Eduardo Egido Sánchez.- Mientras en infinidad de poblaciones se inician los preparativos de celebración de la festividad de san Isidro, a las 7 de la mañana la expedición del Club Pozo Norte parte con destino a Córdoba para emprender la ruta que le llevará desde la capital andaluza a Cerro Muriano, localidad donde tantos jóvenes de Puertollano realizaron su servicio militar hace más años de los que se pueden contar con los dedos de las manos. La jornada se despereza con cielo enmarañado y temperatura suave.
Durante las dos horas de recorrido en autobús desfilan los verdes paisajes que, según las previsiones meteorológicas, dentro de unos días habrá amarilleado el calor y la falta de lluvias. El grupo comienza la marcha desde las afueras de Córdoba por un itinerario que forma parte del Camino de Santiago, concretamente la Ruta Mozárabe, que tiene una longitud de 1000 kilómetros hasta alcanzar Compostela. Los mozárabes eran los cristianos que sin abandonar su religión vivían en territorio islámico como población tributaria de los reinos musulmanes.
La parada de reagrupamiento y refrigerio de media mañana se efectúa en la ermita de la Virgen de Linares. El edificio tiene dimensiones reducidas y se encuentra con las puertas abiertas de par en par porque se celebra un acontecimiento que va congregando a personas endomingadas que se saludan con indudables muestras de afecto. De repente, ya en el exterior, un repique de campanas lanza al cielo un aire festivo que alegra los corazones. La espadaña enjalbegada muestra tres campanas, curiosamente cada una de un tamaño distinto: la del hueco superior voltea hacia adelante y las dos de los huecos paralelos inferiores lo hacen hacia atrás. El observador que registra ambas particularidades se pregunta el por qué de esas diferencias.
Se reanuda la marcha por la Cañada Real Soriana, que asciende con algunos repechos pedregosos de roca madre que obligan a asentar con firmeza el pie para evitar resbalones. El cielo oculta los rayos solares y ello, junto a una ligera brisa que cobra vigor según se gana altitud, crea opinión entre los senderistas de que la jornada es idónea para caminar. Con todo, el sudor brilla en los rostros y tiñe las camisetas. La vegetación estrecha la senda y coloca a la expedición en fila de uno interrumpiendo las conversaciones y favoreciendo el ensimismamiento.
Sin temor a las cuestas, José Luis Arias va y viene con la cámara fotográfica con el propósito de conseguir alguna instantánea que delate el gesto fatigado de los caminantes en los repechos más pronunciados. Y aún le queda energía para recrearse con primeros planos de las flores más vistosas. Por su parte, Pablo Romero compone un reportaje de imágenes enriquecido con fondo musical que también dará testimonio al grupo de su periplo por la sierra cordobesa. Son los notarios gráficos.
A la una del mediodía se alcanza Cerro Muriano y el grupo se desperdiga para buscar espacios en sombra –el sol no iba a permanecer oculto toda la mañana- donde reponer fuerzas. Los 31expedicionarios han invertido 4 horas en salvar los 13 kilómetros de distancia y 500 metros de desnivel y ese esfuerzo es el mejor cocinero para hacer apetitosas las viandas que salen de las mochilas. Regadas a conciencia con las bebidas que prefiere cada uno.
La jornada se remata con una visita vespertina a la ciudad de Córdoba. La gente de Puertollano se divide y mezcla con visitantes de otras latitudes que componen un ambiente colorista y animoso. Es el momento de volver a pasear por el puente de san Rafael, la plaza de las Tendillas con el monumento al Gran Capitán, el Cristo de los faroles, la plaza del potro, la corredera, las vegas del Guadalquivir…