El lenguaje de la política

En 1977, el entonces presidente del gobierno español, Adolfo Suárez, pronunció un discurso memorable en el que incluyó la conocida frase, puedo prometer y prometo, cuya autoría se atribuye al periodista Fernando Onega, que, en aquel momento, era el jefe del gabinete de prensa de Presidencia del Gobierno y colaboraba en la elaboración de los discursos oficiales de su Presidente.

Desde entonces las palabras, expresiones y muletillas de nuestros políticos se han popularizado poniéndose de moda entre la clase política española, utilizándose para parodiar a sus autores y extendiéndose su uso a otros comunicadores y al resto de la población que en algunas ocasiones las emplean de manera inadecuada y hasta sin su auténtico sentido. 

Felipe González, —quien fuera también presidente del gobierno español—, utilizaba una coletilla de forma recurrente. Era aquello de, por consiguiente…, que repetía varias veces en sus brillantes discursos. Luego ha sido empleada profusamente por otros oradores y, a pesar de los muchos años transcurridos desde la transición, todavía hay algún viejo nostálgico de la política de entonces que la sigue usando, como lo hace un presidente autonómico actual.

Fuente: Wikipedia

Pero, a lo largo de estos años, hay expresiones que se han popularizado con las que se transmiten mensajes muy diferentes, como si en nuestro idioma no hubiera vocabulario suficiente para utilizar otras palabras. Hoy, nuestros políticos y sus adláteres, dicen hasta la saciedad y en cualquier situación aquello de poner en valor. Lo emplean en sus discursos como un comodín que encajan como pueden, aunque su sentido no tenga nada que ver con aquello que se quiere reconocer o apreciar.

En una reunión internacional celebrada en 2013, escuché por primera vez la expresión implementara un político chileno. Me llamó la atención y le pregunté a un profesor mejicano que asistía a aquel evento sobre el uso de esa palabra y él me dijo que, a su juicio, era una adaptación o una mala traducción del verbo inglés to implement. Sin embargo, desde entonces, se ha podido comprobar que la expresión implantar ha sido desplazada por esta adaptación del inglés, que es usada habitualmente por nuestros políticos y en algunos ámbitos del mundo académico.

A raíz de la pandemia que hemos vivido en los últimos dos años, nuestros gobernantes se han apropiado de una expresión, resiliencia, para calificar los planes de recuperación económica en España. La utilizan de manera impropia, porque esta palabra —según el diccionario de la RAE— tiene dos acepciones y ninguna de ellas está relacionada con esos planes económicos. Una es la capacidad de adaptación de un ser vivo ante una situación adversa. Y otra técnica, relacionada con la recuperación del estado original de los materiales cuando cesa la acción a la que están sometidos.

En los últimos meses, hemos oído hablar de cambio de paradigma —cambio de modelo— cuando lo hacen de la regulación de las relaciones laborales y de los cambios introducidos en la legislación vigente. La actual Vicepresidenta segunda del gobierno, Yolanda Díaz, lo repite de forma insistente, como queriendo justificar con esta pomposa expresión lo que no ha conseguido con su reforma laboral, con la que no solo no se ha derogado la anterior —como deseaban sus correligionarios y ella misma—, sino que, según expertos laboralistas, las puntuales novedades incluidas mantienen, básicamente, el modelo de regulación anterior.

El lenguaje de la política y quienes lo utilizan habitualmente, han evolucionado en los últimos cuarenta y cinco años. Hemos pasado de contar con brillantes oradores al principio de la transición, a la mediocridad de los actuales, salvo honrosas excepciones.

Los argumentos políticos, de unos y otros, nos han ofrecido expresiones eufemísticas que son dignas de enmarcar. Durante la crisis de 2008 y en los años siguientes, se nos hablaba de crecimiento negativo o de brusca desaceleración, entre otras lindezas, en lugar de hacerlo de crisis y recesión. Se llamaba movilidad exterior a la emigración laboral de los jóvenes. Denominaban novedad tributaria, a imponernos un nuevo impuesto. Decían ajustes o reformas estructurales, cuando hablaban de recortes. O se calificaba como tique moderador, al copago en la Sanidad, para eludir esta denominación.

Hace unos días, el periodista Carlos Alsina, en el monólogo que hace en su programa de radio, nos ofrecía algunas perlas de nuestros políticos sobre esta cuestión. A gobernar lo llaman gobernanza y a eludir gobernar, cogobernanza. Para quitarle hierro a la pandemia dicen gripalizarla.  A repudiar a algún contrincante político, lo denominan levantarle un cordón sanitario. Y a que gobierne la derecha se le llama gobierno de derechas, salvo si eres Díaz Ayuso —comentaba irónicamente— que entonces dices socialismo free.

Este comunicador puso la guinda con el ininteligible nombre de un seminario organizado por Podemos titulado: “Los imaginarios de desarrollo post-extractivista y economías heterodoxas en el sur global”. Ahí queda eso.

Yo me apunto a la orteguiana frase retórica de, puedo prometer y prometo, que, aunque parece desfasada, por lo menos resultaba original.

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2 COMENTARIOS

  1. La profusión de «por consiguiente» de Felipe G. y Nicolás Redondo y el «puedo prometer y prometo , de Adolfo S. resultaba grotesco hasta el hartazgo. Lo que ocurre es que usted, como un español medio más, entierra muy bien a los muertos, en sentido figurado. Blanqueamos el pasado para rebajar el presente.

  2. Bueno,  el lenguaje político puede utilizarse de muchos modos. Con soltura, corrección, precisión, respeto y profusión léxica. Pero también de modo torpe, descuidado, ambiguo, despectivo o menesteroso. E incluso con ánimo insultante……

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