Naranja en el horizonte

Las cenizas se han empeñado en no dejarme ver, lo cubren todo, y lo peor es que me impiden llorar. Me han bloqueado las ideas, rabia e impotencia, mezcladas en el mismo sentimiento. Veo cómo arden las ilusiones de tanta gente y no sé cómo ayudar. Estoy a kilómetros de los incendios, las noticias inundan de reflejos anaranjados toda la pantalla y puedo notar el calor que desprenden las ramas al perder su color verde. La gente corre asustada, temerosa de que al regresar sus hogares se hayan convertido en un triste recuerdo. Rezan para que esa ola de destrucción cese, mientras intentan dormir alejados de sus camas.

El fuego, que siempre fue ligado a la evolución de nuestra especie, parece enfadado, cabreado con nosotros. Y seguramente tenga razón. Estamos descuidando el planeta, pero eso no es excusa para devorar el futuro de tanta gente. En ocasiones, la dichosa mala suerte, en otras un humano despiadado que solo piensa en sus adicciones, descuidos y errores que desembocan en columnas que derriten las montañas y los pastos que tantos siglos costó moldear. No sé la manera de empezar a reconstruir los sueños. Pero, sin embargo, vosotros, aquellos que habéis peleado por lo que os han arrebatado, lo tenéis claro: pensáis levantaros y pelear por un nuevo comienzo. ¡Os admiro por tanto valor!

Desde mi tierra, en campos de Don Quijote, os enviaría lluvia envuelta en nieve para que calmase la sed de esa tormenta de humo que cubre vuestros tejados. Bien sé que no puedo hacer milagros, solo cuento con mi plegarias. Lo que sí os puedo asegurar es que sois un ejemplo para todos; enseñándonos el camino para vencer al destino. Estoy seguro de que el cielo será generoso y dentro de poco cubrirá de brotes verdes las colinas que tornaron en negro. Será un largo proceso, pero la naturaleza siempre encuentra la manera de recompensarnos. Sed pacientes.

Un abrazo para todos y os deseo que dentro de poco podamos recrear la vista con nuevos paisajes, en donde el colorido retome los tonos de arcoíris. Qué vuestras casas y negocios alcen en vuelo para disfrutar de un nuevo comienzo. El tiempo convertirá en chascarrillos lo ocurrido, el alma será menos benévola; suele guardar el dolor en un cajón aparte, más cerca del corazón y la tristeza. Aun así hay que seguir…

Lo dicho, mucha fuerza para todos.

Dedicado a todas las familias afectadas por los incendios y, cómo no podía ser menos, a todas las personas que han entregado su dedicación para sofocarlos.

JYDC
Sin palabras mudas

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