José Agustín Blanco Redondo. Escritor.- Juani García Torres presentó este viernes su nueva novela, «Entre sospechas», en el Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas. Tras leer la novela “Entre sospechas” y luego conversar con Juan Pedro Carrasco García, profesor, amigo y conocedor experto del oficio literario, creo que podemos llegar a comprender la pasión del escritor por la creación literaria, un enigmático proceso que, casi inadvertidamente, se apodera de la conciencia de una persona ─siempre que haya sido una ávida lectora en el pasado y continúe siéndolo en la actualidad─ y la empuja sin remedio a la noble tarea de narrar historias. Un proceso contra el que no sirven excusas ni la procrastinaciones.
Es la historia la que desvela al escritor, la que le reclama y son los personajes los que exigen su alumbramiento, su madurez, su derecho a crecer en la mente del autor y, una vez vivificados en el ara de las páginas escritas, renacer, una y otra vez, en la mente de cada uno de los lectores. Es esa la magia de la ficción, también la obligación trascendente del escritor: acatar lo ineludible de su tarea y tallar a sus personajes con las herramientas, más o menos afiladas, de las palabras. Juani García no pierde el tiempo, desde la primera página nos introduce en la acción y consigue que el lector se sumerja de forma natural e irremediable en una trama que no hace más que crecer en intensidad.
Tenemos suerte. Estamos ante una narradora hábil en descripciones, una escritora que muestra con detalle lo que acontece, logrando que el lector visibilice la escena y adquiera con sus sentidos una perfecta imagen de los lugares donde se desarrolla la acción: alcobas con chimeneas y leños ardientes, casas señoriales, escaleras de mármol pulido, cafés en esa ciudad del amor y de la luz que además es la capital de Francia o lujosas suites de hoteles con demasiadas estrellas. Por ejemplo, consigue que el lector perciba, con minuciosa precisión, cómo la hoja de un cuchillo lacera los órganos y tejidos de un ser humano. Logra que el lector adquiera conciencia del dolor y la perplejidad de la persona herida, del color y hasta de la densidad escarlata de la sangre humana.
Y no son solo las vívidas descripciones de las escenas, sino también la calidad de los diálogos, diálogos creíbles, nada impostados, muy visuales, con esa pátina de realidad que los hace cercanos, sí, es ahí donde Juani García nos demuestra un oficio tal vez heredado de las composiciones teatrales que avalan su obra literaria anterior.
Juani exhibe su maestría en la caracterización de los personajes. Les infunde vida, hace que sufran, amen, odien y hasta asesinen. También que perdonen. Los ensambla con los engranajes de las pasiones humanas hasta hacerlos reconocibles, próximos, tangibles: el doctor Cazal, el inspector Cardón, los guardaespaldas, el jardinero, las lagunas verdes alojadas en la mirada de Raymond y, sobre todo, la fidelidad y sabiduría del viejo Yilá.
Quiero resaltar la calidad literaria de algunos de sus pasajes. Juani García, en uno de los capítulos, narra así los pensamientos interiores de Lorena, la protagonista:
“Temió que esa soledad se hiciera perpetua, que los fantasmas de
su mente fueran a partir de entonces los únicos compañeros de su vida; compañeros sin rostro o con rostro indefinido confundiéndose en su memoria, pero mudos, impasibles, tétricos”.
También quiero señalar esa exquisitez innata al mostrar los sentimientos de Sergio hacia su amiga Lorena. No se pierdan esa realista, íntima, apasionada declaración de amor al final del capítulo dos.
Creo que es importante apreciar la evolución que sufren los personajes a lo largo de la obra, ese tránsito del odio al amor, del amor a la indiferencia, de la sospecha a la credibilidad, de la amistad al resentimiento. Y resaltar también el mantenimiento experto de la tensión narrativa durante toda la trama. La protagonista se encuentra, desde el principio, sometida a continuos conflictos que atraen nuestro interés Y así, cuando el lector termina un capítulo, la autora logra que no pueda dejar de comenzar el siguiente, en una suerte de continuidad que, aunque solo es una exigencia ─según Edgar Allan Poe─ en la elaboración del cuento o del relato corto, Juani García lo aplica con esmero en su novela: la unidad de impresión. Es una sugerencia personal: intenten leer la novela de una sola vez, sin esas interrupciones que pueden distraernos del vértigo de lo narrado.
Ya acercándonos al final, Juani nos ofrece un juego, sí, enfrenta al lector con el reto de descubrir al culpable, siempre hay un culpable en una novela barnizada de negra intriga y entreverada de historias de amor. En definitiva, deseo recomendarles este compendio de maquinaciones, sospechas, personajes equívocos y un romance auténtico que supera todas las pruebas. Una novela compuesta con esa maestría que solo posee una autora nacida ─eso creo─ para narrar ficción: Juani García Torres.