George Orwell publicó en 1945 —después de la oposición de los principales editores británicos— Rebelión en la granja, una parodia en forma de cuento en la que se critica al régimen soviético de entonces, cuando Europa occidental blanqueaba a este autocrático sistema político por su entrada en el bando aliado de la Segunda Guerra Mundial, en contra del nazismo.
Esta fábula pone de manifiesto cómo el régimen estalinista, con su dictadura del proletariado, impone su organización política, manu militari, en contra de los derechos y libertades de su población y de la disidencia política interna.
En la ficción de esta novela, un grupo de animales de una granja decide expulsar a los humanos tiranos que la gestionaban, creando ellos un sistema de gobierno propio que se acabará convirtiendo en otra tiranía tan brutal como la que habían suprimido. En este relato brillante, pero breve, su autor nos hace llegar un mensaje claro y entendible para todo tipo de lectores, incluso para los niños, para quienes se han publicado ediciones especiales y comics.
Orwell fue un escritor británico de los más destacados en los años treinta y cuarenta del siglo XX, por la originalidad de sus obras, como la distópica “1984”, la conocida novela del Gran hermano que todo lo ve, lo oye y lo controla, que se publicó en 1949.
Hombre de izquierdas, participó en nuestra Guerra Civil en el bando republicano, aunque no se integró en las Brigadas Internacionales por estar controladas por los soviéticos, con quienes no tenía buen filin. Él tomó las armas y luchó en el frente de Huesca, donde fue herido grave por una bala que le llegó al cuello.
Sin embargo, tuvo que huir de España antes de terminar la guerra civil al ser perseguido —incluso, según relató después, sufrió un intento de asesinato— por miembros del bando republicano contrarios al POUM, grupo trotskista en el que se integró al llegar a Barcelona y cuyo líder, Andrés Nin, —según historiadores como Hugh Thomas— fue detenido, torturado y ejecutado por agentes españoles del servicio secreto soviético. Después de aquello acabaría diciendo que, dentro del bando republicano, había luchas intestinas más graves e intensas que las que se libraban contra el bando contrario de aquella guerra fratricida.
Su estancia en nuestro país le marcó el resto de su vida y, en 1946, llegó a decir que «La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo como yo lo entiendo». Consideró tan nocivo el totalitarismo bolchevique, como el fascista, por las trágicas consecuencias que ambos regímenes produjeron en todo el mundo occidental y, sobre todo, en la Europa de aquellos turbulentos años.
Pero volviendo a la novela. Rebelión en la granja, pone de manifiesto las contradicciones de estos regímenes autoritarios que, inicialmente, defienden unas ideas que con el tiempo y, según van evolucionando las circunstancias de sus gobernantes y su relación con el poder, acaban apoyando lo contrario de lo que al principio postulaban. Era aquello que se le atribuye a Marx —no a Karl, sino a Groucho—, cuando decía “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.
Así, el colectivo de animales de esta fábula, establecen siete mandamientos de obligado cumplimiento para todo el grupo que los escriben en una pared. Uno de ellos decía: ningún animal matará a otro animal, pero con la evolución de su pensamiento, el grupo —que acabará contaminado por los mismos vicios que los humanos a los que denostaban—, lo convierte en ningún animal matará a otro, sin motivo; legitimando así las ejecuciones que se aplicaron después. Pero al final se suprimen todos los mandamientos.
En la fábula se puede ver cómo justifican los privilegios de la clase dominante, los cerdos, quienes están a la cabeza de esta rebelión. El resto de animales hará tareas manuales según sus habilidades naturales y establecidas por el jefe y sus ayudantes. Los puestos más importantes son los de propaganda y de información, dirigidos por cerdos. Y la efectiva organización represiva para controlar al grupo, que está a cargo de los perros.
La organización comienza a ser autoritaria cuando el jefe del grupo suprime las votaciones sobre los principales temas que serán gestionados por un grupo reducido dirigido por él. El trato al disidente al que —no solo se le expulsa de la granja y a quien usurpan sus proyectos—, sino que pretenden su eliminación física, mediante bulos y mentiras.
Esta fábula tiene como moraleja, que la ignorancia y el sometimiento de casi todos los animales, limita sus derechos de los que, distorsionadamente, les informan los cerdos que los gobiernan. Viven conforme a la teoría de la caverna de Platón. Ellos no ven la realidad, solo las sombras que les proyectan.
Ciudad Real, 7 de abril de 2022
Manolo fíjate si tienes razón que el país comunista por excelencia, China, ha derivado en el fascismo, permite la economía libre pero la controla en su totalidad y en el otro país comunista hasta 1991 lo han hecho mejor: los mandamases hasta ese momento final, supuestamente comunistas, se han repartido el país y sus inmensas riquezas entre ellos.
La realidad es que hay 32 países en el mundo que todavía viven bajo una dictadura, que gobiernan a un 28% de la población mundial…….