Asociación de Profesores de Tecnología de Ciudad Real.- Alguien dijo allá por los años noventa: “El analfabeto funcional del siglo XXI será quien no se maneje bien con la tecnología digital”.

Desde hace mucho tiempo la sociedad insiste en darle la razón y vive inmersa en una espiral digital que, si bien ha mejorado nuestras vidas, también es cierto que ha demandado un esfuerzo formativo por nuestra parte y que amenaza con expulsar a ciertos colectivos incapaces de adaptarse a la velocidad adecuada. Desde el trabajo a la vida doméstica pasando por el ocio, la salud o la creatividad. Para todo ello se necesita de un saber digital del que no venimos dotados de serie. Y ese saber se debe potenciar desde distintos ámbitos, pero, sobre todo, desde la escuela. Es ahí donde, con más garantías, podemos dirigir a nuestros hijos y alumnos en un aprendizaje digital útil a la vez que crítico, libre de sesgos y haciendo un uso responsable de los medios digitales. Debemos educar a nuestros chicos en ciertos valores, pero si no sabemos de las herramientas digitales a través de las que se nutren y expresan, no estaremos viendo toda la “panorámica” de su educación. Además, no todos conocemos lo que la sociedad digital les ofrece como vía de expresión y desarrollo personal y no podemos, por tanto, aconsejarles. Ya sin entrar en la parte técnica, para la que nuestros chicos deben estar, independientemente de su posterior formación, a la altura que, en una sociedad altamente tecnologizada, se espera. Y es que no es necesario que un chaval necesite de la tecnología digital para formarse únicamente como ingeniero, pues un médico, un arquitecto, un abogado o un filólogo va a necesitar de recursos digitales con los que deben estar familiarizados.
Por ello sorprende que la consejería de educación de Castilla la Macha elimine gran parte de los contenidos digitales en la educación secundaria, mientras otras comunidades los mantienen o, incluso, amplían. Vamos a estar condenados a que nuestros chicos vayan un pasito por detrás en el mundo digital, es decir, en el mundo. No podemos estar hablando de revoluciones digitales, empoderamiento digital del alumnado, sociedades tecnologizadas y digitalizadas… y, por otro lado, diluir la enseñanza digital allí donde se debe potenciar.
Si vamos a una sociedad, como parece, altamente digital, en la que la presencialidad se sustituirá progresivamente por el teletrabajo, donde la inteligencia artificial y la robótica se encargarán del trabajo pesado y repetitivo, no podemos formar a nuestros chicos para aquello en lo que serán, en breve, sustituidos por máquinas.
Si queremos que nuestros chicos usen, disfruten y se desarrollen con todos aquellos medios que la sociedad digital pone a su disposición, debemos potenciar en ellos las habilidades necesarias para un uso crítico y responsable de esos medios. Así evitaremos, o al menos, minimizaremos la infinidad de problemas que un uso inadecuado, desmedido o insano de los medios digitales puede provocar.
Si queremos que el ascensor social funcione, debemos empezar por eliminar la brecha digital presente en algunos colectivos. Y para eso no solo se necesitan medios materiales, si no también, tiempo.
Por esas razones se debe potenciar la formación digital y no reducirla. La escuela no puede tener una mano atada a la espalda y debe contar con los medios, humanos, materiales y temporales necesarios para afrontar una adecuada formación digital del alumnado. Y, por favor, que no se haga desde la transversalidad si no dedicando asignaturas y horario a ello. De lo contrario estaremos condenando a los chicos a viajar en el vagón de cola digital.