«No soy un pájaro y ninguna red me atrapa.
Soy un ser humano libre con una voluntad independiente»
CHARLOTTE BRÖNTE
El día 8 de marzo se ha celebrado el Día Internacional de la Mujer, tal como lo estableció la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1977. Con anterioridad y, desde el año 1910, la denominación oficial era la de Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La ONU, con esta nueva denominación, quería modernizarla y hacerla más transversal, ya que en su origen tenía reminiscencias revolucionarias, más propias de los movimientos sociales de finales del siglo XIX y de principios del XX, que de lo que era la realidad de la sociedad, cien años después.
Las escritoras del siglo XIX, son un ejemplo sorprendente de la falta de derechos y de igualdad de las mujeres de su tiempo. Muchas de ellas tuvieron que firmar sus textos bajo seudónimos masculinos para poder publicarlos. Fue el caso de la escritora Mary Anne Evans, que firmaba como George Eliot; el de las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brönte, cuyos seudónimos fueron, respectivamente, Currer, Ellis y Acton Bell; o el de la escritora hispano-suiza Cecilia Böhl de Faber, que lo hacía bajo el seudónimo de Fernán Caballero.
Algunas de ellas, ni siquiera firmaron con seudónimo. Fue el caso de la escritora inglesa, Jane Austen, —autora de Sentido y Sensibilidad y de Orgullo y Prejuicio—, que nunca vio su nombre reflejado en la portada de sus libros en los que aparecía como autora la expresión de una dama (by a lady). Otras obras de escritoras se atribuyeron a sus maridos, como le ocurrió a la francesa Sidonie Gabrielle Colette, con su consorte, el escritor Henry Gauthier Villars, o a la española María Lejárraga que firmaba sus obras con el nombre de su marido.
Decía María Zambrano, “prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”, frase en la que subyace el deseo de libertad de estas mujeres que en su época no fueron reconocidas como las brillantes autoras que fueron.
Pero volvamos a la celebración del día internacional de la mujer de este año.
La ley del solo sí es sí, ha marcado la división entre las dos sensibilidades del gobierno. Por un lado, están quienes han participado más activamente en su elaboración, que se niegan a corregirla, (los de Unidas Podemos). Mientras que los del PSOE, promueven su revisión para evitar los efectos indeseados de su aplicación, que ya ha beneficiado a casi ochocientos condenados, a los que se ha excarcelado o rebajado sus penas, en apenas cinco meses. Esta situación ha fracturado también el movimiento feminista.
En una entrevista concedida al diario El País, Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, jueza jubilada y nada sospechosa de simpatizar con los partidos conservadores de nuestro país, decía que no querer corregir esta ley es soberbia infantil, en alusión a Ione Belarra e Irene Montero —actuales ministras de Derechos Sociales y de Igualdad, respectivamente— que, desde que se detectaron las primeras rebajas de condena, se han empeñado en sostenella y no enmendalla; en no tocar la ley pese a sus consecuencias negativas.
Carmena les recordaba que el BOE, está lleno de correcciones cuando se producen efectos no deseados. Para los expertos, la falta de rigor técnico de esta norma, requeriría hacer una reforma en profundidad, pero por lo menos se deben de corregir las penas aplicables a estos delitos y, hacerse de manera urgente, para evitar la sensación de impunidad que genera la legislación vigente. Esta modificación normativa corregiría la situación, aunque solo sería aplicable para los casos que se produjeran a partir de su entrada en vigor. Para todo lo anterior, el daño está hecho y la situación es ya irreversible.
El derecho a la igualdad y la dignificación de la mujer, en todos los ámbitos, son principios asumidos por la inmensa mayoría de la sociedad española. Pero algunos políticos, tratan de capitalizar esta celebración como algo exclusivo del movimiento populista que representan. Y cuarenta y seis años después de que la ONU normalizara esta celebración, algunos quieren imponer o adoctrinar con sus postulados radicales a toda la sociedad, al más puro estilo de la fallida revolución bolchevique.
Por eso, sus planteamientos, no parecen ser del agrado de muchas mujeres que defienden y luchan por la igualdad plena de sus derechos, sí; pero que se sienten incómodas con estas ideas tan radicales, que van en contra de la libertad individual de la mujer y, por ende, de la de toda la sociedad.
Con la división que ha generado esta ley, por la falta de acuerdo sobre la abolición de la prostitución y con la grave fractura que ha generado la ley Trans, el movimiento feminista, no tiene mucho que celebrar de esta fallida legislatura que termina.
La devaluada celebración de ayer pone de manifiesto la apatía de muchas mujeres que ven como se trata de utilizar este día, tanto ideológica como políticamente, por quienes no entienden que este es un movimiento transversal de toda la sociedad.