Que la televisión generalista es en gran parte de su contenido pura ganga inservible no es un descubrimiento. Estar las veinticuatro horas dando la matraca es un certero salvoconducto hacia el hartazgo. Todo es viruta, y como el carpintero deja reducido a un palo de escoba el tronco de un pino, así la televisión se queda en nada. Entre el basurerío, las tertulias, los tik tok convertidos en material informativo, la simulación de los realities, la estafa de una espontaneidad que es falsa, pues todo está guionizado, las copias de programas y demás conserva en lata, la televisión se ha convertido en una adormidera que incluso no hace ascos a alarmas sensacionalistas si es menester. El otro día pasé por un establecimiento que fue protagonista del programa infame de cocina que hace el irritante Chicote y habían colgado el cartel de se traspasa y ayer mismo, para mi perplejidad , y eso que en materia televisiva ya la tengo casi gastada, veo y leo en un programa que la siesta puede matar. Así, sin pan ni ná, titular rotundo y asertivo que luego se justificada con los interrogantes de rigor después de rotular que la siesta puede producir subida de tensión y daños cerebrales hasta la muerte. Ya no hay recato. El programa en cuestión tiraba de un informe que era destrozado por la opinión del pueblo llano al que el reportero le preguntaba si estaba al corriente del riesgo de echar una buena cabezada después de comer, sobre todo en verano. La espontaneidad de los interrogados ponía en su sitio la irresponsable materia informativa tratada por el medio como un verdadero riesgo. Claro, la gente se reía. ¿Qué si echo siesta? De tres horas y aquí estoy como un bendito, vino a decir un hombre entrado en años. Y en similares términos se expresaban los demás transeúntes. Y sin embargo, el medio presentaba la siesta como un factor de riesgo mortal. Siglos sesteando para llegar a esto. La siesta tiene una connotación peyorativa y se la identifica con la cultura española. De modo que más que salvar el sopor de la canícula la siesta para algunos, calculo que para los autores del informe bien recogido y altavoceado por la tele, es costumbre de holgazanes.
Y así vamos. Si uno hace una purga minuciosa de los contenidos se quedará con los informativos y un puñado de programas y siempre salvaría La 2, no por postureo sino por reconocimiento objetivo de que al margen del color de los gobiernos ha mantenido su calidad, y seriedad. De hecho es la única que informa, forma y entretiene. No cambia. Una rara avis en medio de la vulgaridad imperante en la que chapotea la televisión generalista decadente.
Afortunadamente está el cable y sobe todo la libertad de cada cual de sintonizar lo que desee pero hay un aspecto de la televisión que me resulta inquietante: la subliminal estrategia de manipulación cuando no la frivolidad con que se afrontan y se presentan al público asuntos como el referido de la siesta asesina por más que luego precisaran que para que la siesta mate tiene que ser gorda, como la que se echa nuestro paisano José Mota. Dicho de otro modo lo que puede matar es muy saludable si se practica de 10 a 20 minutos.
El cable, insisto, es una alterativa, y supongo que no estará al alcance de todos los bolsillos pero por mi parte espero con ansiedad el estreno de Los anillos del poder y La casa del Dragón. Un primer visionado después de comer y otro para no perder detalle a la noche con la fresca. Bueno, no, con la fresca no, que no se sabe si va a venir este verano.
Me vino a la cabeza la teoría y práctica del escritor Camilo José Cela, premio Nobel, gallego con retranca y longevo que consideraba las condiciones de un buen siestón: cama y orinal. Y a la neocultura imperante que escudriña todo para presentarlo como poco saludable que le den. Si saludable es comer brocoli y correr como un perro y nada de tabaco, alcohol, carne, pan, azúcar y siesta casi es preferible una vida menos larga pero intensa teniendo en cuenta que además, el cumplidor de la nueva religión dietética no está exento de que le caiga un piano encima mientras camina por la calle. Vamos que si encima de guerra, cambio climático, subida de precios, pandemias, ahora además la del mono, restricciones, amenaza de recesión económica… viene la tele y me dice que la siesta mata, simplemente la apago y no vuelvo a conectarla más. Por donde amarga el pepino es un buen lugar para mandarla. De mi parte.
Resignación con el calor.
La siesta para los viejunos o para los que comienzan su jornada laboral a las cuatro de la mañana. Yo prefiero emplear esa media hora en hacer el amor e inmediatamente después tomar una ducha fría con mi pareja, después , a reanudar la segunda parte de la jornada partida tan ricamente. Es lo único que me consuela en estos días en los que el calentamiento global está mostrándose especialmente inmisericorde , achicharrando incluso a los que tenemos una gran resistencia al calor. Mare mía!!!