El padre teatino Valentín Arteaga (Campo de Criptana, 1936) es, al margen de sus virtudes teologales y humanas, que posee en grado muy amplio, un gran poeta y un magnífico escritor.
Este último, por el momento, poemario suyo, condensa la sabiduría de alguien como él que ha caminado mucho, ha leído mucho y escuchado mucho, con la aparente sencillez de un discurso muy cotidiano, tan pegado a las realidades terrestres como a la esperanza y la caridad celestiales que en su obra son sencillas y hondas reflexiones que nos llegan al corazón a todos, creyentes o no.
Como señala en su acertado prólogo el también escritor y poeta Pedro A González Moreno: “….eso y no otra cosa parece a menudo la creación poética: un continuo ir y venir desde el misterio a la realidad y viceversa”.
Uno de los poemas de la primera parte del libro, resume bien esta actitud del cura-poeta Arteaga ante el mundo y ante la literatura:
Todavía anhelamos la pureza del mundo
Y nos reconocemos al mirarnos.
Muchachas de los predios, venid a sostenernos.
El mar se pone en pie cuando amanece.
El libro, muy bellamente editado, se acompaña de unas ilustraciones de Francisco Valbuena, pintor criptanense un poco mayor que el poeta (nacido en 1933 y muerto en 2007), y entiendo que es un muy buen complemento para recuperar su obra no excesivamente conocida y para acompañar estos hermosos y profundos versos que nos llaman a la esperanza y al amor más verdadero.
Hacia la puerta que nunca abrimos
Prólogo de Pedro A. González Moreno
DC39 libros/ Bambalinas, 2022
Imágenes de Francisco Valbuena
Cuidado de la edición: Jaime Quevedo Soubriet