Hay quien imputa al bíblico Noé el primer esfuerzo por el coleccionismo animal, por el inventario zoológico y por la organización demostrativa de las variedades del mundo animal y de sus diferencias sintomáticas. Incluso, hay quien piensa en el capitán del artificio flotante como el primer humano respetuoso con el reino animal y con sus proclamados y recientes derechos de los que antes no se hablaba. Más allá de la posición a otorgar al Noé bíblico, el papel de ¿ecologista avant la lettre o de animalista pionero?, se suscitan otras cuestiones no menores y descollantes. Como las de haber sido el primer constructor naval –mediante el artificio desplegado con la barca enorme, levantada sin conocimientos previos de construcción naval–, o la de haber sido el primer enólogo que cultiva, bebe y abusa del fruto de la vid. También la de ser un anticipado precursor de las previsiones climáticas.
Pero centrémonos en el animalario noeniano y en sus problemas de intendencia y de supervivencia. ¿Cómo organizar la expedición animal para sobrevivir al diluvio?, y ¿cómo colocar a las especies marinas junto a las voladoras en un espacio determinado? Y ¿cómo hacer posible, finalmente, la coexistencia de las especies carnívoras con las herbívoras en un espacio reducido, sin menoscabo de sus integridad respectiva? Por no hablar de la rareza de transportar a las especies acuáticas en pleno diluvio. De lo cual ya he escrito en 2018, el texto Arcas, Barcas y Barcos, en la revista Hombre de palo (https://hombredepalo.com/barcas-arcas-y-barcos-jose-rivero-serrano), aunque ese trabajo estuviera más volcado a las representaciones pictóricas. “Un zoológico limitado a siete parejas de animales limpios y una sola de animales impuros; acompasados por siete parejas más de animales del cielo; sin que se señalara ninguna determinación para aquellos otros animales de vida acuática o fluvial”. Organización parecida a la que realizara Tintoretto, en su pieza La creación de los animales, donde el orden desplegado en la pintura es fundamental para conocer la naturaleza del mundo y de lo creado.
De igual forma que, la diversidad y el volumen de navegantes zoológicos puestos a salvo por la voluntad de Noé, da pie a Julian Barnes –en su texto Una historia del mundo en diez capítulos y medio– para formular el juicio –no sé, si herético– de pensar que el Arca no era, no fue, un dispositivo aislado y solitario, sino una autentica Cruzada marinera o una Armada de supervivencia. “El arca no era un solo barco. Fue el nombre que le pusimos a toda la flotilla (difícilmente se habría podido meter todo el reino animal en algo que sólo tenía trescientos codos de largo)”. Idea en la que sigue insistiendo y detallando: “Al principio el Arca se componía de ocho buques: el galeón de Noé, que remolcaba el buque almacén, luego iban cuatro barcos ligeramente más pequeños, cada uno de ellos capitaneado por uno de los hijos de Noé y detrás el buque hospital. El octavo barco constituyó un breve misterio: una pequeña y veloz balandra con adornos en filigrana en madera de sándalo a lo largo de toda la popa, seguía un rumbo servilmente próximo al del arca de Cam”.
La otra dimensión zoológica –antes de llegar al reino contemporáneo del Petcare, convertido en una imponente industria multinacional, como detallaba el suplemento Negocios del 23 de octubre: ‘Mascotas S.A.: una industria millonaria’– se desplegó con las palabras aportadas en el Papado de Benedicto XVI, sobre la presencia de animales domésticos en el pesebre de Belén (¿Pero hubo buey y mula en esa noche gélida y misteriosa, por mucha cosmética astral y pastoril que se precie y se proyecte en la choza, cabaña, chamizo o pesebre?).
Todo ello, trae causa del distanciamiento que las modernas creencias religiosas profesan en torno al mundo animal. Y nunca mejor empleado el género descriptivo del reino vivo inferior, como reino animal. Y es que cuanto más crecen y crecen los animales de compañía o los muñecos de peluche, más nos alejamos de concepciones zoológicas capaces de iluminar la historia, la mitología y la leyenda. Pese a ello la constante zoológica en los Evangelios y en la Biblia misma, merece una indagatoria desde la historia de la representación y desde la historia de las Mitologías bíblicas y sagradas. Indagatoria pictórica, que aclare y matice, de una vez por todas, las dudas planteadas en el hermanamiento tan querido por el santo de Asís entre hombre y bestias. Pero hermanamiento cuestionado en el tiempo presente, por las ansias siderales de conquistar, cazar, sacrificar o deglutir, con que nos relacionamos con el animalario.
Desde la presencia de animales individualizados en historias bíblicas y evangélicas diversas, como la de Jonás y la ballena, San Jerónimo y el león, los Apóstoles y los peces o la de San Pedro y el gallo; hasta la personificación de tres evangelistas con otros tantos animales, componen parte de esa nómina continuada del intercambio entre los reinos zoológicos y humanos. Por no introducir problemas mayores de representación, con arrastre de problemas teológicos: como ocurre tanto con el Cordero Místico, como con el Espíritu Santo visualizado en forma de paloma. Otras presencias muestran la enorme concurrencia del reino animal en los tuétanos de las historias sagradas. Así desde el plácido Jardín del Edén, dominio señorial de los Padres fundadores del género Adán y Eva, que se nos desvela como un auténtico Museo de Ciencias Naturales; hasta las aglomeraciones del embarco noeniano, previo a las temibles inundaciones diluviales; desde la marcha de Abraham camino de Canaán provisto de todas sus posesiones mostrencas, hasta la barahúnda de leones que acompañan al valeroso Daniel, todo es una muestra de ese imperio animal que ahora queremos olvidar a toda costa.
Aunque al tiempo que olvidamos esa representación sacramental e histórica del mundo animal en sus diferentes acepciones, crece la pasión por el cuidado de mascotas de diverso pelo –y nunca mejor dicho lo de pelo–, como se extraía de la lectura del citado texto de Negocios. Un cuidado que no se limita solo a la alimentación, sino que llega a la veterinaria, la peluquería, la higiene corporal y los diversos complementos de juegos, paseo y viaje. Como un miembro más de la familia, extremo este que se hace perceptible en sociedades monoparentales. Situación –la de la relación de hombres y animales– que viene a complicarse con la reciente Ley de protección animal de 2022, al establecer categorías que van de los animales productivos –en carne, leche, piel y otros–, hasta los ejemplares de ocio y recreo. Por no citar la cancelación de otros universos de despliegue animal. Desde el circo a los zoológicos, desde la tauromaquia a la caza; desde la experimentación a los ensayos en laboratorios, por no hablar de las peleas animales –ya de perros, ya de gallos, ya de otros animales fieros–. Desde esta perspectiva, el recurso del Noé y su captura, selección y transporte animal estaría al borde la legalidad actual. Por lo que habría provocado un colapso cierto de las especies terrestres.
Por no consultar los antecedentes antes de dar titulo a un texto, descubro –lo estaba sospechando en los últimos momentos– que Animalario ya había uno. Exactamente del 6 de agosto de 2015. Hace justamente, siete años que ya peroré sobre el mundo animal y sus implicaciones humanas. Lo más curioso es que todo se despegó con el nombre de la cafetería de Cádiz, donde había desayunado últimamente: La vaca atada. Luego salieron otras vacas y otros diluvios, como el del 2018 cuyo enlace dispuse.
https://www.miciudadreal.es/2015/08/06/animalario/