Manuel Valero.- Los montes en España se vienen quemando desde antiguo. Que se lo digan al humorista Perich que acuñó la antológica frase: Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor conde. Atacaba así con tan cáustica ocurrencia la opulencia de latifundistas y terratenientes como reflejo de la España profunda que ya tenía la piel curtida por las llamas.
Desde entonces no ha dejado de arder la flora campestre en toda su variopinta autoctonía de selva piñonera, matorral mediterráneo, barbechos secos y todo lo que sea susceptible de entrar en combustión. ¿Pero en combustión espontánea? Siempre se ha dicho, no solo por la gente común sino por autoridades competentes y expertos en la lucha contra el fuego (recuerden la canción de Serrat) que las gigantescas lumbres veraniegas eran azuzadas por el más irracional de los animales: O sea el hombre (O la mujer). Bien por un acto irresponsable de lanzar una colilla por la ventanilla del automóvil, por generar un chispazo mientras laborea con el tractor y, sobre todo, por el brazo asesino que porta la llama. Recuerden que se decía que los intereses ocultos tras un paisaje convertido en picón eran el negocio de la madera, el de la construcción y el del narcotráfico. Un viejo compañero de La Tribuna, que lo fue también en Lanza, Diego Farto, me dijo en cierta ocasión de un verano en el que Galicia ardía por los cuatro costados, que detrás del humo estaba la silueta de los narcos que actuaban de pirómanos para distraer operativos y tener las manos libres en otras zonas para la entrada de la droga. De vez en cuando algún rayo ocasional o el culo de un casco de cerveza que aumentaba la potencia calorífica del sol y prendía la llama.
El cambio climático no es de ahora: los expertos lo fijan a partir de la Revolución Industrial decimonónica en que el planeta se empezó a poner más caliente y así hasta ahora en que el cambio climático es más una religión que una amenaza. Tranquilos. No soy negacionista aunque tenga dudas (como en casi todo) del origen antropogénico de la ida de olla isobárica y del subidón tubito Celsius. Es las dos cosas: una amenaza y una religión.
Esta mañana he contado en un mapa más de una treintena de incendios en España y ningún medio ha señalado la causa que los ha provocado salvo en un par de ellos por haber sido vistos rondando la noche los asesinos del monte. ¿Qué ha pasado con los demás focos? ¿Por qué en un mes se han multiplicado? ¿Han sido provocados, accidentales o por causas naturales? Convendría que la autoridad competente facilite esta información a los ciudadanos pues de no tener duda de que hace apenas una década casi todos los incendios eran criminalmente intencionados hoy el dedo acusador se centra en el cambio climático. El presidente dixit. Claro, las olas de calor que padecemos tan sudorosamente llevaderas, dejan la yesca a puntito de la combustión espontánea pero es difícil que el campo o el monte remeden a los budistas que se quemaban a lo bonzo para reivindicar el Tibet. Es un componente más del coctel veraniego que se viene repitiendo desde los tiempos de El Perich, junto al abandono, la sobreprotección, la falta de medios para la limpieza y la observación, etc. Ya es del criterio común lo de que los incendios se apagan en invierno.
España ha vuelto a arder sin que tristemente eso suponga una novedad. Y eso irrita más precisamente: que todos los veranos o casí sean lo mismo con mayor o menor intensidad, pasto de las llamas. Así que sin negar que estamos a las puertas de un clima desconocido es también lógico afirmar que tener el cambio climático como un vulgar comodín es una simpleza manifiesta. Ha venido este verano loco para calentar el ambiente que es que estaba muy frio, pero no estaría demás hacer un listado de los incendios y si fuera posible sus causas porque no es fácil tragarse que de los más de treinta registrados todos hayan sido prendidos por el clima. Hay quien ha quemado el monte como un terrorista, que es como tenían que estar tipificados los incendiarios, terroristas.
Y, claro, lo peor son las vidas… La Naturaleza llegado el momento no oculta tampoco su perfil asesino. Que se lo digan a los haitianos o los japoneses.
20.000 millones se llevan las políticas de género y ahora los periodistas se enteran que para cuidar de los montes y los bosques no hay un chavo. Claro, que es por culpa del cambio climático, y si no la ultraderecha, y si no Ayuso o Franco. Iros al carajo.
Urbanitas encantados de conocerse y analizando la realidad rural desde el despacho o la oficina de la ciudad. Ya. Qué listos que sois coñi y para la sociedad qué poco valéis. Sin el campo ni se come ni se puede vivir con las necesidades cubiertas. De las chorradas demasiados viven de los presupuestos, los primeros en crearlas los periodistas que son políticos fuera de las listas pero que van de list@s y son unos auténticos cafres.
Es necesario hacer un llamamiento a la ciudadanía a extremar las precauciones e implicarse en la protección del medio natural, ya que nueve de cada diez incendios forestales se producen directa e indirectamente por la mano del hombre…….
Eres hombre, o eso parece, pues ya vas tardando con tu culpabilidad en tirarte por un barranco. Indirectamente dice…pues ala! A volar como una paloma. Ten cuidao con el cambio climático que lanza perdigones.