Esta semana ha estado, políticamente hablando, calentita. Y no solo por los pavorosos incendios sufridos. La dimisión forzada de Mónica Oltra, los efectos de los resultados de las elecciones andaluzas, los requerimientos de contención del gasto público que pide la Unión Europea, son solamente algunos ejemplos.
Empezando por los incendios forestales, la situación en Navarra, en Cataluña y, sobre todo, en Castilla y León, han puesto el foco en las imprevisiones y en la falta de medios para abordar y resolver esta situación que ha causado daños irreparables en nuestros montes. Seguramente el de la Sierra de la Culebra, en Zamora, ha sido de los más graves que se han conocido en España en los últimos cincuenta años. La victoria electoral andaluza —con la euforia contenida de los líderes regionales y nacionales del Partido Popular—, se ha visto enfriada por una gestión tardía de los gobernantes castellanoleoneses en el control de este grave incendio, aunque técnicamente, haya sido complicado de abordar.
Pero hemos vuelto a ver en Andalucía, como se cumple aquella frase lapidaria de Napoleón que decía, la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. La aplastante victoria de Juan Manuel Moreno Bonilla ha servido a su partido para apropiarse, o por lo menos para capitalizar, un resultado impensable para muchos analistas políticos. Algunos hablan hasta de cambio de ciclo. Aunque su buena gestión al frente de la Junta de Andalucía y la impronta de moderación del candidato popular, han sido las principales causas de este incuestionable éxito electoral. También se han arrogado el éxito de estas elecciones —a título personal— la señora Adriana Lastra, del PSOE, y Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía.
El resto de formaciones han sido claramente derrotadas. Vox, pese a ganar dos escaños, mostraba una cara irreconocible en la noche electoral, al no haber conseguido su objetivo de condicionar al PP para entrar en el gobierno regional y poderle imponer sus propuestas. De los partidos de la izquierda radical —que han participado en varias candidaturas—, solo dos han obtenido escaños, perdiendo diez representantes de los diecisiete que tenían en la anterior legislatura. La patrocinadora de la principal de estas candidaturas, la Vicepresidenta Yolanda Díaz, ahora reniega —como San Pedro cuando Jesús estaba ante el Sanedrín—, de su vinculación con el grupo formado por Izquierda Unida y Unidas Podemos, que ella misma apadrinó y apoyó en la campaña electoral.
Pero lo más sorprendente ha sido el estrepitoso fracaso electoral del PSOE. El otrora partido hegemónico en esta comunidad autónoma, que durante casi cuarenta años estuvo en el poder, perdió de forma rotunda, unas elecciones en las que su candidato —designado personalmente por el presidente Pedro Sánchez—, poco pudo hacer debido a la pesada mochila que tiene su partido en esta región, a una más que digna gestión del actual presidente andaluz y a las políticas del gobierno central actual, que no gustan a la mayoría de los andaluces. Sobre todo las que tienen que ver con las concesiones a los separatistas de Cataluña y del País Vasco.
Mientras, tanto en Ferraz como en Moncloa, sigue el silencio sobre la valoración de los resultados de estos comicios. La portavoz del gobierno, Isabel Rodríguez, solo ha dicho en la rueda de prensa de ayer, que el gobierno central no se presentaba a las elecciones.
Luego ha surgido el tema valenciano. La líder de Compromís, la señora Mónica Oltra, quién fuera azote de presuntos corruptos de otros partidos durante años, fue imputada por el encubrimiento del delito de abuso de menores cometido por su exmarido y por el que este fue condenado a cinco años de prisión. Pese a su imputación, se negó a dimitir cuando le fue notificado su encausamiento. Varios días después, ayer mismo, tuvo que hacerlo por presiones del presidente Ximo Puig y porque su propio partido así se lo pidió. Pero ella —como hizo la señora Colau cuando fue imputada por prevaricación y coacciones—, se erigió con la superioridad moral con la que se sienten dotados quienes participan en estas populistas formaciones políticas, alegando una injusticia que, si de verdad existe, la justicia tendrá que esclarecer.
Los generosos fondos europeos recibidos por España, no han impedido que nuestro gobierno siga aumentando un déficit público que está cerca del billón y medio de euros. La Comisión Europea ha pedido al gobierno español que haga unos ajustes presupuestarios de más de quince mil millones de euros al año para evitar, que la subida de tipos de interés, lastre todavía más nuestra maltrecha economía.
Mientras tanto, una parte del gobierno se empeña en hacerse visible ante sus electores, asignando fondos claramente contrarios al necesario control del gasto, que contribuirían al incremento del déficit y a dificultar su financiación.
Veremos que nos deparan estos últimos días de junio, en los que está programada la reunión de la OTAN en Madrid y la cita con los separatistas catalanes.
Y es que la política no para…….
Feijóo crecido, ahora dice que atisba posibilidades en Castilla La Mancha. Lo malo no es que ganen, lo malo es que lo hagan con un tipo como Núñez, dispuesto a ser infinitamente peor que Cospedal, y dispuesto a meter a VOX en el Gobierno regional a cambio de 4 años destruyendo todo lo logrado en esta región, que sigue siendo de las más pobres de Europa.
Dónde puede estar la solución a esto? Está claro que no en el PSOE de Page, amortizado, dormido, lleno de palmeros y más escorado a la derecha que nunca. La solución está en apostar por fórmulas de izquierda como Más Madrid, que abandonaron el infantilismo de Podemos hace tiempo.
Castilla La Mancha solo tiene dos opciones, seguir creciendo con la defensa de lo público, o ser un hazmerreír y un cero a la izquierda como Castilla y León, donde el PP ya no sabe qué hacer con ese gobierno Frankenstein en el que su vicepresidente, cada día demuestra ser más idiota que el día anterior.
Si Cospedal dejó la región como un desierto, no me puedo imaginar cómo será con ayudita de VOX.