Manuel Valero.- La Historia se regala cíclicamente con un personaje perverso. Qué otra cosa es aquel que amenaza con la destrucción masiva, aquel que agarrado a una mesa de poder como a una tabla de salvación le recuerda al género humano que tengamos mucho cuidado que hay un botón anacarado – ¿o es rojo?- que adelanta el Apocalipsis. La mera amenaza ya implica la incubación del mal.
¡Qué tiempos tan inspiradores de la distopía que van desde la política doméstica al escenario global dislocado y movedizo! Tanta evolución para esto. ¿Quién dijo que la Historia se había terminado? ¿Francis Fukuyama cuando la ola humana del otro lado del telón reventó las tripas del Muro? Anda que iba bien encaminado. Pensadores tiene la Historia, precisamente. Uno se ciñe a sus esquemas mentales tratando de racionalizar la realidad antes de que ésta se vuelva distópica del todo y lo que vemos en series de televisión sea el paisaje cotidiano que veamos desde el balcón de la casa.
La globalización era esto: un estado de inquietud permanente con la perversidad humana en armas contra lo que también tiene de benevolente esa misma condición, radiada y vista al instante sin sensación de distancia o lejanía. Todo parece ocurrir en el barrio: el cinematográfico entierro de la reina Isabel II hasta los bloques de viviendas destrozados de ciudades ucranianas , como Jarkov o Mariupol. Y ocurre en nuestro ámbito más cercano, como el coche, la vivienda que alumbramos y calentamos o el supermercado. La globalización era esto: la contracción de la antigua geografía de lejanías a un patio de vecinos superpoblado y entreverado de intereses contrapuestos. Demasiada densidad para después de una pandemia.
Hay un temblor de duda que tambalea nuestras viejas certezas y una sensación de algo que está a punto de alumbrarse, como si la Historia estuviera pariendo otra era y la era no esté pariendo un corazón como canta Silvio Rodríguez. Por cierto, lo propongo como Nobel de Literatura. O sea que la Historia no está en las últimas, sino a las puertas, salvo que el fin de la Historia sea también el fin de la especie o de la vida tal y como la hemos conocido hasta ahora y entonces, si, Fuku, para tí la perra gorda. Escuchar el discurso del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ya lo pone a uno al borde de una premoción de tenebrosa distopía, pese al bienintencionado mensaje de la ministra Ione Belarra de un futuro mejor de la mano de la Agenda treintañera. ¿Será que Putin odia esa agenda de felicidad global que se ha puesto a hacer el orco?
No sé ustedes pero uno ve sombras. Y no es que sea especialmente pesimista, es que ha dejado de creer poco a poco, tacita a tacita en el homo sapiens, así en su conjunto. Hoy mismo he visto a una mujer joven. Llevaba un carrito con su hija pequeña y no he podido evitarlo. Me he hecho la pregunta del millón. ¿Qué mundo le esperará a esa personita? ¿Uno feliz a lo Belarra o un campo de cenizas? Es lo que tiene hacerse demasiadas preguntas. Y no es que uno sea original, que no lo es, pues está en el imaginario común que la Humanidad tarde o temprano firmará su acta de defunción. Se suicidará por gilipollas.
Hoy ha sido un día regular y eso que la lluvia que ha caído como debe caer, mansa fructífera y prometedora, presagiaba un breve horizonte de optimismo. Pero ha sido ver al Sauron ruso, mano prieta contra el borde la mesa y la cara temblorosa por el crepitar de las mandíbulas diciendo que tengamos cuidadito que tiene pepinos frescos… y todo el andamiaje se me vino abajo.
En la vida de cada cual hay cosas muy vivibles, muy bellas, y están muy cerca de nosotros. Eso nos salva… de momento: las personas que amamos son nuestro equipaje, pero hay ahí afuera hay un bicharraco escapado del imaginario de Tolkien cuya sombra amenaza el futuro feliz de la Agenda del 30.
Carpe Diem.
Feliz será para usted. A mí no me la han dejado votar. De hecho se votaron elecciones para el Parlamento Europeo y sólo después se puso sobre la mesa como un rodillo y encareciendo nuestra vida y llenándola de prohibiciones.
Es distopia comunista (ya implantada en China). No es casualidad que la Secretaria de Estado para la Agenda 2030 se la den a los comunistas. No tendrás nada pero serás feliz.
Sauron es bicéfalo.
https://youtu.be/-trMW8FvEic
Oiga usted Valero, tan jodida está la cosa?. Yo, aunque lo veo mal, no dejo de pensar en que el pesimismo me invade en demasía pero coño, leido su articulo, no le quedan a uno muchas ganas de tirar cohetes. Tan gilipollas llegamos a poder ser.