Hogar Provincial de Ciudad Real

Emilio Nieto López, primer decano de la Facultad de Educación de Ciudad Real.- Andamos por la ciudad y muchas veces no vemos por donde andamos y, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera reparamos en los edificios y monumentos que nos rodean y que aún quedan en pie, a pesar de la pica enemiga de todo lo antiguo e histórico  que, por doquier, abundaba en la Ciudad del Rey Castellano.

         Entre la Ronda de Granada y la plaza de Salesianos, si a eso se le puede llamar plaza, porque muchos le llaman rotonda,  dado que no llega a configurarse como una verdadera plaza, que posiblemente podría serlo si hubiera buena  voluntad e intención de remodelarla, bueno como decía entre la Ronda de Granada  y la llamada plaza de San Francisco se levanta uno de los más insignes edificios que posee la capital y que ocupa 3 has y 74 áreas. Este  edificio de grandes magnitudes, posee tres alturas y  cuatro torreones mirando a la plaza,  dos de ellos franquean la entrada, totalmente labrada en piedra.  Se terminó de construir en el año 1963 sobre el que fuera el Convento de los Franciscanos Observantes  que  cerró sus puertas hacia 1820 aunque siguió vinculado a la iglesia, bien como hospital militar, en tiempos de las guerras carlistas del siglo XIX, bien como Escuela de Magisterio, Hospicio, Casa Cuna, Maternidad, Colegio Público, y actualmente también Residencia Universitaria.

         Se ha escrito mucho sobre este magnífico edificio y muy especialmente sobre las actividades de beneficencia que funcionaron en sus instalaciones. Cabe recordar las aportaciones de Félix Pillet, José Muñoz Torres, José Manuel Cañas Reíllo, Palmira Peláez Fernández, Manuel Rodríguez Bonales, Belén Rodríguez, María Covadonga Aroca y un listado interminable de autores que han ido descubriendo y analizando el ingente trabajo en favor de los humildes y más desfavorecidos de la sociedad, a lo largo de más de dos siglos de entrega y dedicación de las Hermanas de la Caridad y de la Congregación de  Salesianos. Pese a que los dirigentes de la Segunda República, en su afán de eliminar todo lo que tuviera alusión al campo religioso de la sociedad, despidieron, de mala forma, a la diez Hermanas de la Caridad, a pesar del inmenso trabajo realizado y de entrega diaria de estas personas en pro de los más necesitados y sin pedir nada a cambio.

         Decía, que este imponente edificio, que vemos actualmente levantarse como lo hacen los grandes cipreses y ennoblecerse con tantos años de entrega a los más necesitados de la provincia, ha pasado por mil penurias económicas y por multitud de modificaciones arquitectónicas hasta llegar a la situación en la que se encuentra en estos momentos. Desde aquel pobre convento de  los Franciscanos Observantes del siglo XVII y principios del siglo XVIII que se clausura definitivamente en 1820  y sobre sus cimientos se realizan, en 1906, las obras para  adaptarlo  a las nuevas necesidades  y actividades que iba ir albergando el nuevo edificio, se  llega a Primo de Rivera quien le dota de Casa Cuna (ahora centro de exposiciones) y  posteriormente  la Segunda República potencia el centro programando una gran  multitud de actividades como Escuela de Música, Modelado y Arte Industrial, Talleres de Imprenta, de Encuadernación, Sastrería, Zapatería, Carpintería, Costura y otros muchos más servicios. Es en este momento y concretamente en el pleno ordinario de la Diputación Provincial, celebrado en el mes de marzo de 1932,  cuando se propone el cambio de nombre del antiguo Hospicio Provincial por Hogar Provincial.  Pero es durante los años 1946 a 1963 cuando el edificio sufre la mayor de las transformaciones arquitectónicas por las que ha pasado este majestuoso edificio de la Diputación Provincial de Ciudad Real hasta llegar a nuestros días, tal como ahora lo conocemos.

         Parece importante remontarse al año 1841 cuando el máximo responsable político de la provincia, guiado por ese amor a los desvalidos, pobres y misericordiosos, inaugura, el 1 de agosto, la Casa Cuna Central de Ciudad Real, llamada por Madoz Casa de Expósitos. Era evidente que para poder llevar a cabo ese proyecto, posiblemente uno de los más significativos de aquellos tiempos, necesitaba el apoyo y la ayuda de la Diputación Provincial y más cuando para costearlo era preciso y así lo entendió el mismo fundador D. Nicolás Calvo y Guayti, poner un impuesto directo a todos los ciudadanos de la provincia por valor de cuatro reales anuales, los cuales  debían ser cobrados por los ayuntamientos y entregados a la Diputación Provincial. Este mismo señor ideó un plan muy importante,  que consistía en establecer tres sedes, una en Valdepeñas, otra en Vallarta de San Juan y una tercera en  Almodóvar del Campo con la intención  de que se recogieran en estos pueblos a los niños abandonados de las tres comarcas y enviarlos a la Central, ubicada en Ciudad Real, donde serían mejor atendidos. A pesar de todos los esfuerzos realizados en la recogida, entrega y atención de estos niños abandonados muchos morían debido al frío, a la falta de manutención y por otros aspectos llegando las muertes al 85%.

         De conformidad con la Ley de 20 de junio de 1849 y su reglamento elaborado en el año 1852 los establecimientos de beneficencia de la provincia quedan estructurados en tres clases: Generales, Provinciales y Municipales. Así pues las Casas de Misericordia, las de Maternidad, Expósitos, Huérfanos y Desamparados tienen la categoría de ser provinciales y por lo tanto financiados por la Junta Provincial de Beneficencia, pero en 1868 se modifica la ley de beneficencia así como su reglamento y de conformidad con este nueva norma  se suprime la Junta Provincial y es a partir de 1870 cuando la ley otorga plenas competencias a la Diputación Provincial, de tal manera que ésta emplea un 44% de su presupuesto para atender las demandas de beneficencia de la Casa de Expósitos, Maternidad de San José y la Casa de Misericordia de San José y la Casa Cuna.

         Así pues el Hospicio Provincial o Casa de la Misericordia de San José se crea en el año de 1859 con el objetivo de recoger pobres de ambos sexos desde la edad de seis años y será regentado o mejor cuidado por diez monjas de las Hermanas de la Caridad. Tres años después, concretamente en 1862, se organiza la Casa de Maternidad de San José y por supuesto se integra en el mismo edificio del Hospicio Provincial con el objetivo de acoger mujeres solteras embarazadas tanto pobres como  aquellas otras que gozan de una buena reputación social pero que han sido abandonadas por saltarse las reglas sociales de aquel momento.

         Como podemos observar, en este magnífico edificio estuvo ubicado toda la beneficencia de la provincia de tal manera que en él se situaron  la Casa Cuna, la Casa de Expósitos y hogar infantil, la Escuela de Maternidad, el Hogar  Provincial Femenino Virgen del Prado a cargo de las Hijas de la Caridad, el Hogar Masculino Santo Tomás de Villanueva dirigido por la Comunidad Salesiana.

         Por fin el 20 de marzo de 1991 se aprobó el proyecto de adaptación de parte de los hogares Provinciales para la creación de la Residencia Universitaria después que en el año 1986 abandonaran el Hogar Provincial de chicos la Comunidad Salesiana y la Diputación supliera sus servicios con personal civil. Además los colegios pasaron a depender del Ministerio de Educación.

         En estos momentos todo el campo de la beneficencia, tan magníficamente desarrollado  por la Diputación Provincial ha pasado a manos de la Consejería de   Bienestar Social de la Junta de Comunidades y por lo tanto la Diputación Provincial no dedica una ingente cantidad de dinero, procedente de los presupuestos provinciales, a estos menesteres como había venido haciéndolo hasta esa fecha.

         No cabe duda que el inmenso trabajo realizado por el Hospicio u Hogar Provincial, bajo el manto protector de la Diputación Provincial, debe servir de ejemplo y dedicación para todos nosotros porque, en momentos muy difíciles para los ciudadanos más necesitados, pobres, huérfanos, mujeres en peligro de exclusión, se les pudo dar un servicio adecuado a los momentos históricos por los que pasaba la sociedad de los siglos XVIII,  XIX y principios del XX.

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