El héroe lo es en todos los sentidos y
maneras, y ante todo,
en el corazón y en el alma .
THOMAS CARLYLE
Vivimos tiempos de mudanza, en los que los protagonistas de acciones de honor y valor —nuestros héroes—, han dejado de ser reconocidos como referentes de los valores que han demostrado, a través de sus actos, no solo de valentía, sino también de generosidad, llegando incluso a sacrificar su propia vida en defensa de la de los demás. Pero, a veces, ellos han sido olvidados por la sociedad a la que sirvieron.
Hace algunos días, en unas charlas organizadas por la Asociación Regimiento Provincial de Milicias de Ciudad Real 1809, su presidente hablaba de las hazañas de un héroe nacido en esta ciudad. Hernán Pérez del Pulgar. El ponente exponía que este hombre participó en la conquista de Granada en el siglo XV, interviniendo astutamente en la toma de Málaga sin derramar una gota de sangre, además de participar, entre otras, en la conquista de Salar y Alhama. Por sus méritos, fue nombrado capitán general y se le concedió el título de Gentilhombre y Continuo de la Casa Real. Y está enterrado, —sin ser familiar suyo—, junto a los Reyes Católicos en la que fuera capital nazarí, lo que es todo un hito en la historia. Pero, este ponente, reprochaba que siga siendo un personaje insuficientemente reconocido en su ciudad natal.
Pero nuestros héroes no siempre ascendieron al más alto rango militar o alcanzaron la nobleza. A veces fueron personajes del pueblo llano, cuyas hazañas recoge la épica militar. Como la de Eloy Gonzalo García en la guerra de Cuba, —conocido como Cascorro, por llamarse así la localidad cubana en la que este soldado llevó a cabo su acto más reconocido—. Él fue un personaje muy popular, por su valiente intervención como voluntario en la retaguardia del enemigo, destruyendo un edificio que permitió al ejército español liberar aquella posición asediada por los insurrectos. Meses después, murió por las heridas causadas en el campo de batalla en las proximidades de Matanzas. Y, entonces, nació el mito.
Recientemente, se ha incluido en el Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia, la biografía de uno de estos héroes nacionales casi olvidados de nuestra tierra. Se trata de Pablo Muñoz de la Morena y Martínez Zarco, un militar que ingresó en el Regimiento de Milicias Provinciales de Alcázar de San Juan en el año 1785, con dieciséis años, que participó hasta 1789 en la persecución del bandolerismo en toda la provincia hasta el límite con Andalucía.
Este militar nació en El Toboso en 1769 y pertenecía a una familia de la nobleza de esta villa. Era descendiente, por línea materna, del doctor Esteban Martínez-Zarco y Muñoz de Horcajada, quien fuera rector del Real Colegio de san Clemente de Bolonia en el siglo XVI y tío de Ana Martínez Zarco que, según se nos cuenta, inspiró a Cervantes en el personaje de Dulcinea. Y, por la rama paterna, procedía de Espinosa de los Monteros (Burgos), desde donde llegaron sus antepasados a mediados del siglo XV.
Militarmente, destacó por su intervención en tres conflictos bélicos internacionales en los que España participó a lo largo del ejercicio de su carrera profesional. El primero fue en la Guerra del Rosellón, (1793-1794), contra Francia, en la que sirvió en el Regimiento de Dragones Lusitanos, destacando por encabezar voluntariamente la Partida de Honor y Riesgo para la toma de una batería desde la cual se facilitó la caída del castillo de Montesquieu-des-Alberes. El segundo fue en la Guerra de las Naranjas, (1801), contra Portugal, en la que participó con un batallón de granaderos.
Y, por último, estuvo implicado activamente en la Guerra de la Independencia, (1808-1814), contra los franceses. Comenzó con la toma del Caño del Trocadero en Cádiz, tomó parte en las acciones de Jaén y Mengíbar, —por cuyos servicios fue condecorado en 1816, con la Medalla de la Batalla de Mengíbar—. También intervino en la acción de Andújar, en la batalla de Bailén, en la contienda de Valdepeñas, en la batalla de Ocaña o en la acción de Montizón, donde obtuvo el grado de teniente del arma de caballería. Y, por último, destacó en la batalla de Sagunto, en la defensa del puente de Quart de Poblet y en el sitio de Valencia.
Se jubiló con veintisiete años de servicio, nueve de ellos participando en las guerras que libró el ejército español. Murió en Alcañices (Zamora) —donde residió con uno de sus hijos en los últimos años—, a la edad de 79 años.
En estos últimos tiempos, se ha hecho extensiva la denominación de héroes a quienes auxilian y ayudan a la sociedad en situaciones de calamidad pública, como al personal sanitario, a los servicios de rescate o, entre otros, a los miembros de la UME.
Decía Napoleón, “el coraje no puede ser falsificado. Es una virtud que escapa a la hipocresía”. Y esta cualidad es la que diferencia a los héroes de los demás mortales.