Jesús Millán Muñoz.- El concepto de hablar bien tiene dos dimensiones, una es hablar bien según las normas gramáticas, otra hablar bien con suficiente corrección moral y bondad y veracidad…
El hablar bien con verdad o veracidad en bondad y bien moral, tanto sea en un diálogo en la calle, familiar, social, o en la vida política, quizás, tenga más importancia de la que pensamos. Por cierto, siempre unas personas tienen más facilidad que otras, en la conversación, quizás por mayor capacidad lingüística, quizás por mayor capacidad cultural, quizás por mayor cualidad de inteligencia, o, por mil factores. Cierto es que puedes encontrarte en el mundo, con personas que en el diálogo natural y oral y normal, no tiene mucha facilidad, pero después, en los escritos o en lenguaje escrito natural, tiene mucha capacidad, tanto de contenido como de profundidad.
Por otro lado, las personas se ocupan y preocupan mucho por el vocabulario o terminología o vocablos o palabras, quieren aprender y aprehender más, y, de vez en cuando, notas que recorren las montañas y las espaldas de los seres humanos, nuevas palabras, neologismos, traducciones de otras lenguas, casi siempre el eterno inglés de este último siglo. Así sucede, algo que a mí me parece una provocación innecesaria, todo el mundo emplea y en los mass media también, la palabra evento, teniendo en español, el vocablo acontecimiento, que pienso tiene más connotaciones y es más profundo, abarca, hechos superficiales que solo permanecerán unos días, como hechos que pueden tener y ser realidades que se recuerden durante décadas. Pero apenas nadie ya utiliza el concepto o idea o término o representación mental o enunciado de “acontecimiento”.
Nosotros, los escritores-polígrafos-redactores de artículos de opinión literarios, nos sucede, como a todos los humanos, por la mañana o la tarde nos encontramos más alegres o alegrecitos/alegrecillos/alegrecidos o más tristes o entristecidos, pero el artículo diario como la música tiene que continuar sonando en la tarde, la sinfonía de la verbena del pueblo o de la banda de la elite en la ópera del gran teatro de la ciudad. Y, hoy ha tocado el/a recordar al gran Cunqueiro, en un artículo titulado: La elocuencia y otras nuevas, publicado en El Faro de Vigo del 23 de julio de 1976, que nos narra/habla/argumenta del lenguaje parlamentario bien creado e inspirado y construido y dicho y hablado y oratorizado y eruditado…
Hoy, y, el hoy, ya dura varios lustros tenemos varios problemas en esta dimensión del lenguaje, existen programas en los medios de comunicación, en que claramente personajes y famosos y tertulianos e interlocutores, hablando de uno o mil temas, no ya que no hablen correctamente de forma gramatical, sino que falta respeto, respeto y tolerancia a las opiniones y a las personas de los otros. Parece que la corrida de las cinco de la tarde se ha levantado como un carrusel de improperios e inquinas y rencores, que emergen de la profundidad del ser de la historia –de las historias de los bisabuelos-. No existe bondad, en los discursos, la peor falta, peor que escribir bien o hablar mal. Peor por sus consecuencias, porque los medios de comunicación son un ejemplo, si lo hacen bien, se transmite a la sociedad, si lo hacen mal, también.
Y, en la coyuntura y parlamentos regionales o nacionales o, en los “parlamentos concejiles o de los ayuntamientos”, se ha transmitido esa crítica agria y feroz y sin piedad y sin misericordia. No siempre, pero si en demasiados momentos. El Parlamento Alto –como me gusta indicar-, o los Parlamentos Medios –regionales-, o parlamentos bajos –ayuntamientos-, tienen que ser muestra y demostración de/del respeto. Cada persona y cada entidad sociopolítica reafirmando y argumentando sus valores, pero que salgan de sus bocas, datos y argumentos y razones con respeto, no como hojas lanzadas de misiles de hierro y veneno contra el otro/s.
Hoy, el señor y maestro de la literatura y del articulismo, Cunqueiro, se indica que redactó veinticinco mil artículos, hoy no solo nos ocupa y preocupa que la frase o la gramática o la oración o el enunciado esté bien o mal construida, sino que nos ocupa que no hay demasiada tolerancia y bondad, en demasiadas informaciones y noticias, que se discuten, en los senos, casi sagrados, de dónde surgen las leyes, en las columnas vertebrales de la política, como son esos fosos-coros-plazas parlamentarias nacionales, regionales, locales –y, también, deberíamos citar las diputaciones provinciales, todavía existentes…-.
No hemos llegado a extremos de las barbaridades que se dijeron en las Cortes de la Carrera de San Jerónimo en algunos periodos de la Segunda República, pero bien harían y haríamos todos, para ser conscientes de que podemos dirigirnos a esos extremos. A semejanza, de que hace unos años, nadie habría podido pensar que los padres de la patria parlamentaria española, pudiesen ir al hemiciclo, casi sagrado, dónde se crean las leyes, sin chaqueta y sin corbata. Pero lo hemos visto, y otras cosas. Hoy, tendría que el maestro Cunqueiro vivir, para analizar esos fenómenos, quizás él, con la sabiduría de los años y de la experiencia y de las lecturas y de su escritura y de su inteligencia, nos podría señalar claramente, la llaga que sufrimos en el corazón de nuestra sociedad.
La gran herida/error/patología, es no entender/comprender, que el otro, aunque no piense como nosotros, merece nuestro respeto, y, que al otro y el otro, debe utilizar argumentos/datos/ideas/conceptos y, no lenguajes/lenguas que crean heridas, en los tonos, en las palabras, en los gestos, en las formas. Paz y bien.
Aprendamos de la historia e Historia, no volvamos a caer en los mismos errores del pasado. ¡Por favor, creo que el sueldo que reciben, lo merece, creo que los ciudadanos nos los merecemos…!