Jesús Millán Muñoz.- ¿Porqué y por qué queremos y estimamos y valoramos a una persona, un colectivo, una idea o sistema de ideas, a un país, a nosotros mismos…?
Nadie niega, que vivimos y existimos, pero dentro de ese ser en la existencia, por él o ella recorren mil vericuetos o caminos o entrevías, a y, en multitud de sentidos. Queremos y estimamos la pasta o el café o un conjunto de ideas, o, miramos hacia atrás y, hemos querido y amado y estimado y valorado a unas personas, miramos hacia el futuro, y, según estemos situados, así tenemos de edad, si queremos todavía amar, hacer una vida en el amor, todavía disponemos de una edad, si miramos hacia delante con cierto escepticismo, más hacia atrás que hacia el futuro estamos en otra –salvo los participantes, con todo respeto, a esos programas de búsqueda de pareja/amor/futuro, que no sé, en qué casos es verdad, y, en qué solo aparecer en la pantalla…-.
Maruja Torres, nos narra en esta columna, su amor a Italia, y todo lo que representa y todo lo que es, diríamos, todo lo que está en el huevo/hueco del ser/estar de la italianiedad, en El País, el día 04 de marzo de 1987, titulado: Volaré –en el original que dispongo no sitúa tilde, pero supongo será un error tipográfico de edición-.
Esta columna me gusta y me agrada, porque en unos cientos de palabras, nos narra, distintos estados de/l ánimo/ánima, con sencilla oratoria y retórica, nos muestra, como se incardina sus sentimientos y afectos con ideas y, con una realidad exterior. ¿Cómo se puede sintetizar una sociedad o país, con toda su complejidad? Pues Maruja Torres, es capaz de hacerlo-realizarlo, en una especie de simiente de estar y de ser.
También me agrada esta columna periodística literaria o de opinión, porque muestra y demuestra, que un artículo se puede realizar sobre cualquier tema, que el concepto de novedad y actualidad, algunos indican de forma aguda o rabiosa, es un concepto limitado. Que el periódico, tiene que informar de lo que sucede, diríamos la crónica de los hombres y mujeres de hoy, individuales y colectivos, de los sucesos.
Pero que el periodismo, más ahora, con Internet, tiene que argumentar, dar razones, exponer, explicar, encontrar razones y causas y fines posibles. Y, en tercer lugar, también los medios de comunicación, especialmente, los tipográficos en palabras, sea online o sean en papel, también, tienen que hablarnos de otras cuestiones, no de tanta actualidad y novedad, que son eternos o intemporales. Tan importante sería para un griego antiguo, su Ciudad-Estado, yo, me gusta indicar, el concepto, de Comarca-Estado, que a los de hoy, hablarles de su localidad, región, provincia, país…
¿Pero por qué nos queremos y estimamos a nosotros mismos, a otra/s persona/s, a un lugar/es, a una sociedad/es, ideología/s, Estado/s, dios/es…? Podría ser, una especie de consciente e inconsciente, de pasado y presente y posible futuro, podría ser una combinación a las cinco de la tarde, como una mezcla de hielo y líquidos anaranjados, de experiencias y vivencias, del pasado o del presente, o que esperas disponer en el futuro.
Quizás, amamos, porque es la naturaleza de todo ser viviente, querer y desear, en el caso, de lo humano/humanidad hacerlo con racionalidad y prudencia. Una mezcla de estética y belleza, de verdad y veracidad, de bondad y de bien, de racionalidad, equidad, prudencia, justicia, y, aunque creamos que no, de las grandes virtudes esenciales y cardinales y racionales, que desde los griegos, pasando por Jerusalén, la Vieja y la Nueva, el judaísmo y el cristianismo, ha ido volando y cabalgando y nadando por los siglos, hasta llegar aquí/hoy. Porque la verdad, la bondad, la belleza, representa la mismidad de la esencialidad de nosotros mismos, de cada uno, y de todos. Aunque no queramos creerlo o creérnoslo…
Debo aceptar, aceptarme, como articulista, supongo que no es una vanidad y una soberbia y una grandilocuencia y un titiritero de las palabras mentirosas, después de haber construido tres mil, aceptarme a mi mismo como columnista, aunque los dineros no suenen, que me vengan al bolsillo por esta actividad. Por tanto como columnista de opinión o literario, arrastro detrás de mi una enorme tradición, de al menos dos siglos, y, por tanto, también, los cientos que están en este juego, ahora mismo, que están empezando o que arrastran un arado de cincuenta años. De todos he aprendido y aprehendido… De todos he ido comprendiendo algunas realidades del mundo, no solo de libros académicos, pasando por los oficios y estudios profesionales y pautados y con reglas y con normas, y con exámenes y con títulos.
También he aprendido del lenguaje oral dialogado y natural. De la calle, de unos y de otros. Y, el tiempo, me ha enseñado, que un artículo periodístico, es una mezcla o combinación o hibridación entre las ocupaciones/preocupaciones de la calle/normales/rutinarias, y, ese volcán de ideas/conceptos/datos/argumentos que has aprendido en la enseñanza oficial reglada y no reglada. Pasando por el vergel o desierto o mar de cada individuo. Aprender es una tortilla de lo aprendido del presente y del pasado, previendo futuros posibles –que no sabes como cristalizarán…-.
Por eso, este artículo de Maruja Torres, vale la pena leerlo y pensarlo y soñarlo, porque nos lleva a concebir lo pequeño como grande, lo grande como pequeño. Solo cambiará en qué usted modificará Italia por España, o quizás por Toledo o quizás por Galicia o quizás por Finlandia… Solo eso, pero narramos, solo intentamos narrar los temas eternos que están mezclados con la rutina cotidiana de cada día.
¡Qué más importante que la tortilla/cocido/bacalao de cada día, que el amor-amar de cada día, que puede llevar con nosotros cuarenta años o veinte o diez o un día, porque está amaneciendo y floreciendo…!