Marcelino Lastra Muñiz.- El mundo de ayer no es el de hoy y éste se parecerá poco al del mañana. No hablamos de un ayer ni de un mañana lejanos; la rapidez de los cambios ha hecho que la inmediatez de pocos años se parezca a las generaciones de otros tiempos. Alguien se ha empeñado en subirnos no a un bólido de F-1, sino en un artefacto a Mach 3 de velocidad.
China ha transmutado en una potencia inimaginable 20 años atrás. El mundo unipolar anglosajón languidece; no aceptarlo significaría entrar en una etapa llena de riesgos desconocidos. Cuenta la historia que un poder en declive suele no aceptar su destino, tornándose peligroso.
La anglosfera, con EE.UU. a la cabeza y el R.U. afilando los cuchillos en la sombra, trata de conservar su hegemonía planetaria con un modelo imperial que nunca fue multicéntrico al estilo del español, donde la Nueva España, Perú o, finalmente, el Río de la Plata eran territorios más pujantes que la España europea; en donde México, Lima, Buenos Aires, Quito, Manila o La Habana eran ciudades espléndidas, al nivel o superiores a las del viejo continente.
El modelo estadounidense es similar al británico adaptado a los nuevos tiempos: Un centro muy desarrollado con una periferia organizada en estratos concéntricos, según su nivel de industrialización; los estratos más cercanos al núcleo corresponderán a los países periféricos con más industria; los más alejados, simples proveedores de materias primas, productos agropecuarios y servicios; ¿objetivo?: asegurar la supremacía financiera y tecnológica del núcleo central.
Este modelo presenta un gravísimo problema: ser incompatible con la realidad. En primer lugar, con los Estados de gran tamaño y población.
El ascenso de China era esperado; la única duda estaba en el cuándo. La anglosfera y sus aliados -sometidos a la exigencia de una adhesión inquebrantable- dispusieron de tiempo suficiente para acordar el diseño con todas las partes afectadas, ya que la multipolaridad era inevitable.
Se negaron a reformar un sistema financiero sustentado en un esquema Ponzi piramidal atestado de productos derivados, cuyo importe supera a gran escala el PIB mundial. Si un extraterrestre ajeno al sectarismo ideológico tan presente en nuestro mundo analizara este sinsentido, seguramente se preguntaría si los dirigentes de la Tierra son humanos y, por tanto, racionales, o, al contrario, proceden del inframundo y se han encarnado para destruirla.
Desde el Plan Kissinger de 1973, EE.UU. advirtió la necesidad de controlar los recursos naturales del planeta, única forma de mantener su hegemonía.
Rusia no es sólo el país más extenso del mundo, su territorio está repleto de materias primas; es lógico el interés de EE.UU. por explotarlas. Tras la caída de la URSS, las riquezas de su subsuelo parecieron estar al alcance del mundo anglosajón y sus satélites. Gorvachov, verdadero artífice del fin de la URRS, trató de integrar a Rusia en el llamado Occidente, siguiendo la tradición de Pedro I el Grande o Catalina II; fue rechazado su ofrecimiento de formar parte de la OTAN; ¿por qué EE.UU. rechazaría incorporar a la Alianza a su antiguo enemigo, poseedor, a la sazón, de ingentes recursos naturales codiciados por ellos? A mi entender, sus dirigentes creyeron no necesitar a los rusos para disponer de sus materias primas. En ese momento, la debilidad de Rusia presagiaba un probable fraccionamiento de su territorio y/o un sencillo sometimiento de sus dirigentes.
El hoy demonizado Putin volvió a intentar una entente con EE.UU. y la OTAN. Las élites wasps quizá interpretaron con trazo grueso y al pie de la letra a Fukuyama y su fin de la historia. Desdeñaron los anhelos de Putin, sin advertir que Vladimir Vladimirovich no era Yelsin.
En 1990, James Baker prometió a Gorvachov que la OTAN no avanzaría “ni una pulgada” hacia el este si una Alemania reunificada permanecía en la Alianza Atlántica. Hoy, los países bálticos, Polonia y Rumanía tienen bases de la OTAN y/o de EE.UU.
Recordemos nuevamente que Rusia es el país más extenso de la Tierra. Con semejante tamaño, riqueza y fuerza militar es ilógico pretender que sea un mero actor de reparto de la geopolítica mundial; antes habría que destruirlo y desmembrarlo (divide et impera) Desde el siglo XVII, Rusia ha intentado formar parte de Europa, en vano. España nunca participó de ese rechazo.
Pocos días atrás, Ángela Merkel manifestó en una entrevista al Die Zeit:
“El acuerdo de Minsk fue un intento de ganar tiempo para Ucrania”. “Y ese país usó ese tiempo para volverse más fuerte, como puede verse hoy”.
Tremendas declaraciones para quien fuera mediadora de aquellos acuerdos, junto a Sarkozy. Según esta señora, el rearme de Ucrania pretendía evitar la guerra; ¿son estos los mandatarios tan admirados por algunos? ¿Deberíamos creer a alguien que trató de engañar a Rusia o de tomarle la medida en vista a un futuro enfrentamiento con la OTAN, utilizando a Ucrania como ariete? ¿Cómo habría reaccionado EE.UU. en una situación similar? Tras lo expresado por Merkel, los políticos, analistas y opinadores de toda clase, deberían recuperar la prudencia al momento de adjetivar la decisión rusa de invadir Ucrania.
El mundo camina hacia la multipolaridad. Países como China, Rusia o India no pueden ser considerados periferia de nadie. El Occidente anglosajón practica un supremacismo de raíz teológica: “…mito según el cual los ingleses habían reemplazado a los judíos en el papel de nación elegida y eran los señalados para cumplir la voluntad de Dios en la Tierra” (Historia de Inglaterra desde los orígenes hasta el siglo XX. Hilaire Belloc -Reseñado en Nada por lo que pedir perdón de Marcelo Gullo-) Esta visión mesiánica la heredará e implantará EE.UU. en su doctrina del “Destino manifiesto” desde mediados del XIX.
Sí, el supremacismo de la anglosfera ha renunciado al logos griego, al ejercicio de la razón humana, al empeñarse en no compartir el poder con quienes dentro de poco estarán en condiciones de pasarle por encima.
¡Tremendo error! Es la política del absurdo propia del arrogante, del malcriado, ¿del iluminado?, que podemos acabar pagando caro todos los demás.
Los ucranianos son la carne de cañón ¿ante Rusia? También ante EE.UU., la UE y China. Se nota que Zelensky es cómico de oficio, como el canadiense Trudeau.
El globalismo pretende concentrar el poder en instituciones supranacionales controladas por la anglosfera con la OTAN como gendarme universal. China parece no estar dispuesta a soportar otra época similar a la del “siglo de la humillación”. Rusia está harta del desprecio histórico de la Europa iluminista para abrirle las puertas de igual a igual. El país más beneficiado de esta deseable cooperación, Alemania, a causa de su histórica torpeza geopolítica y sus complejos, no está capacitada para el desafío.
La India no olvida las masacres de la Compañía Británica de las Indias Orientales, ni su inhumanidad, pobreza y subdesarrollo que el Imperio Británico dejó tras de sí. Hoy, 14 países africanos siguen sometidos a Francia por la puerta de atrás mediante el franco CFA. Estos países no pueden tomar ninguna decisión monetaria sin el permiso francés y están obligados a depositar el 50% de sus reservas en una cuenta del Tesoro Público galo. Su conversión a otra moneda extranjera sólo puede hacerse a través del Tesoro de Francia. Su impresión se realiza en este mismo país sin licitación alguna.
Habrá quién piense que Francia no forma parte de la anglosfera y es verdad, pero, de facto, actúa como si lo fuera. Su grandeur es un ejemplo de quien quiere y no puede, por más que se esfuerce en aparentar lo contrario. No hay perfume capaz de ocultar el afán de las élites francesas por asemejarse a las anglosajonas.
Llegado a este punto, cabe hacerse una pregunta: ¿Cuál ha sido el balance de la unipolaridad? Me refiero a realidades concretas, no a discursos vacíos en torno a palabras grandilocuentes.
La multipolaridad no sólo es imparable, también es necesaria.
¿Hasta qué punto se resistirá el poder en declive?
Ese es el riesgo, el grado de dureza de la resistencia.
Larry Fink de la mano de Zelensky. Black Rock será la encargada de la reconstrucción «económica» de Ucrania: el saqueo de Ucrania. Recordemos a los más despistados que, para reconstruir, hay destruir primero; y que destruir es más fácil que construir. Black Rock fue elegida por la FED para «aconsejar» las empresas a las que comprar bonos en sus planes de ayuda.
Se olvida usted de esos políticos irresponsables y mentirosos que, con el cuento de los recortes han endeudado a España para siglos, cumpliendo (si no obedeciendo) el deseo de los Black Rock (otra vez), Vanguard y demás hermanos mártires. La deuda es esclavitud y pérdida de soberanía. Bien haríamos los españoles en escarmentar en cabeza ajena. No somos tan distintos de Ucrania, y no tenemos a los rusos en nuestras fronteras.
Otro buen artículo que eleva el nivel de este digital de provincias a niveles muy superiores.