La televisión suele ser tóxica, salvo honrosas excepciones en los informativos, y las producciones de ocio televisivo tienden a dejar secas como pasas a sus víctimas, en su ansiosa carrera por las audiencias. José María Laguna, el propietario de los establecimientos ‘Leña y Carbón’ y ‘El Calamar’ de Puertollano, lo ha podido sentir en sus propias carnes: sobreactuar delante de las cámaras y exhibir, sean reales o imaginarios, malos modos, miserias y truhanerías a cambio de una vaporosa promesa de promoción y una remodelación barata de un local se parece mucho a vender el alma al diablo: el acreedor te seguirá siempre más allá de la muerte. Eso lo saben bien las decenas de hosteleros que, desesperados por las deudas, han acabado peor de lo que estaban tras subir a la picota y enseñar sus vergüenzas en «Pesadilla en la cocina» (La Sexta), azuzados por el guión, para alimentar la fascinación de las audiencias por lo escatológico y engordar los beneficios de la cadena de televisión.
La Sexta ha estrenado en la noche de este jueves una nueva entrega del programa, con Alberto Chicote trasladándose hasta Puertollano para acudir a la «llamada de auxilio» de ‘Leña y Carbón’ y terminar «echando una mano» para sacar adelante otro local del mismo propietario, ‘El Calamar’.
El capítulo ha venido precedido por la polémica. José María Laguna, seguramente arrepentido de su participación en la farándula televisiva, ha advertido esta semana en las redes sociales de que el programa está «guionizado». “Te dicen lo que hacer y cómo hacerlo; incluso te hacen hablar de cosas que todavía no han ocurrido“, ha escrito en las redes sociales, en respuesta a las críticas de los internautas por la actitud y malos modales mostrados por él mismo en diversas escenas. De su lado, Alberto Chicote y toda su potencia mediática han arrasado al hostelero como un tsunami, con unas despiadadas declaraciones consagradas a alimentar el morbo y la publicidad de la cadena: «ha sido la pesadilla más dura en las ocho temporadas».
El caso es que el hostelero, que durante años ha llevado con donosura y calidad el «Leña», deberá ahora remontar el impacto de la crueldad de un programa fariseo que apenas le ha dado un minuto final de redención frente a más de una hora de malas palabras, cámaras ocultas, anécdotas desagradables, detalles sórdidos e incluso la confesión de un problema de salud de una empleada que quizá debiera afrontarse en otros foros con más responsabilidad, si de lo que se tratara realmente fuera de ayudar.
Chema reconoce en las redes sociales que «no es ningún santo». Así será, como también será que ha podido sucumbir, desde la desesperación, a la tentación de la fama fácil y las formas chabacanas, pero se antoja duro el castigo del poderoso programa, que, más allá de la imagen del hostelero como empresario bronco, informal y caótico, ha tratado injustamente al «Leña y Carbón», que ha sido siempre un establecimiento digno e incluso por momentos de tapas espectaculares. Respecto a «El Calamar», la producción concluye con un final «feliz», tras su remodelación y la inclusión de nuevos platos, aunque habrá que ver qué ocurre en el mundo real: el local ha permanecido cerrado tras la grabación del programa, y de eso hace ya unos meses. Mucha suerte a todos.