Jesús Millán Muñoz.- Una ciudad/comarca/provincia es un universo en sí, un universo de piedras y de corazones y de labios y de leyendas y de pasados y de futuros. Guadalajara también.
Cada ser viviente, llega a un lugar, por distintos motivos y razones, los vivientes bípedos humanos racionales y semiracionales, también, no nos diferenciamos tanto de las migraciones de mamíferos, sean migraciones temporales, sean permanentes. Los humanos arribamos a un lugar, también, como seres vivientes que somos y en los que somos/estamos. No somos árboles vivientes, no somos piedras no vivientes, somos una de la especie de las cuatro o cinco de primates, con suficiente grado, creemos, cuando nos miramos a nosotros mismos en la racionalidad.
Los dos viajeros/paseantes, ya hace años, acabaron sus huesos en/de este lugar, primero, uno, por una oposición, después, los dos por las notas, y, la misma oposición, luego a los pocos días, los dos andantes y una descendiente, por la misma oposición. Dos pruebas y el silencio de la segunda no superada –cómo habría cambiado tu existencia en esta tierra, si hubiese sido un apto la segunda criba, y, se hubiese materializado en una plaza-.
Los tratadistas del discurso, desde la antigüedad grecorromana, Aristóteles y Quintiliano, hablan del ethos del que realiza el discurso. Puede definirse, que la prosa didáctica o descriptiva o pedagógica o enseñante, que al final, un artículo periodístico de opinión o literario, sería una modalidad de discurso en el ágora griega, en el senado romano, de una arenga militar, de un sermón en un púlpito. Decían, es importante el ethos del autor/parlante, de la personalidad moral, de la fiabilidad. Por consecuencia, los tratadistas de la forma moderna del discurso, que sería la columna periodística literaria, hay que incluir un reflejo de ese pequeño yo, no por vanidad-soberbia-engreimiento, sino por rozar los corazones de las piedras y de los humanos.
Los territorios son ocupados a lo largo de los siglos y milenios, algo de ello va quedando, a veces, como si fuese los sedimentos de una tarta, una cultura se crea sobre otra, formando una torre de historia que va quedando dormida, una dentro de otra. Otras, un lugar se traslada a otro, posiblemente, por mejor defensa, pero siempre dentro de la misma comarca, unos cientos de metros más allá o más acá, según quien venga y porqué venga –civilización, cultura, religión, etnia, poder…-, Aquí, de Arriaca a Guadalajara, posiblemente, indicando lo mismo “río de piedra”, quizás Carae o Caraca que cita Plutarco. Pero los humanos, generaciones como sinfonías van habitando las espaldas de las calles y de los edificios. Todos, casi siempre atravesados por un conflicto de armas, toda generación sufre uno, o padece las consecuencias de uno, o teme que suceda uno. Aquí, mordieron sus dientes de espada y colmillos ensangrentados, por lo que sabemos, en estos últimos alientos: la de Sucesión, la Independencia, la incivil Guerra Civil del siglo pasado…
Recuerda el viajante que en una plaza, existía un bar/tasca/taberna ya cerrada, con las manchas del olvido, titulado Il Duce, recuerdos de tiempos del recuerdo. Recorremos las ciudades que medio conocemos o desconocemos, quizás, para encontrarnos con el inconsciente de nosotros mismos. Al no entender con seguridad los pasos, surge del volcán de dentro, espacios y tiempos del pasado, espacios y tiempos de posibilidades del futuro. Allí, en algún lugar de la ciudad, recordé aquella película, aquel trozo que el protagonista, “termina un examen”, la esperanza del futuro. Allí empezó una esperanza para este turista del trabajo, que se materializó y se concretizó en parte, durante unos cursos en la enseñanza, después, después de unos años.
Atravesando ruedas de alquitrán y trozos de piedras en la calle, rodeando las estructuras teatrales de la historia en forma de edificios: Concatedral, Palacio del Infantado, Panteón de la Duquesa, Museo de la ciudad, Teatro Buero Vallejo, Hospital de la ciudad… y, habiendo cortado de viaje por la A2, muchas veces, como un cuchillo que atraviesa una urbe en un orbe, un cuchillo que divide como si fuese mantequilla.
Siempre volvemos a Cela, en este lugar/comarca y su Viaje a la Alcarria, muchas décadas después, regresó a estos aledaños para habitar, para estar cerca de la gran urbe, Madrid, pero no estar dentro de ella, pero si besando sus pies. Ese viaje que todos los escribientes después han imitado en los adjetivos, todos han copiado esa necesidad del viaje como literatura. Como este modesto artículo, síntesis de tantos viajes reales e imaginarios, de sueño y de ferrocarril y de cuatro ruedas. Somos un viaje, un viaje dentro de nosotros en el interior, un viaje fuera de nosotros, visitando lugares, que tienen distintos nombres, pero que en esencia, son la misma ciudad, cambiando algunos apellidos de titulares de historias. Aunque cada ser humano es diferente en algo, semejante en mucho a todos. Eso sucede en una ciudad. Un lugar, puede ser un ilimitado espacio y tiempo de un corazón besando unas piedras y otros corazones y otras leyendas y otras historias, siempre la misma y en la misma…
Cerca está la gran sombra del cervantino quijote y sancho, cerca la sombra de aquel ser, que nos hizo lo que somos en gran parte, porque nos reinterpreto algo de lo que somos. Me he preguntando algunas veces, pisaría Cervantes mi ciudad, pasaría por ella, pregunto a las voces de la historia, siendo/estando tan cerca de la Alcalá universitaria, el genio manco atravesaría alguna vez estos muros… en la imaginación o en la realidad. Dejamos un color cada ser que habita este mundo, al dormir en él, unos minutos. Pero se van quedando en el inconsciente del lugar.
El ser humano, viviente y respirante, necesita energía en forma de alimentos y en forma de rayos de sol, puede degustar por estas tierras versiones de los hornazos, del morteruelo –un poco obscuro-, las migas alcarreñas –una de las tantas versiones interpretativas del pan que recorren estas mesetas y montañas de Ibería., harinosas, bizcochos borrachos, y distintas carnes, en distintos trozos de su vida y en distintos viajes y reviajes al mismo lugar y distinto relugar…
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Fin artículo 3.135º: “En Guadalajara, I”.