El pasado noviembre, escribía en el suplemento Babelia, Anatxu Zabalbescoa un texto reflexivo –en el llamado arte del Poscovid–– sobre los museos que vienen. Museos a dos velocidades se llamaba la pieza, que daba cuenta tanto de las nuevas propuestas de Hong Kong de los arquitectos suizos Herzog&Meuron, como de las renovaciones de la Kunsthaus de Zúrich de David Chiperffield.
Casi en paralelo, y días después, se nos informaba de que El Reina Sofía replantea su historia del arte. Todo ello, en un contexto presidido por la crisis desatada en 2020 con la globalización del COVID-19 que había abierto una severa crisis económica, sanitaria, social y cultural. Baste recordar que el 13 de octubre de 2020 Ángeles García publicaba en El País, el trabajo La pandemia arrasa el mercado español del arte contemporáneo, datos corroborados el 27 de enero de 2021, en el trabajo La cultura europea pierde por el virus el 31% de sus ingresos, reducción de los ingresos que en el campo de las Artes Plásticas llegaba al 38%.
De igual forma que el 18 de mayo de 2021, La Tribuna, en información de Agencias y a propósito del Día Mundial de los museos, fijaba el llamativo titular indicativo, Museos transformados por la pandemia. Circunstancias que vienen corroboradas por la emergencia de toda la ola de arte digital; por la súbita presencia del grafiti como forma de expresión discutible y urbana – Muelle, primera firma famosa, sale a subasta, 26 mayo 2021–; de los NFT –Non fungible token–, que llevan a que la muestra Art Basel de 2021 subraye la digitalidad nuestra de cada día, que crece y no para; hasta el proclamado como Cripto Arte que compite con las criptomonedas; para concluir con la virtualidad de las visitas y por los nuevos tótems musealizados: desde el Museo del Cine de Los ángeles, has la reciente exposición del Guggenheim de Bilbao sobre El Automóvil, con apoyo de Norman Foster.
Todo ese desbarajuste normativo y funcional ha venido a coincidir con la celebración del 40 aniversario de la inauguración del Museo Provincial de Ciudad Real, por más que su creación administrativa se produjera en 1976– el pasado 15 de marzo, ha pasado con más sombras que luces. Como viene siendo habitual en el marco de los aniversarios y celebraciones recientes que nos proponemos revisar y analizar. Aniversarios que vienen un poco gafados y faltos de programas claros de difusión, y de ahí el carácter romo de la efeméride y lo reducido de sus celebraciones.
Ya pasó con el 600 Aniversario de la ciudad; está pasando con el 800 Aniversario del nacimiento de Alfonso X, rey fundador de la ciudad –con la salvedad de la muestra en Toledo– y se repite con el 40 Aniversario del MPCR. Y en esos aniversarios, sólo dejaríamos escapar, como excepción positiva, el programa desarrollado por el 175 Aniversario del Instituto Maestro Juan de Ávila. Y digo todo esto, porque más allá de los comentarios de la página del Museo Provincial en Facebook –con fotos de la inauguración del 15 de marzo de 1982, con la ministra de Cultura Soledad Becerril, del Director General de Bellas Artes, Javier Tussell y de autoridades provinciales– y de algunos comentarios rebotados en la misma red, sólo reconozco el certero artículo –casi una excepción en el panorama crítico– de José Luis Loarce en La Tribuna del 22 de marzo, Museo, 82. Y es que pocas reflexiones institucionales o privadas se han ofrecido sobre el momento final del Museo o sobre el tiempo transcurrido desde su apertura en el final del invierno de 1982. La ocasión habría demandado algunas reflexiones sobre el papel desempeñado por el Museo Provincial en la vida cultural de la ciudad –donde emerge con visibilidad y mérito la Asociación de amigos del Museo– y de la provincia –con escasa relación con el resto de los museos de la red provincial–, así como sus actividades colaterales en el panorama que traza la red regional de museos provinciales a modo de recuento. Así, por ejemplo, reeditar el comic de Nino Velasco Una visita al museo de 1983, que podría haber contado con una actualización visible, en la medida en que las cosas ya no son como fueron en estos cuarenta años. O verificar el recuento de algunas exposiciones destacadas por diversas razones: como Cañadas Mazoteras (1987); La estrategia del regreso. F. Kirico (1993); Alarcos: el fiel de la batalla, como fruto del congreso internacional conmemorativo del VIII centenario de la batalla de Alarcos de 1995; Sala de Arte contemporáneo. Catálogo Museo Provincial de Ciudad Real (1999); Visiones para un nuevo siglo (1999); Gabriel García Maroto y la renovación del Arte español contemporáneo (1999) –dentro de un proyecto de itinerancia regional de exposiciones y cuyo catálogo se publicaba dentro de la colección Arte e imagen número 11–; Vinum vita est: historia y arqueología del vino en Castilla-La Mancha (2017) y La caza. Un desafío en evolución (2019). Sólo por citar algunas que recuerdo.
Y ello a pesar de que, en una hipótesis optimista de la vida museística provincial, pueda aducirse la recuperación en el año 2005 de la sede del instituto Santa María de Alarcos, como sede específica de las singulares colecciones provinciales de Bellas Artes. Acontecimiento que, al amparo de las celebraciones de otro aniversario como fuera el del IV Centenario del Quijote, si contó entonces con un publicación significativa, referida más al convento que al Museo que se inauguraba, denominada Un convento, un instituto, un Museo. Rehabilitación del Instituto Santa María de Alarcos, antiguo convento mercedario de Ciudad Real. Memoria histórica y sentimental. Todo, como consecuencia de que la organización inicial del Museo albergaba amplias colecciones de Arqueología, de Etnografía, de Paleontología y las propias y limitadas de Bellas Artes, en una suerte de bric á brac patrimonial de difícil equilibrio.
Incluso en esos difíciles inicios –con el primer director del Museo, Rafael García Serrano al frente, con despacho provisional en la Delegación de Cultura de la calle de la Paloma–, se propició un movimiento de actividades que se desarrollaban bien en la Casa de la Cultura –como fuera la conferencia del crítico de arte Santiago Amón, quien en protesta por la escasa audiencia la impartió de pie; bien en el salón de actos del instituto Beato Juan de Ávila, como fuera la Paco Umbral, hablando de Ramón (Gómez de la Serna ) y los Ismos–. Igualmente habría que citar el fondo de publicaciones diversas que comenzaron a moverse, bajo el acomodo, una de ellas, como Silva de varia lección, que reflejaba a la perfección el carácter multiforme de la nueva institución cultural y los intereses plurales de sus rectores primeros. Fecha esa de 1979, aún el Museo Provincial sin sede física, en que se publicaba el conocido panfleto del citado diseñador e ilustrador Nino Velasco, Ciudad Real, mi amor. Boceto para una memoria sobre el estado cultural de Ciudad Real, y que ya daba cuenta de esos logros editoriales del Museo Provincial, por más que ironizara con el volumen de rara mixtura Antología de poesía de tema arqueológico; de la misma forma que hablaba de la exigüidad asistente a sus mini conciertos musicales.
Pieza la de Ciudad Real, mi amor, recuperada en 2010 por Autopsia. La revista de la ciudad muerta, promovida desde el Círculo de Bellas Artes, en donde yo ensayé una recuperación bajo la rúbrica de Ciudad Real mi amor y mi olvido que trataba de indagar en el estado de la cuestión cultural veinte años más tarde. Cuando lo oportuno hubiera sido la recuperación y reedición del referido panfleto velasquianio por cuenta del Museo, primer editor de la obra; pero a esas alturas el papel de publicista del Museo estaba ya más que reducido como puede rastrearse. Y el carácter revulsivo de las primeras publicaciones se había dulcificado con el paso del tiempo y con el peso institucional que imprimen las administraciones. El otro fondo editorial del Museo se producía con la colección Faciendo la vía del calatraveño –orientada a la publicación de poesía, de la mano de Luís de Cañigral, en donde se tradujo a Odiseo Elitys con motivo del otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura en 1979–. Fondo de publicaciones del Museo Provincial que no ha tenido continuidad y que apenas ha subsistido en algunos catálogos de muestras puntuales como las citadas antes, además de tener que forcejear con el papel editorial de la colección regional Imagen y palabra y, sobre todo, con la activación de la BAM dependiente de la Diputación Provincial.
Significándose la capacidad de las exposiciones de Artes Plásticas –todas las muestras Arte y energía, celebradas entre 1992 y 2000, así como de creadores individuales –desde Pedro Castrortega (1989) a Pepe Carretero (1991)– como fuente para producir catálogos y publicaciones que, a la postre, nos permiten construir la memoria del Museo. Hay que hacer notar que desde 1990 el Museo compite en el ámbito local –la competencia provincial vendría dictada por los Museos personales que proliferaron a partir de los años 90, desde Tomelloso a Valdepeñas, desde Almodóvar a Arroba, desde Puertollano a Almadén– en celebraciones de Artes Plásticas, con el Centro de Exposiciones (CEX) –centro que desde 1990 comienza la publicación de las llamadas Minigrafías, monografías de bolsillo, de artistas con independencia de la exposición de su trabajo– y con el Museo López Villaseñor. Donde llega a acogerse –de forma sintomática– la muestra itinerante y muy relevante del año 2000, Memoria y modernidad. Arte y artistas del siglo XX en Castilla-La Mancha, comisariada por Delfín Rodríguez–. Habrá que aguardar a la llegada de la sede del Convento de la Merced, para poder ocuparse de exposiciones mayores como fueron las de Referentes. Arte español contemporáneo en los museos y colecciones de Castilla-La Mancha (2007) y El Paso a la moderna intensidad (2008).
‘El deseo hecho realidad’, se denominaba el texto incluido en el trabajo Un convento, un instituto, un Museo, por parte de Alfonso Caballero Klink y Alfonso González Calero, que trataba de justificar ya hallar las razones de la ampliación y nueva sede del Museo Provincial. Donde los autores dejaban ver que las razones de la ampliación venían dictadas porque: “Las Bellas Artes requieren espacio estable y amplio, con posibilidades, para, por una lado albergar las colecciones permanentes…y por otro, ofrecer salas a los nuevos artistas”. Circunstancia que dejaban ver que, en la práctica, los primeros años del Museo estuvieron más ocupados por otros frentes, aunque ello no fuera del todo cierto. Lo que sí parece cierto es que, atenuadas las exposiciones itinerantes organizadas desde la Consejería de Cultura en Toledo y producido el factor de quiebra, en 2019, con la aparición de la Colección Roberto Polo, denominada posteriormente Colección de Arte moderno y contemporáneo de Castilla-La Mancha, se ha vuelto a desandar lo andado. Al consumir la citada colección buena parte del presupuestos de la cultura regional.
Bueno, los museos provinciales fueron consecuencia directa de la desamortización de Mendizábal……