Siempre que comienza un nuevo año, nos proponemos recuperar la forma física perdida por los excesos cometidos con las pantagruélicas comidas y cenas de Navidad; iniciar todo tipo de actividades que teníamos pendientes desde hace tiempo; y, sobre todo, escalar de la mejor manera posible la famosa cuesta de enero en la que las condiciones económicas actuales no son las más favorables.
Los excesos gastronómicos nos hacen ganar, en pocos días, unos cuantos kilos de peso que habrá que perder en las primeras semanas de enero, aunque muchas veces nos cuesta lograrlo y llegamos a Semana Santa sin haberlo conseguido. Nos proponemos ir al gimnasio, practicar deporte al aire libre o hacernos vegetarianos o veganos, aunque sea a tiempo parcial, como deseos para superar esta situación sobrevenida.
En estas fechas, —como nos ocurre después del verano—, nos damos una segunda oportunidad para volver a estudiar inglés, asistir a clases de arte o de cualquier otra disciplina a la que le tenemos afición y para practicar nuestro hobby preferido en los ratos libres que nos dejan nuestras obligaciones habituales. Aunque, muchas veces, estos propósitos se quedan solo en buenas intenciones.
Pero hay una parte de nuestros deseos que se basa en una necesidad imperiosa de sobrevivir a la situación que se vive en cada momento. Para ello debemos abordar de una forma racional y programada nuestra economía doméstica en el año que comienza. Y, en los tiempos que corren, la cosa no es fácil. La inflación, sobre todo, nos va a condicionar la vida en los próximos meses.
Por otra parte, el año 2023 no va a ser fácil para el conjunto de los españoles. Por un lado, la situación económica del país que nos afecta a todos e interviene en casi todos los aspectos que inciden en nuestro bienestar, de la que no sabemos cómo va a evolucionar en el corto plazo. Y, por otro, al ser un año electoral pleno en el que, salvo al parlamento europeo, se renovarán todas las instituciones locales, regionales y nacionales. En este periodo, muchas de las decisiones o de las propuestas que se hagan, van a tener ese tufillo electoral.
En lo económico, el ejecutivo actual ha tomado algunas decisiones acertadas, como las que han permitido la momentánea contención de la inflación, la excepción ibérica energética, o una parte de la reforma laboral.
Pero otras decisiones han generado un gasto excesivo que han empeorado indicadores como el déficit estructural —la diferencia entre lo que ingresa y gasta el Estado anualmente— que en 2022 ha sido, según el FMI, de 60.000 millones de euros; la deuda pública que en el tercer trimestre de 2022 alcanzaba los 1.503.000 millones de euros, con un incremento del 24%, con respecto a 2018; y el elevado coste financiero para el mantenimiento de esa deuda que, en 2023, será aún mayor debido a la subida de los tipos de interés.
Los emperadores romanos regalaban trigo y entradas al circo —pan y circo, se decía—, cuando querían distraer al pueblo de los verdaderos problemas sociales, políticos y económicos del Imperio. Y en España está ocurriendo algo parecido con el reparto de las ayudas que el gobierno está concediendo a la población con la sibilina intención —recogida en nuestro refranero—, de quién regala bien vende, si el que lo recibe lo entiende.
En el principal partido de la oposición también cuecen habas. Su actual líder, el señor Feijó, llegó a Madrid hace un año, para hacerse cargo de la presidencia de su partido, cuando despidieron a Pablo Casado por sus disputas con Isabel Ayuso, urdidas —posiblemente—, por el maquiavélico y omnipresente ministro Félix Bolaños, quien, con la impagable colaboración del entonces Secretario General del partido, Teodoro García Egea, forzó el cisma popular.
Alberto Núñez Feijó fue un barón respetado en su Galicia natal, pero el liderazgo nacional de su partido no parece que lo haya consolidado todavía. En sus primeras intervenciones ha cometido errores no forzados —como dicen en el argot tenístico—, que debilitan su imagen, por lo que si quiere recuperar la iniciativa, tendrá que aplicarse para que el electorado español lo perciba como una verdadera alternativa al todopoderoso señor Sánchez.
Al presidente del gobierno y al líder de la oposición, les gustaría recuperar el bipartidismo perdido en las elecciones de 2015. Pero en el contexto político actual, lo tienen complicado. Aunque, el señor Sánchez ya se ha escorado hacia la izquierda más radical, —se ha podemizado, dicen algunos—, mientras, al expresidente de la Xunta, le provoca salpullidos tener que negociar con VOX.
Por otra parte, es posible que, en los comicios de mayo, el electorado le dé un puntapié al señor Sánchez, en el trasero de alguno de sus barones regionales, por lo que algunos de ellos se están rebelando anticipadamente.
Pero el electorado es soberano y, como siempre, decidirá teniendo en cuenta factores subjetivos, —sentimentales o emocionales—. Y, para conocer los resultados finales de estas elecciones, queda todavía mucho recorrido. Iremos viendo.