Natividad Cepeda.- No es natural hablar del silencio en estos días de mensajes fraternos. No es normal cuando las expresiones de amistad se renuevan y los deseos de paz y amor circulan por todos nuestros sistemas de comunicación. La presencia de alegría colectiva nos engrandece escuchando música navideña andando por calles engalanadas de atavíos magníficos representado estos maravillosos días navideños.
Los frutos y las riquezas de la tierra nos han sido dados para ser compartidas por sus habitantes con equidad. La depredación humana basada y ejercida por la malversación de esa riqueza propicia que se ejerza la violencia en todos sus géneros, masculinos y femeninos, asentada en el abuso de cualquier índole, desde el abuso de poder hasta la explotación más degradante e injusta de unas personas para con otras. Si se ejerciera una justicia natural en todos los países y sus contratos fueran moderados, la escasez de lo más necesario no se daría evitando el pillaje y la devastación. Desde la noche de los tiempos la justicia verdadera no camina de la mano de la ley escrita. Por esa causa y error, no se ha reconocido en el pasado, ni se reconoce en el presente, que todos los habitantes de pueblos, aldeas y ciudades del mundo, tienen los mismos derechos a participar de esa riqueza que es acumulada por unos pocos en prejuicio de millones de seres humanos.
La celebración de la Navidad es, no solo alabar a Dios en ese niño divino nacido en Belén hace más de dos mil años; es la proclamación universal del amor humano a través de su historia cristiana con el mandamiento dado por Jesús de Nazaret, vigente y olvidado: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado…” Navidad para aquellos que no tienen lo suficiente para vivir decentemente. Para los perseguidos por sus ideas políticas y religiosas y para los olvidados por su ancianidad, También para los miles y miles de niños desnutridos y hambrientos. Por los menores de edad explotados por la sexualidad: Esa lacra mundial y comercial de la prostitución infantil y adolescente en el turismo sexual de la que escasamente se escribe.
Según la ONU, la trata de personas es uno de los tres negocios ilícitos más lucrativos del mundo, junto al tráfico de armas y de drogas. Genera unos 32.000 millones de dólares anuales y el 80% tiene fines de explotación sexual y las víctimas son en el 80% mujeres y niñas… Para toda esa sociedad humana también nació la Navidad en el establo de Belén. Tenemos entre nuestras manos ese silencio oscuro como espuma de olas que no vemos para darle voz en estas fechas. No para ocultar la luz de la Navidad, si no para hacer ver que somos ocupantes de una tierra de promisión dada por Dios para todos.
Navidad es mirarse en las miradas de los otros en nuestro viaje de vida. Pronunciamos Navidad y nos invade la felicidad de puertas abiertas a la luz de la esperanza. Esperanza para los tristes y apesadumbrados sin voz en el rumor de los días por la oscuridad de esos bosques humanos olvidados. Y la brisa de la Navidad es no olvidarlos junto a la oración deshojada de creyentes y agnósticos cuando deseamos paz y prosperidad en estos santos y maravillosos días.
Amor desde los cielos representado en esa estrella iluminada que nos anuncia el nacimiento de un niño de nuestra estirpe y progenie. Porque sin nuestros niños no hay travesía humana. Se nos ha trasmitido oralmente: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los justos; a los que claman por la justicia para los que no la tienen. Ese es el mensaje universal de la Navidad.
Natividad Cepeda