Carrusel deportivo, como el viejo programa de deportes de Ia cadena SER ideado por Bobby Deglané, que comenzó a emitirse el domingo 12 de octubre de 1952, setenta años más tarde, la vida imita al deporte, o al revés que nunca se sabe, el deporte imita a la vida, si se quiere. Por ello, la vida como un carrusel, que ya se sabe que el llamado carrusel, caballitos, calesita o tiovivo son todos ellos nombres para hacer referencia a un medio de diversión infantil y obsesivo, consistente en una plataforma rotatoria con asientos variables para los pasajeros y ocupantes. Con frecuencia los ‘asientos’ o plazas del usuario, tienen forma de caballo de madera, anclado al tablón móvil, y que son desplazados mecánicamente hacia arriba y hacia abajo para simular el galope de la cabalgadura. Normalmente, la música se repite mientras el carrusel da vueltas en un eterno movimiento de ida y vuelta o dentro hacia afuera.
Aunque los carruseles modernos están fundamentalmente compuestos de caballos, los carruseles de periodos anteriores a menudo incluían diversas variedades de animales, como perros, caballos, conejos, cerdos y ciervos, por nombrar algunos de aquellos inefables pasatiempos.
La persistencia informativa – y aún más, la machaconería reiterada y repetitiva en todos los medios de comunicación de masas– del abandono del futbol activo por parte de Gerard Piqué –icono del barcelonismo, ¿o debo decir del culerismo, por aquello de culé, denominativo con que se conoce a los fervientes partidarios del Barcelona F.C.? – refleja los valores en los que está instalada la información ¿…? social y la comunicación general: una suerte de banalidad zafia e inane, una impostura beatífica de lo secundario, prescindible y accidental.
No es que la prensa deportiva –la más vendida, por cierto, junto a los semanarios llamados como Prensa rosa o Prensa del corazón– no deba dar cuenta de ese tipo de estruendosas noticias que tanto preocupan a los seguidores de un club –ya pasó, como un fin de época del barcelonismo, con la salida de Lionel Messi en agosto de 2021 rumbo a París, en agosto de 2021 y ahora parece que las aguas se repiten– que es más que eso, y por ello, con ese tratamiento informativo excesivo y desproporcionado está en su papel consuetudinario de repetir lo evidente.
Pero que las cadenas de televisión pública –como la TVE-1 y la cadena 24 Horas– y la prensa denominada independiente –como el diario El País, icono que fuera de ciertas cosas, hoy desaparecidas en la prensa escrita, como podría constatar, de estar vivo, Rafael Sánchez Ferlosio, quien dedicara excelente ensayos a la primacía vana del deporte en la vida social– dediquen amplios espacios a la noticia, menor a todas luces, de una especie de jubilación deportiva fantástica y multicolor, a los 35 años, refleja la debilidad intelectual de la sociedad en su conjunto. Incluso los sueltos de Sámano, Besa o Segurola –solventes periodistas deportivos– dan cuenta del proceso abierto de beatificación futbolística en olor de multitudes blaugrana. Como refleja el artículo de Juan Irigoyen, ‘De Piquenbauer a meme’, que acaba reconociendo “que la singularidad personalidad de G.P. ha sido tan llamativa como difícil de gestionar”.
Y no es óbice ello, para compararlo con el recordado jugador alemán –de la selección y del Bayern Múnich, apodado el Káiser, por su poderío en el terreno de juego y su señorío fuera de él, cosa menos frecuente en G.P.– Beckenbauer. Donde hay quien ha tratado de establecer una suerte de terceto interpretativo: el hombre, el empresario y el futbolista. Perfiles triples, con luces y con sombras, que impiden y limitan la simplificación beatífica con que la sociedad –y en particular, la catalana y la barcelonesa– han recogido la retirada del futbolista en activo como un final del tercer acto de la representación. Baste recordar, para ello, los episodios de su mediática separación de la cantante colombiana Sakira con su tortuoso proceso de divorcio por infidelidades vendidas en exclusiva; sus turbios negocios empresariales en la linde de representación ilegal con la firma Kosmos –baste recordar, también, las grabaciones verificadas con el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luís Rubiales, sobre el reparto de beneficios a obtener en la final de la Copa del Rey a celebrar en Arabia Saudita–, y finalmente, para acabar, su posicionamiento en todo la historia del Procès separatista y sus esfuerzos por tratar de influir en determinadas decisiones del club, del que siendo asalariado se ha negado a reducir su multimillonaria ficha, que ha llevado a la entidad a un crítica situación financiera. Por ello, y por su postergación en el banquillo –demostrando el eclipse de su carrera futbolística– ha ocurrido lo normal en estas carreras de figuras estelares: el final anunciado. O, para algunos una suerte de despido pactado con la entidad, para liberar recursos económicos de la masa salarial, de la que G.P. participaba con un buen bocado. El colmo de todo ello, de la historia piqueana lo representa la portada del domingo 6 de noviembre de El País, con foto central y a cuatro columnas del repetido futbolista. Como si de un estadista o un renombrado hombre de ciencia se tratara. Igual que ha hecho, recientemente el Magazine mensual ICON con el jovencísimo colega del Barça, Pedri, ocupando toda la portada, para construir nuevas mitologías futbolísticas.
En esa clave del carrusel deportivo y de las neomitologías, se despliega la igualmente reiterada y anunciada presencia de TVE en el Mundial de fútbol de Qatar, a punto de comenzar. Y del cual –como si se tratara del lanzamiento de un cohete espacial– van descontando días, horas, minutos y segundos, en los campos de la información deportiva. Tratando de enervar a los espectadores de la llegada de una nueva era signada por el ciclo de los Mundiales.