seriamente el tema de la sequía, que cíclicamente se produce en nuestro país, se necesita tomar decisiones estratégicas y consensuadas, con la participación de todas las administraciones públicas, para que se facilite la creación o ampliación de infraestructuras hídricas —como trasvases entre cuencas, instalación de desaladoras más eficientes, instalaciones para el incremento o mejora de la depuración de aguas residuales—, utilizando criterios de eficacia y eficiencia en su gestión, aunque también con espíritu de solidaridad entre los territorios para que la solución sea duradera.
Todo ello debe compatibilizarse con el mantenimiento de nuestros humedales protegidos y permitir el suministro de agua potable, sin restricciones, a toda la población.
Otras medidas que se pueden adoptar son, la optimización de los sistemas de regadío, reduciendo el uso del riego por gravedad. Introducir cultivos adaptados a nuestra pluviometría. Mejora de las canalizaciones de agua en nuestras poblaciones que, en algún caso, podría reducir su consumo hasta en un 40%. Utilización de tecnologías eficientes energéticamente y de menor consumo de agua. O adoptar políticas de concienciación ciudadana sobre el uso racional del agua.
Esperemos que la actual sequía, imponga a nuestros políticos una forma distinta de actuar de como lo han hecho hasta ahora.
Tras Zp el PP tuvo mayoría absoluta. ¿Porqué la derechita cobarde no puso en marcha el suspendido, que no derogado, PHN? Pues porque era, sobre todo, un plan para verter hormigón y la burbuja constructiva había explotado…
El PHN, se derogó a través de la Disposición Derogatoria Única de la Ley 11/2005, en todo lo que se establecía para el trasvase del Ebro a las zonas de Levante y del Este de Andalucía, lo que ha impidido la reducción de la aportación de agua a través del trasvase Tajo-Segura como se preveía en dicho PHN. Este trasvase no ha dejado de provocar tensiones entre la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía con Castilla-La Mancha, (incluso dirimiéndose ante los tribunales) sobre todo, en tiempos de sequía como los que padecemos en estos momentos.