Eduardo Muñoz Martínez.-El Sábado Santo rememora de forma especial a María, la Virgen, tras la pérdida de su hijo. Es por ello un día de dolor, tristeza, silencio, luto, expectación…, a modo de cómo lo hicieron en el sepulcro, o en el cenáculo, Ella y los discípulos. La comunidad cristiana está en vela. Conmemoramos a Jesús en el sepulcro, en su descenso al abismo…, termina el Triduo Pascual.
Hoy no se celebra la Eucaristía, pero son propias celebraciones tales que retiros, confesiones, liturgia de las horas…, hasta llegar a la Vigilia Pascual. La principal celebración cristiana del año.
Podemos decir que el principal objetivo, o uno de ellos, de la Vigilia Pascual es manifestar el regocijo por la Resurrección de Jesús, y consta de cuatro partes perfectamente diferenciadas. Me detendré ahora, precisamente, en cada una de ellas.
Bendición del fuego, o «Lucernario»: Se bendice y enciende el cirio pascual, que se utiliza hasta el Día de la Ascensión, y durante el año se enciende en determinadas ocasiones, como veremos en el comentario de mañana, y termina con el Pregón Pascual, nexo de unión entre ésta y la Liturgia de la Palabra.
En esta segunda parte de la celebración, se proclaman textos propios, tomados del Antiguo, y del Nuevo Testamento, alternados con salmos y cánticos por un coro, o por un solista.
Liturgia Bautismal; en esta parte se bendice el agua, para la administración sacramental, y otros menesteres que lo requieren, se bautiza si hay jóvenes, niños, adultos…, qué por su propio deseo, o el de sus padres, o familiares, desean incorporarse en esta noche a la familia de la Iglesia, se renuevan los compromisos bautismales por parte de la asamblea.
Liturgia Eucarística: En esta noche ha de dársele la mayor solemnidad posible, se entonan cánticos de júbilo y alabanza…, terminando dicha vigilia con la Bendición Solemne.