Larga vida al Puertollano Winter Festival

Santos G. Monroy.- Ahí están tus viejos paisanos, las caras que conoces desde la niñez, los colegas del barrio, aquél a quien no tragas desde que te pisó y encima te miró mal, e incluso tu amor platónico de la adolescencia que todavía te hace tilín. Pijos, jevis, punkis, rocabillys o simples pringaos de aquel fascinante Puertollano han vuelto a brindar juntos en el Winter Festival bajo la espuma de las birras y los himnos. Todos, unidos en una cadena de generaciones que, pese a las jugarretas de la vida, se codean con el respeto de la vieja escuela, damas y caballeros de la doble mesa redonda como el ocho de los ochenta.

Estaba todo vendido desde hace meses porque el Puertollano Winter Festival es esto básicamente: mi gente, nuestra gente, disfrutando de un soberbio elenco de bandas con la intensidad y la limpieza de un partido de rugby, y de un evento preparado con rigor y cariño por la Concejalía de Festejos de Jesús Caballero y los chicos de la asociación PuertoRock con su presidente Juanjo Portero al frente.

De aperitivo, paella y cocido para todos en la carpa exterior de La Central con los conciertos gratuitos de Pantalikes y The Road, y los miguelturreños Wahira. Ya por la tarde, el maratón musical arrancaba con los puertollanenes Mucho Pop, comandados por el incombustible Ángel Rabanal y su potente vademécum de temazos ochenteros, y The Buyakers cimbreándose al son del científico loco de la música, el amigo de las hormigas, Sergio González «Suko».

Solo con ellos la fiesta hubiera merecido la pena, pero esto es el Winter. El aforo alcanzó su máximo, unas 2.000 personas, con Jaime Urrutia, quien irrumpió rasgando océanos de tiempo con su rock cañí y sus soberbias canciones heredadas de Gabinete Caligari, cuando lo hispano se exportaba con orgullo, antes de la invasión caribeña y del ridículo perreo de los culos. Cara estamos pagando la pérdida de las colonias.

Tomó el relevo la leyenda que bebió en la fuente de la eterna juventud, Álvaro Urquijo, que interpretó algunos de los grandes temas que ha hecho grande a “Los Secretos”, unas composiciones que trascienden el pop en su delicada y lánguida belleza, hasta culminar con “Déjame”, la más esperada por los fans ochenteros.

Modestia Aparte ya eran en los 90 un grupo de jovenzuelos para los asistentes más talluditos al Winter, pero Fernando López se ha dejado querer sobre el escenario, soliviantando al personal con temas tan frescos y divertidos como aquellos años y unas soberbias versiones de clásicos del pop y del rock antes de ceder el paso a todo un mito, Rafa Sánchez.

El alma mater de La Unión ha compartido su pop elegante, inmortal provocador de las nenas, y nos ha devuelto a Berlín bajo la lluvia y a las promesas de aventura de Maracaibo o a Sildavia, entre flores raras al este del Edén. Los minutos más sensuales llegaron con “Más y más” y “Ella es un volcán”, y ya en la alta madrugada no quedó nadie sin cantar “Lobo hombre en Paris”, su primer gran éxito de 1984, que fue el gran espaldarazo para todo lo que vino después.

El Puertollano Winter Festival ha subido otro escalón en calidad, y ojalá esta edición no sea la del canto del cisne. Querríamos más, da igual en qué formato, como refugio y homenaje a una época quizá igual de bendita o angustiosa que cualquier otra pero que vivimos jóvenes y ajenos a este futuro de terrores biológicos, geopolíticas tenebrosas y la extenuante dictadura de la red social. Ojalá el año que viene volvamos a vernos aquí, en La Central, donde trabajaron nuestros abuelos entre fuego y cenizas.

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