Diálogo con Manuel Ruiz Toribio (II): Todo es más que la suma de cuanto pasó

El holismo, definido por Jan Smuts como la tendencia creativa que tiene la naturaleza para evolucionar formando un resultado distinto al unirse todas las partes, se manifiesta expresivamente en las fiestas donde la conciencia individual se diluye, entre la multitud y la música, bailando en un caleidoscopio de abalorios divinos y mundanos que, por unas horas, alivia la carga onerosa de la existencia.

Fiesta, en la visión del fotógrafo Manuel Ruiz Toribio, es más que la suma de los personajes secundarios e instantes escogidos sin obviedades. Y nunca es oscura, ni cuando cae la noche; siempre hay farolillos de papel o luces de neón o fuegos artificiales titilando sobre los adornos de los trajes de gala, distintivos de cada rango, porque cada festejo tiene su propio orden y desorden, las jerarquías se invierten, la tradición popular convive con el laissez faire y el tiempo se mide en pulsaciones por minuto.

Una muestra inicial de fiestas de la provincia de Ciudad Real en veintiocho imágenes fue expuesta por primera vez en el I.E.S. Juan de Ávila y estuvo itinerante durante 2019 por la Escuela de Arte Pedro Almodóvar (Ciudad Real), El Canguro Violeta (Piedrabuena) y la Facultad de Comunicación de la UCLM (Cuenca), que también avaló la publicación del fotolibro bajo el mismo título. Una obra testimonial en la que Ruiz Toribio desbroza, con una delicadeza arqueológica, la cimentación cultural de esta arquitectura de babel tan contradictoria y tan humana hasta llegar al corazón dionisíaco en forma de poliedro que el espectador puede descomponer como un cubo de Rubik. En cada nuevo giro, las fiestas centenarias se cruzan con las más recientes, la alegría tiene la cara de todas las generaciones, el verano da vueltas a las zalamerías que dicen “tu boca es una verbena”, lo burlesco se mezcla en algodón rosa y, cuando en las calles se bajan las persianas metálicas hasta las aristas de la mañana siguiente, todo cuanto pasó delante del objetivo es parte del registro puro de “la memoria revelada”, expresión que daría título a la obertura de la Sección de Fotografía del Ateneo de Almagro bajo la coordinación de Manuel Ruiz Toribio. En su inauguración, celebrada el 30 de noviembre de 2019, el fotógrafo analizó el nacimiento del fotoperiodismo durante la Guerra civil española, un acontecimiento clave para el lenguaje fotográfico contemporáneo que fue construido coralmente entre autores españoles y extranjeros. La impresión que le causaron a Ruiz Toribio las fotografías de la Guerra civil cuando era adolescente prendería la vocación que ha mantenido siempre encendida, comprometida y visible en su importante labor para divulgar el legado recuperado de Kati Horna, Gerda Taro, Tina Modotti, Agustí Centelles, Luis Escobar o los hermanos Mayo; muchos de ellos, compartirían el exilio a México junto a tantos otros españoles, algunos a bordo del buque Sinaia que transitó por el cielo de Almagro como un mar invertido que enmarcaba el mural de Antonio Laguna en la fachada del antiguo silo hasta que el propio artista renovó la obra, pero el rumbo del Sinaia seguirá recorriendo alegóricamente Almagro. En un lugar de la Tierra (Alambre Ediciones 2020), la última publicación monográfica de fotografía documental de Ruiz Toribio.  

A pocos metros del Ateneo de Almagro se encuentra la Iglesia de San Blas, reconstruida sobre la originaria ermita del Salvador a cargo de la familia Függer en el siglo XVI. En su interior, una copia del retrato realizado por Durero en recuerdo del mecenazgo de Jakob Függer ocupaba, hasta hace unos años, una posición estratégica para recibir la escasa luz natural que entra bajo las bóvedas de crucería como si quisiera reafirmar la concepción germana sobre la esencia del arte para “sacar a la luz” nuestros vínculos, expresado siglos después por Heidegger con la idea del reencantamiento o la función del arte para reconciliarnos con el mundo. Al igual que el retrato de Durero atrayendo iluminación en la penumbra, también la fotografía documental se adapta a la luz, a sus cauces propios, sin pedir recursos prestados. Las últimas horas del día tienen color a cereal y con esa luz de base literaria Manuel Ruiz Toribio narrará que la vida cotidiana del pueblo transcurre artesanalmente moldeando las fisuras de un tiempo que no existe. El esplendor de Almagro en el Siglo de Oro se repite como una geometría fractal en cada temporada del Festival de Teatro Clásico y el pueblo es siempre su principal obra, se inventa a sí mismo poniéndose en escena ante la cámara que retrata formalmente y sin contraplanos su realidad en fotografías ambulantes, recuperando la fragilidad material de las cosas queridas con la promesa de una memoria analógica que perdure y trascienda todo cuanto pasó.

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